El Presidente que asume este 10 de diciembre ha comenzado a actuar sobre las expectativas desde el momento que resultó electo en el balotaje del 19 de noviembre, cuando anunció que se viene una “estanflación”, es decir que se prolongaría en los próximos meses la situación actual de convivencia entre el estancamiento e incluso recesión de la actividad industrial y comercial y elevada y creciente tasa de inflación.
Basta observar el comportamiento de algunos de los indicadores de la macroeconomía que informa periódicamente el Indec, como el PBI, el consumo privado y del sector público, la inversión en máquinas y equipos e inflación, para entender el énfasis y preocupación que ha decidido poner el presidente Javier Milei, porque revertir ese proceso es clave para poder reducir la dolorosa magnitud de la pobreza y mejorar la calidad de vida de la población en general.
Si se toma como punto de referencia general 2011, cuando es reelecta Cristina Fernández de Kirchner para su segunda presidencia con casi 54% de los votos, porque desde entonces el PBI acusa 7 bajas y apenas 5 subas, y acumula entre extremos hasta el presente apenas 1% (aun con datos parciales del tercer trimestre, y estimado para el cuarto 2023); aumento en el consumo privado 3,7%; del consumo del sector público en su conjunto 19,7%; la inversión en formación de capital cayó 0,7% pese a crecer 1,7% en máquinas y equipos; y por el contrario, la inflación acusa un ciclo de aceleración hasta totalizar 8.400% en 12 años.
En los siete años previos (2004 a 2010) al inicio de la estanflación el PBI sólo había caído en uno (2009), y la inflación había desacelerado notablemente
En los siete años previos (2004 a 2010) al inicio de la estanflación el PBI sólo había caído en uno (2009), y la tasa de inflación había desacelerado notablemente de la herencia que había dejado la ruptura traumática del régimen de convertibilidad fija del peso, con default y pesificación asimétrica entre depósitos y préstamos.
Este fenómeno de virtual estancamiento y recesión con alta inflación fue definido como estanflación en 1965, cuando en el Reino Unido, en un momento de tensión económica lo utiliza por primera vez el ministro de Finanzas Iain Macleod, mientras hablaba en la Cámara de los Comunes, y luego se lo incorpora en la academia económica cuando en los 70 se desata la crisis del petróleo y junto con el elevado gasto público en materia militar y social que mostraban las finanzas públicas en los EEUU, provoca recesión y aceleración de la inflación, al punto que lleva a implementar políticas fiscales y monetarias muy restrictivas, como las que ahora se propone llevar a cabo desde el primer día el presidente Milei.
“Con una mirada de largo plazo, la economía argentina está estancada desde 2011, con una tasa de inflación de dos dígitos que se ha acelerado desde la crisis cambiaria del 2018-2019 y luego con la explosión de gasto post pandémico financiado con emisión y la nueva crisis cambiaria del 2021-2022, y otra vez, con emisión y crisis cambiaria en el 2023. Pero con una visión más microscópica, dentro de ese estancamiento de largo plazo ha habido ciclos de corto plazo de reactivación”, sostenía el economista Enrique Szewach en una columna de opinión en Infobae una semana atrás.
Y el economista, Agustín Etchebarne, fue un poco más atrás. Escribió también en Infobae en la última semana: “La estanflación es de las peores cosas que le puede ocurrir a un país, ya que significa un estancamiento de la economía mientras que se acelera la inflación. Pero Argentina se encuentra en estanflación desde 2007, precisamente el año en que asumió Cristina Fernández de Kirchner, quien es la principal responsable política de esta situación junto con todo el kirchnerismo, que han dominado 100% del tiempo el Senado de la Nación, y han tenido 16 años el poder absoluto con el control del ejecutivo y del legislativo, y aun durante los cuatro años de Macri, conservaron buena parte del poder”.
Con el mismo contexto internacional, el PBI per cápita entre 2007 y 2022, prosperó en toda la región: Uruguay creció 49%; Paraguay 37%; Brasil 12%; Chile 29%; Bolivia 37%, Perú 49% (Etchebarne)
Y aclara Etchebarne: “Es cierto que el país sufrió la crisis global de 2008, la pandemia en 2020 y la dura seca de 2023. No debemos incluir la guerra de Ucrania porque, en todo caso, nos debió beneficiar dado que es un competidor de la Argentina. Pero con el mismo contexto internacional, con datos del Banco Mundial, podemos ver que el PBI per cápita, a precios constantes, entre 2007 y 2022, prosperó en toda la región: Uruguay creció 49%; Paraguay 37%; Brasil 12%; Chile 29%; Bolivia 37%, Perú 49 por ciento”.
