El gobierno superó el reciente sofocón por la escasez de combustibles, pero se trata de una solución transitoria. Rascó el chanchito y los pocos dólares del BCRA y logró que entraran barcos llenos de combustible que ante la incertidumbre de cobro remoloneaban por el Río de la Plata, a pocas millas de donde finalmente descargaron. Un rápido despliegue logístico de miles de camiones distribuyendo nafta y gasoil por todo el país hizo el resto.
Pero el problema reaparecerá si no se arreglan cuestiones de fondo, como la relación de precios locales e internacionales, la escasez de divisas y un esquema que no atrae las inversiones necesarias para sostener el aumento de la producción de petróleo y gas, aumentar la capacidad de refinación y disponer de alternativas como un mayor aporte doméstico de biocombustibles, sea en forma etanol (de azúcar o maíz) o biodiesel (a partir de aceite de soja).
En pleno sofocón, el ministro de Economía, Sergio Massa, puso el tema en términos electorales; dijo que en su “proyecto de país” los argentinos seguirían pagando la nafta barata (días después hubo un aumento del 10%), pero en un eventual gobierno de Javier Milei, su rival de la segunda vuelta, la nafta costaría $680 el litro. Días después, Juan José Aranguren, quien fue secretario de Energía en el gobierno de Macri, estiró la cifra a $900 el litro.
Quién da más
En la semana la consultora Economía y Energía, de Nicolás Arceo, quien fue vicepresidente de Administración y Finanzas de YPF en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) e integró el equipo económico de Axel Kicillof, planteó escenarios de precios de los combustibles que (a valores de hoy) llevan los valores a extremos superiores a los 1.200 pesos.
Bajo el título “Situación actual del mercado de combustibles”, el último informe de la consultora Economía y Energía, que encabeza Arceo, recuerda que la reciente crisis de abastecimiento fue la segunda en menos de 18 meses y apunta que, más allá de los determinantes puntuales que la provocaron, “el sensible abaratamiento de los combustibles en el mercado local condujo a un aumento significativo en los niveles de consumo, tanto de naftas como de gasoil, a lo largo de los últimos años”.
Evaluado en pesos constantes, precisa el informe, “el valor de las naftas en surtidor durante septiembre se ubicó un 34% por debajo del promedio verificado a lo largo de la última década, mientras que la contracción en el caso del gasoil alcanzó el 20 por ciento”.
Así las cosas, pese la mayor producción doméstica de combustibles en los primeros 9 meses de 2023, el aumento de la demanda en el marco de la contienda electoral y la parada programada de parte del parque refinador, llevó a la necesidad de aumentar las importaciones de combustibles, limitada y demorada por las restricciones al acceso a divisas.
Los precios más bajos en 10 años
Según el informe, el precio de los combustibles en surtidor “se ubica, en términos reales, en el nivel más bajo de la última década” y condujo a una caída del valor del crudo en el mercado local. “En el último acuerdo de precios en agosto, las empresas refinadoras, los productores de crudo y el Estado Nacional acordaron el sostenimiento de los precios en surtidor hasta fines de octubre de 2023, proceso que seguramente se extenderá hasta la segunda vuelta del proceso electoral”, dice la consultora de Arceo. Pero la devaluación del peso, la necesidad de recomponer los impuestos sobre los combustibles y llegar a un valor del crudo local que sostenga niveles de inversión, dice el informe, “requerirá de incrementos significativos en el precio de los combustibles a lo largo de los próximos meses”.
El informe plantea escenarios en función del valor al que lleguen el dólar y se recomponga el precio interno del crudo. Para un promedio de precio de los combustibles de $334 en septiembre, los valores pasarían a un rango de entre $523 y 968 el litro según el dólar se estabilice entre los $500 y 1.000, si el gobierno decide mantener el precio del crudo local en USD 56 el barril, bien por debajo de los USD 85 a 90 del mercado internacional. Si en cambio se llevara el precio del crudo local a USD 65 el barril, el rango de precios iría de $580 a $1.087, dependiendo de a cuánto cotice el dólar en rango de 500 a 1.000 pesos. Y si el precio del crudo se estirara a USD 75 (todavía debajo, pero mucho más cerca del valor internacional, de modo de hacer más atractiva la inversión en las cuencas locales), el precio de los combustibles iría a un rango de entre $654 y 1.232 pesos. Cabe consignar que Arceo asume una recomposición del 254% en la alícuota de los tributos sobre los combustibles (ICL y CO2). Tal vez parezca mucho, pero más improbable aún es que el gobierno siga postergando esa actualización.
