Un análisis de las medidas del Gobierno y de la dinámica inflacionaria halló similitudes entre las actuales perspectivas de la economía y la situación del tercer trimestre de 2019, cuando el resultado electoral de las PASO descarrilló los resultados y la marcha del programa económico que llevaba adelante el gobierno de Mauricio Macri.
“Por la devaluación y por la necesidad de cerrar en forma simultánea los desequilibrios externo y fiscal, pueden encontrarse analogías entre 2019 y lo que puede esperarse para 2024, aunque una inflación mensual que hoy multiplica por 6 ó 7 la tasa mensual de 2019 hace más inestable e impredecible el escenario de este año”, dice un análisis de Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral, difundido por la Fundación Mediterránea como “informe institucional” sobre el reflotado acuerdo con el FMI.
El texto recuerda que en 2019 el tipo de cambio real promedio (poder adquisitivo del dólar en el mercado interno) era 15% más elevado que el de 2018 y casi 40% superior al de 2017. Esa devaluación y el cambio de precios relativos, dice el análisis, revirtieron en casi USD 20.000 millones la balanza comercial (pasó de un déficit de USD 3.700 millones en 2018 a un superávit de USD 16.000 millones en 2019) “sin una aceleración inflacionaria significativa”, pues la inflación anual aumentó poco más de 6 puntos (del 47,6% en 2018 a 53,8% en 2019).
Entre 2018 y 2019 la devaluación llevó a una reversión de casi USD 20.000 millones en el saldo de la balanza comercial, pero la inflación aumentó poco más de 6 puntos y la mayor parte se dio después de las PASO
Eso se debió, dice el trabajo, a que la contracción monetaria y fiscal (el déficit primario se redujo de 3,7% en 2017 a 2,3% en 2018 y a 0,4% en 2019, unos 3,4 puntos del PBI en dos años) produjo una fuerte recesión entre fines de 2018 y principios de 2019.
¿Qué pasó con el nivel de actividad? En el primer trimestre de 2019 el PBI cayó 5,9 % interanual y las importaciones un brutal 25 por ciento. Pero ya en el segundo trimestre el PBI rebotó un 0,6%, lo que remite a otra comparación con la situación actual. La economía venía entonces de la severa sequía que había afectado la cosecha de 2018 y la normalización climática contribuyó 1,5 puntos a la recuperación del PBI del período abril-junio.
Pero la historia no terminó bien: el resultado de las PASO descarrilló el programa, la inflación volvió a empinarse y el PBI terminó cayendo 2%, debido al “brusco cambio de expectativas desatado (...) cuando pasó a descontarse el triunfo de Alberto Fernández en las presidenciales de octubre”, dice el trabajo.
Volver al presente
¿Cuál es la relación con el presente? “Existen incógnitas a nivel gobernabilidad y la suerte que corran en el Congreso y en el plano judicial el DNU y el Proyecto de Ley Ómnibus, pero también debe monitorearse el ritmo al que pueda moderarse la inflación de aquí a abril, ya que esta variable es clave en términos de competitividad de exportaciones y de “la calle”, es decir, el grado de conflictividad social que pueda experimentarse”, apunta Vasconcelos.
Hay algunos datos positivos, como los USD 3.800 millones de compras netas de divisas del Banco Central. Eso, según el trabajo, “puede estar reflejando un cambio de portafolio (temporal) pero también un incipiente movimiento hacia terreno positivo de la cuenta corriente del balance de pagos, siendo que en 11 meses hasta noviembre contabilizaba un déficit de USD 6.500 millones en concepto de caja (y posiblemente USD 10.000 millones adicionales en el devengado)”.
Sin ingreso de capitales, que el BCRA pueda sostener el ritmo de acumulación de reservas reflejaría mayor ahorro y/o menor gasto internos, en cuyo caso las presiones inflacionarias podrían contenerse. Pero –advierte Vasconcelos- “el superávit de la cuenta corriente del balance de pagos es una variable extremadamente sensible a la evolución del tipo de cambio real”. Ergo, si el ritmo de inflación no cede, la rápida erosión del tipo de cambio real conspirará contra el éxito de las medidas oficiales, vía menos saldo comercial y más conflictividad social.