En tanto, para el economista Carlos Leyba: “Los que se van y perdieron -primera y segunda vuelta- nos dejaron estancados con enorme inflación, dentro de medio siglo de estanflación (1975/2023), y 44% de pobreza, 63% de pobreza adolescente, derrumbe vertiginoso de la educación, ascenso imparable de inseguridad; y estructura económica productiva, tan débil, que no puede resistir sequía extrema”.
Los datos del Indec
Si bien las Cuentas Nacionales que informa el Indec arrojan un virtual estancamiento del PBI a precios constantes de 2004 (valores reales) en la comparación del nivel actual con la de 12 años antes, cuanto se lo ajusta por el efecto del crecimiento vegetativo de la población a un ritmo acumulativo de 1% por año, se traduce en una caída del ingreso real por habitante de 10,7%, el cual es consistente con el notable deterioro de la condiciones de vida de los hogares y salto de la pobreza a más de 40% de los residentes en el país.
La política irresponsablemente expansiva del gasto público (subió 19,7% en valores reales), porque no se ha correspondido con el aumento en similar magnitud de los recursos tributarios -pese al constante aumento de impuestos de ingresos extraordinarios con blanqueo de capitales- ha llevado a una creciente dependencia de la emisión del Banco Central como fuente de financiamiento, pese a los efectos probados que de esa forma se impulsa la inflación, explica que en los últimos años el PBI real por habitante haya caído. El resultado fue un modesto incremento del consumo privado.
La política irresponsablemente expansiva del gasto público (subió 19,7% en valores reales) ha llevado a una creciente dependencia de la emisión del Banco Central
También llevaron a ese resultado las históricamente fallidas políticas de control de cambios y cierre de la economía, junto con la regulación de los precios e intervención del gobierno en todos los mercados.
Esas dos variables agregadas, como promedio general, medidas en términos por habitante en pesos constantes, significaron en el período bajo análisis en un crecimiento de 5,8% en el primer caso y caída de 8,3% en el segundo.
Sin duda, el componente de la demanda agregada más afectado por este nuevo ciclo de estanflación en la Argentina ha sido la inversión en términos de contracción real por habitante: 12,2% en la total y 10,1% en el caso específico de maquinarias y equipos, aunque se mantuvo en términos relativos al PBI, porque correlacionó plenamente con su desempeño.
Cuando el PBI se contrae en forma sostenida, la porción de la “torta” de cada sector es también más chica, aunque se mantenga en porcentaje
Justamente, la persistencia de la tasa de inversión en torno a 21% hizo suponer a muchos ministros y funcionarios del área, y hasta algunos consultores de empresas, que la economía mantenía su vitalidad, sin embargo no siempre esa referencia es buena, porque cuando el PBI se contrae en forma sostenida, la porción de la “torta” de cada sector es también más chica, aunque se mantenga la relación con el resto y la proporcionalidad histórica.
Solo con políticas orientadas a recuperar la senda del crecimiento sostenido la Argentina podrá ir recuperándose no solo la productividad media, sino también elevar la calidad de vida de los trabajadores, y de esa forma de sus familias, como recuperar mercados de exportación y generar las divisas que el país necesita para recomponer las reservas del BCRA y afrontar las deudas comerciales acumuladas con el resto del mundo en el último año.
Solo con políticas orientadas a recuperar la senda del crecimiento sostenido la Argentina podrá ir recuperándose no solo la productividad, sino también la calidad de vida de la población
En el caso del PBI, volver al nivel máximo que registró en 2011 requiere un aumento de 12% por habitante. Una brecha similar se abrió en el caso del consumo privado, y de 14% en el de la inversión bruta fija.
Por el contrario, para que el consumo del sector público retroceda al nivel real que registró en 2011, previo a que se dispusiera el cepo cambiario y se intensificara la regulación de la economía en todos los frentes, el gasto deberá contraerse 32% en valores reales, y volver a una proporción de 11,4% del PBI.