La fórmula 70%/30% para el ingreso de todos los dólares generados por las exportaciones marca una nueva versión en el tratamiento del mercado cambiario por parte de Sergio Massa. En los primeros días de su implementación consiguió los resultados buscados, sobre todo porque al aumentar la oferta de divisas logró una significativa baja en la cotización de los dólares financieros.
Tanto el contado con liquidación como el dólar MEP cerraron la semana claramente por debajo de los $900, tras haber superado los $1.000 en la previa electoral. Ahora el ministro de Economía y candidato presidencial se juega a que no haya sorpresas hasta el balotaje, al revés de lo sucedido en la previa a las PASO y a las elecciones generales, cuando el dólar sufrió significativas alzas, con el correspondiente efecto sobre la inflación.
El flojo resultado de Javier Milei, que llegó a la segunda vuelta pero con menos votos de lo esperado, también ayudó a descomprimir la presión cambiaria. Básicamente los inversores consideraron que el plan dolarizador que impulsaba el libertario ya no será implementado. Ya sea por una derrota suya o por la necesidad de negociar con Mauricio Macri y Patricia Bullrich en caso de una victoria, cuando estos ya habían manifestado su negativa a dar este paso.
Aunque todavía falta mucho para llegar al 10 de diciembre, sobre todo la segunda vuelta, no es difícil imaginar que Massa intentará llevar adelante un esquema bastante parecido al de ahora. Significa una suerte de desdoblamiento cambiario, que permite a los exportadores conseguir un dólar más atractivo (porque 30% de las ventas ingresan por el mercado libre). Al mismo tiempo se mantiene un tipo de cambio importador más atrasado, aunque con discrecionalidad respecto a quiénes pueden acceder al mismo y quiénes no.
El cepo sigue
De lo expuesto surgen algunas conclusiones. La primera es que se mantendrá el cepo cambiario y no hay señales de unificación cambiaria a la vista. En verdad, ninguno de los candidatos había propuesto una salida rápida, ya que la gran expansión de los agregados monetarios en pesos podría desatar una peligrosa estampida cambiaria.
El cepo cambiario seguirá siendo una realidad por mucho tiempo y no está en los planes de Sergio Massa eliminarlo. A lo sumo el objetivo es aprovechar los dólares de la soja del año que viene para acumular reservas y aliviar las restricciones que hoy afectan a los importadores, cada vez con más problemas para ingresar insumos
Solo después de la segunda vuelta, y si gana Massa, el Gobierno retomaría un ajuste gradual del tipo de cambio. Al estar congelado desde mediados de agosto, el dólar oficial a $350 ya quedó más atrasado que antes de las PASO, por lo que una adecuación es imprescindible.
Massa ya descartó la posibilidad de un nuevo ajuste brusco del dólar oficial. Comprobó que sin un plan de estabilización y credibilidad plena, cualquier salto del tipo de cambio se traslada casi automáticamente a precios.
La economía deberá transitar un duro camino en los próximos meses, independientemente de quién gane. Además del ajuste gradual del tipo de cambio, también habrá que ir descongelando tarifas.
Los aumentos salariales que en algunos sectores ya están en niveles de casi 50% -como ocurre en el sector mercantil- reflejan la presión que habrá post elecciones en muchos sectores, que siguen tironeando con el gobierno, que exige mantener Precios Justos hasta fin de año. ¿Es posible mantener aumentos de 5% mensuales cuando los incrementos salariales llegan a casi 50% en un trimestre? La respuesta es obvia.
El equipo económico ya dejó claramente explicitado, y en varias oportunidades, que no hay ninguna posibilidad de ir a una nueva nueva devaluación brusca del tipo de cambio, como la ocurrida en agosto. Se retomaría el “crawling peg” para no perderse pisada a la inflación, pero siempre después del balotaje
La mayoría de los analistas coincide en que para fin de año se viene una nueva versión de un rodrigazo, ante la olla a presión que se gestó en la mayoría de las variables económicas: dólar, tarifas, combustibles y precios en las góndolas. Los faltantes en las estaciones de servicio, en supermercados y en otros sectores como materiales de la construcción en las últimas jornadas no hacen más que reflejar estas tensiones crecientes. Con los precios que intenta mantener artificialmente el gobierno es inevitable que aumente la escasez de productos.
Todo quieto
Nada debe moverse hasta el 19 de noviembre, según la orden que dio Massa. Pero después tampoco habrá una liberación de buenas a primeras ni mucho menos. En conferencia de prensa el candidato presidencial confirmó que se mantiene firme el compromiso de conseguir un superávit fiscal de 1% del PBI el año próximo y también anunció que ordenará inmediatamente “medidas de austeridad”. Pero por ahora no hubo mayores precisiones de lo uno ni de lo otro.
Los nombres que circulan para hacerse cargo del área económica si Massa es presidente dejan claro que no hay planes de ir a un cambio sustancial de modelo ni mucho menos. Pero por otra parte, es posible que se acuda a un funcionario muy leal para hacer el “trabajo sucio” que será inevitable en el arranque de la gestión
Si gana las elecciones, Massa sabe que deberá aguantar el mal trago que se viene para el verano, con renovada presión cambiaria y un importante aumento de la inflación, por lo menos entre diciembre y marzo. Según estima la mayoría de las consultoras privadas, el 2023 terminará con una inflación acumulada del 180%, mientras que para marzo o abril del año próximo podría ascender al 250% interanual.
Mientras tanto, el gobierno deberá elaborar un programa para reencauzar la economía y alcanzar el equilibrio fiscal. Lo más probable es que aumente la presión impositiva para las empresas y para la clase media y alta, es decir aquellos más reacios a votarlo.
Al mismo tiempo, se apunta a que la próxima cosecha aporte entre USD 10.000 y USD 15.000 millones más que la previa, lo que le permitiría al Central volver a acumular reservas. Todo cierra, sin embargo, si al mismo tiempo se mantiene un férreo control sobre las importaciones, es decir un cepo estricto.
Si este esquema es el elegido, como todo parece indicar, no será sencillo recuperar la confianza de los mercados. Por lo tanto, el riesgo país no bajaría lo suficiente como para recuperar acceso a los mercados de financiamiento. Una nueva restructuración de la deuda será casi inevitable y es muy posible que hasta el propio FMI la avale en el marco de un nuevo acuerdo.
La danza de nombres de quiénes podrían hacerse cargo del área económica está a la orden del día. Una de las versiones es que el primero que se haga cargo del área será una suerte de Remes Lenicov, que haga el “trabajo sucio” como ocurrió durante el gobierno de Eduardo Duhalde tras la salida de la Convertibilidad en 2002.