El informe muestra, además, que valuados a dólar oficial o a dólar blue, la nafta y el gasoil están en la Argentina mucho más baratas que en las vecinas Uruguay, Chile, Brasil y Paraguay.
La escasez de combustible también reactivó la queja del sector de biocombustibles, que creció fuerte a partir de 2007/08, pero se mancó en los últimos 7 años, al punto que la actual capacidad de producción es 15% inferior a la de 2016. Y aun así, el sector opera con una capacidad ociosa de más del 77%, precisa un informe del Ciara-CEC en base a un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario, en torno del cual se desarrolló el cluster aceitero que alimenta las 33 bio-refinerías aun en pie en el país, de las 38 que llegó a haber tras el envión inicial.
Contraste con Brasil
El estudio contrasta la situación de los biocombustibles en Brasil, que mostró una política coherente con porcentajes de corte en aumento: de entre 10 y 13% en los últimos año, y la meta de llegar al 15% en 2026, mientras en la Argentina en los últimos año el sector fue sometido a fuertes y contradictorias oscilaciones: disminución por ley del corte de 10 a 5% en 2021, aumento temporario a 12,5% durante la crisis de escasez de gasoil de 2022, rebaja al 7,5% actual. Inestabilidad e imprevisibilidad pura, como refleja el gráfico de abajo.
El sector reclama ahora una “sustitución de importaciones inteligente de la compra de combustibles a partir de un mayor uso de biodiesel a partir del aceite de soja, “para ahorrar divisas de importación de gasoil y promover la industria de biodiesel”. La solución, dice, “está al alcance de cualquier funcionario del área. Basta con aumentar el corte obligatorio del uso de biodiesel local, y permitir la libre competencia entre oferentes nacionales”.
El del biodiesel es un sector altamente regulado, y compartimentado. Las grandes elaboradoras solo pueden exportar y el mercado interno es exclusivamente para para las pyme agrupadas en la Cámara de Empresas Pyme Reginales Elaboradoras de Biocombustibles (Cepreb), concepto que las grandes cuestionan, ya que hay varias “pymes” de un solo controlante. Lo cierto es que también la Cepreb emitió un comunicado en el que “para no frenar la producción del campo” ofreció producto. “Frente al reclamo de las Sociedades Rurales zonales y asociaciones de productores por no poder trabajar en momentos de siembra de soja y maíz, las 27 empresas pymes de biodiesel de la Argentina pusieron a disposición del gobierno 75.000 toneladas de biocombustible para superar la urgencia energética. De las 27 pymes productoras de biodiesel del país, 20 pararon sus plantas en septiembre y las restantes operaron a un 20% de su capacidad por el aumento de los costos del aceite de soja y el congelamiento del precio regulado que rige desde agosto”, dijo un comunicado que refirió la reciente protesta de productores en las rutas por falta de gasoil. El reclamo es, básicamente, que el gobierno actualice el precio regulado del biodiesel, cuyo último aumento, del 20%, fue el lunes post-PASO. “Hoy la tonelada está en $434.006 y está congelado pese a la inflación mensual”, dicen en Cepreb.
En Tucumán, el fin de semana pasado, Massa adelantó que el miércoles siguiente anunciaría un aumento del cupo de bioetanol a partir de azúcar en la nafta (y que lo haría más adelante para el etanol a partir de maíz), pero el anuncio tendría lugar recién el próximo lunes. En cambio, no dijo nada sobre el aumento del cupo de biodiesel, a partir de soja, en el gasoil, cuya escasez urge al campo. Y hay expectativas sobre la visita del ministro-candidato (también el lunes) a Córdoba, una provincia que le es electoralmente adversa.
Habrá que ver qué hace el gobierno, pero lo cierto es que se trata de otro sector al que la política económica llevó a contramano de las tendencias internacionales.
En 2023, dice un informe de Julio Calzada y Bruno Ferrari, de la BCR, la producción de biodiesel de la Argentina fue la más baja desde 2008, mientras la producción mundial, según la publicación especializada Oil World, llegaría al récord histórico de más de 56 millones de toneladas.
Es cierto que este año influyó la sequía, pero como muestra el gráfico de arriba, forma parte de una tendencia que, con altibajos, lleva varios años. Cuando la política económica va a contramano de la producción, también suelen hacerlo los resultados.