Más allá, o mejor dicho, más acá de la dolarización, la unificación cambiaria es por estos días la meca de la política monetaria y fiscal que impulsa el ministro de Economía, Luis Caputo, en estricta coordinación con el presidente del Banco Central, Santiago Bausili. En medio de su defensa del DNU que se lleva por estas horas toda la atención y que desreguló casi todos los sectores menos el financiero, el presidente Javier Milei prometió la eliminación de todas las restricciones “una vez saneado el Banco Central”.
En concreto, el Presidente se refirió a la eliminación de los pasivos de la entidad y del exceso de pesos en el mercado. A esa tarea está abocado el equipo económico, que impulsa una acelerada “licuación” de esos pesos atrapados, es decir, la pérdida veloz de su valor. Lo hace mediante tasas agresivamente negativas, tanto para la deuda del Central como para la del Tesoro. La estrategia, tal como lo afirmó Milei, apunta a allanar el camino para el levantamiento del cepo. Sin embargo, el mercado hoy está mirando con obsesión otro punto central: hasta dónde se puede sostener la brecha cambiaria en los niveles actuales, mínimos desde fines de 2019.
Por lo pronto, contrario a las expectativas e incluso temores que había hace tan sólo un mes, nadie imagina ahora que sea posible el levantamiento de los controles de capital antes de fin de año. Es lo que sugiere incluso los dichos del propio Caputo en reuniones privadas con banqueros y economistas en los que anticipó que, en teoría, su estadía al frente del Ministerio de Economía será breve, exactamente doce meses como mucho.
En ese período, concluyeron algunos de sus interlocutores, deberían resolverse varias cuestiones centrales; la credibilidad del ajuste fiscal (además su ejecución), la recomposición de las reservas y una solución exitosa a la deuda comercial con importadores para la que, en principio, se diseña el nuevo título BOPREAL sobre el que todavía no están definidas todas sus características.
Mientras tanto, el foco de operadores y analistas se posa más en la estrategia de corto plazo para digerir los pesos y hasta dónde puede sostenerse en ese marco la calma cambiaria que se instaló desde la devaluación de la semana pasada.
“La reducción de la tasa de interés nominal, de cara a la aceleración inflacionaria de los próximos meses, parece tener un objetivo explícito: licuar los pasivos monetarios del Banco Central”, expuso el último informe de GMA Capital. Si se mantuvieran esas condiciones constantes hasta marzo, asumiendo una inflación de 25% mensual para diciembre y enero y 15% en febrero, el stock real de pasivos remunerados se reduciría en 30%, calculó. Pero mantener la tasa de interés real en terreno tan profundamente negativo sólo es posible mientras los pesos sigan atrapados en la maraña de restricciones cambiarias. El riesgo es que, más temprano que tarde, resurja la presión sobre el dólar libre y financiero.
“Nadie puede entender en serio por qué está tan baja la brecha”, admitió en estricto anonimato una de las voces más escuchadas en el mercado a quien recurrentemente convocan para asumir alguna función en diferentes armados de equipos económicos recientes.
La explicación más difundida es que, por el momento, el mercado “compra” el ancla fiscal prometida. El propio Caputo destaca en cada oportunidad que tiene que el corazón de su programa es el ajuste fiscal, único frente en el que habrá shock. Sin embargo, también ese planteo plantea inquietudes respecto a su sostenibilidad más allá de este año. “Para estabilizar es necesario un programa fiscal que no dependa de licuación de gastos ni de impuestos extraordinarios (el impuesto PAIS) y un programa financiero que no esté exclusivamente basado en la recirculación de los pesos entre el Banco Central y el Tesoro”, apuntó Marina Dal Poggetto. Sin esos elementos, elementos, aun cuando existan dólares suficientes para avanzar en la unificación cambiaria, los riesgos de cara a 2025 aumentarían considerablemente.
Por otra parte, conseguir los dólares suficientes tampoco luce una meta tan accesible. Si bien se espera una buena cosecha y mayores ingresos de divisas desde otros sectores, la herencia es pesada y la demanda de divisas muy alta. En ese contexto, la renegociación del FMI tendrá la centralidad de siempre. El calendario de pagos y reembolsos que se establezca será fundamental.También lo será la posibilidad de obtener fondos frescos, objetivo para el cual primero el Gobierno deberá mostrar los deberes bien hechos. En ese sentido, fuentes de fluído diálogo con autoridades del organismo aseguraron que esa posibilidad está en el menú pero nunca antes del segundo semestre. Habrá que pasar el verano y el otoño, capaz que en el invierno aparezca algún verde en el paisaje económico.