Rescatar, canjear o no hacer nada, las tres alternativas que se le plantean al próximo ministro de Economía, Luis Caputo, y al presidente del Banco Central que lo acompañe en la aventura de desarmar la “bola de Leliq”. Se descuenta que el afortunado será Santiago Bausili aunque aún no llega la confirmación oficial.
Si bien gran parte de la biblioteca de economistas está convencida de que el problema central es fiscal y que las Leliq son una mera consecuencia que se resolvería “sola” en la medida que las señales de nuevo gobierno reconstruyan la confianza del mercado, la idea de “no hacer nada” está descartado en los planes de Caputo. La idea de dejar que el stock de pasivos remunerados se vaya reduciendo por sí mismo, con tasa real negativa y una administración fiscal que no haga lo crecer, no sólo podría demorar el trámite de eliminar las restricciones cambiarias y unificar el tipo de cambio, algo que de todos modos el propio Milei admitió no será inminente.
Además, creen, dejar que se licúen presenta riesgos. En principio, la deuda del Banco Central acortó notoriamente sus plazos ya que el stock de Leliq a 30 días se convirtió en una “montaña de Pases” a 1 día. En menos de tres semanas, las letras de liquidez migraron rápidamente y redujeron el monto total a $7,5 billones mientras que los Pases ahora ascienden a poco más del doble, unos $15.3 billones. Esa mutación, dada por la preferencia de liquidez de los bancos, no cambia demasiado la foto de los pasivos remunerados del Banco Central pero suma potencial inestabilidad.
De ahí que Caputo y equipo tienen en mente “hacer algo”. Los propios colaboradores del futuro ministro admitieron el trazo grueso de ese plan, que consiste esencialmente en canjear la deuda del BCRA por deuda del Tesoro. Ese plan, considerado la mejor opción disponible ante la falta de financiamiento externo para eventualmente pagar la deuda con emisión y que apuntaría a extender los plazos de esa deuda, desactivando riegos en el corto plazo, tampoco está exento de puntos débiles.
El principal de ellos es que la medida es potencialmente expansiva: si la liquidez de los bancos se reorienta de los pasivos del BCRA al Tesoro, entonces resultará clave qué hace el Tesoro con esos pesos. Es decir, si los usa para financiar gastos o si, por el contrario, los deposita en el Banco Central o los destina a cancelar adelantos transitorios.
Sin embargo, ese no es el único ni tampoco el principal problema que los analistas identifican en el plan Caputo. El escollo central está, en definitiva, en la contracara de las Leliq, es decir, en los plazos fijos. Mejor dicho, en la reacción de los ahorristas ante posibles turbulencias en el mercado cambiario. Un salto del dólar informal o financiero, por ejemplo, podría alentar a los ahorristas a retirar sus depósitos. Pero esos fondos estarían invertidos en títulos de deuda de mucho más largo plazo, por lo cual en el mercado consideran inevitable que el Banco Central habilite una ventanilla de asistencia para que las entidades puedan responder por esos depósitos. En ese escenario, el problema original persiste.
“Una opción es que se proponga un canje de estos pasivos del BCRA por un bono más largo del Tesoro o del mismo Banco Central. A priori esta opción no es mala siempre y cuando se extiendan los plazos”, sostuvo el último informe de Econviews, en el que de todos modos se advirtió que “un punto que debe tenerse en cuenta es que las Leliqs o los Pases están respaldando depósitos por lo que si se canjean por un bono muy largo habrá que pensar en darle a los bancos una ventanilla de liquidez por si esos depósitos no se renuevan”. Es decir, el descalce de plazos emerge como el talón de Aquiles de la propuesta de Caputo para los bancos, por lo que desde la consultora fundada por el secretario de Finanzas, Miguel Kiguel, aportaron una alternativa: la diversificación de soluciones. “Posiblemente lo mejor sería canjear solo un porcentaje, de manera de no afectar al sistema”, opinaron.