“Un antes y un después”
Así como en 2019 hubo “un antes y después” de las PASO, dice el trabajo, la caída interanual del primer trimestre de 2024 será intensa como la del primer trimestre de 2019. “Continuando la analogía, por efecto de la recuperación de la cosecha, el segundo trimestre podría acercarse a una variación nula del PIB, debido al rebote de la agroindustria. En el año, el aporte de ese sector a la variación del PIB podría ser de 1,7% del PBI. Pero, ¿qué pasará en el segundo semestre con el resto de la economía?. En 2019, las PASO de agosto marcaron un quiebre. Siendo 2024 un año no electoral, el equivalente serían “un desaire del Congreso y/o la justicia o un comportamiento más adverso de la inflación”, advierte el análisis.
Si el ritmo de inflación no cede, la rápida erosión del tipo de cambio real conspirará contra el éxito de las medidas oficiales, vía menos saldo comercial y más conflictividad social.
¿Cómo entra en este juego el “reflotamiento” del Crédito del FMI, con desembolsos por USD 4.700 millones que despejan una de las principales incógnitas hasta abril? Según el trabajo, las condiciones son una ratificación de la meta fiscal oficial, de un ajuste de 5% del PIB, dos tercios dependientes del Ejecutivo y un tercio de leyes sujetas al sí o no del Congreso, más una meta de acumulación de USD 7.300 millones en lo que resta del año.
La cosa será más espesa en la próxima revisión del acuerdo. Para entonces habrá que ver cómo sigue funcionando el mercado cambiario. Según los cálculos del trabajo, entre marzo y julio la liquidación de agrodólares superaría los USD 3.000 millones y se verá el mix entre “cambio de precios relativos” y “aceleración inflacionaria”, medida del éxito o fracaso de la devaluación del 118% que aplicó de entrada el gobierno. Y se sabrá también si se podrá mantener un deslizamiento cambiario tal vez no del 2%, pero sí de entre 4 y 5% mensual, manteniendo además el esquema de liquidaciones 80/20% que mejora el dólar de exportación y permite abastecer el mercado del dólar CCL. De lo cual dependerá, a su vez, normalizar las importaciones y a la vez respetar la meta de aumento de reservas.
“Se subraya este punto porque hay riesgo de incurrir en atraso cambiario para marzo/abril, justo cuando los chacareros decidirán a qué ritmo liquidan la cosecha”, subraya Vasconcelos. Según él, la inflación núcleo de diciembre, de 28,3% no despeja incógnitas sobre qué pasará con el dólar. “Es cierto que hay una decisión firme de dejar de emitir por motivos fiscales y que todo indica que en el primer trimestre las cuentas del sector público pasarán a ser superavitarias”, dice, apuntando al aumento de los ingresos por retenciones e impuesto PAIS y menor gasto. Pero también hay inercia monetaria, pues los pasivos del BCRA siguen apilándose (desde el 11 de diciembre el stock de pases aumentó en $7,7 billones para acotar la variación de la base monetaria al 2% mensual). “Aunque hay una política destinada a licuar los pasivos del Central con tasa real muy negativa, esa dinámica se ha atenuado, pero no revertido”, dice el análisis.
El dólar vs otros precios
Además, el cambio de precios relativos está todavía en pañales y persiste una gran dispersión. Por caso, en 4 años el dólar oficial aumentó 970%, pero ítems como vehículos y textiles aumentaron casi 500 puntos más, electricidad y gas 600 puntos menos y transporte 350 puntos menos. Reducir esas brechas es mucho más desafiante que en 2018/19. Que la economía esté pasando a un saldo a favor en cuenta corriente (más ahorro, menos gasto, superávit comercial) evitaría que se espiralice la inflación ... a condición de que la inflación no se devore la devaluación.
“El gobierno no parece intranquilo frente al riesgo de una apreciación acelerada del peso”, dice el trabajo. Podría estar apostando -especula- a una baja rápida de la inflación, por el apretón monetario y la pereza del dólar oficial. Pero el veredicto lo darán los chacareros hacia marzo/abril, a la hora de liquidar la cosecha. Para que las agrodivisas aporten USD 3.000 millones mensuales o más, calculó Vasconcelos, la brecha no debería superar entonces el 50%, para lo cual –como se indicó- la inflación debe bajar más rápido que despacio.
Además, claro, el gobierno debe superar los desafíos políticos: que el núcleo de sus medidas salga airoso del debate en el Congreso y de los desafíos ante la Justicia.