El peso argentino y la lira turca: dos monedas hermanadas en la debilidad

La reciente medida de la plataforma de venta y desarrollo online de videojuego Steam de cobrar en dólares en ambos paises es el resultado de similitudes políticas y económicas de larga data

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EFE/EPA/ERDEM SAHIN/Archivo
EFE/EPA/ERDEM SAHIN/Archivo

El adiós al dólar gamer, por el cual Steam dejará de cobrar en pesos argentinos en la Argentina y en liras turcas en Turquía, está lejos de ser una simple coincidencia. Las economías argentina y turca se mueven, desde hace décadas, en desafortunada sintonía.

Esa sintonía se acentuó de la mano de las políticas económicas populistas que aplicaron los respectivos gobiernos en lo que va del siglo XXI.

Como resultado, en los últimos 10 años, sobre un listado de 115 monedas del mundo listadas por Charlie Bilello, jefe de estrategia de mercado de la consultora norteamericana Creative Planning, el peso argentino y la lira turca figuran como la cuarta y quinta que más se devaluaron respecto del dólar.

La moneda argentina perdió 98,3% y la turca un 92,6% de su valor, una pérdida solo superada por el bolívar venezolano (-99,9998%) y las libras sudanesa y siria (-99,3 y -99,1 respectivamente). Como muestra el cuadro adjunto, en el ranking devaluatorio del último decenio las monedas argentina y turca son seguidos de cerca por el dólar de Surinam (-91,5%), el kwanza angolano (-88,2%), el won norcoreano (-85,9%), el som uzbekistaní (-82,4%) y el cedi ghanés (-81,3%).

Las similitudes se acentuaron durante los gobiernos de Alberto Fernández en la Argentina y Recep Tayip Erdogan en Turquía.

Por caso, en un ranking de las inflaciones más altas del mundo en los últimos 12 meses, ambos países vuelven a aparecer en un extremo y esta vez incluso se suben al podio escoltando a Venezuela (439% de inflación). La inflación que consigna allí Bilello para la Argentina es 124%, el dato interanual hasta agosto, que se elevó a 138% en septiembre, más del doble de la inflación interanual de Turquía, del 62 por ciento.

La elevada inflación derivada del menefreguismo populista tiene a su vez que ver con otro aspecto en el que las políticas económicas argentina y turca van de la mano: son a la vez, como puede verse en la tabla de tasas de “política monetaria” aplicadas por los bancos centrales de 33 países del mundo, los que tienen las tasas de interés nominales más altas (133 y 30% respectivamente), pero las más bajas en términos reales (esto es, descontada la inflación): - 31,5% en el caso de Turquía y -5,3% la Argentina.

Tener las tasas de inflación más altas del mundo y una de las las monedas más débiles de los países de la masa eurasiática, sin embargo, no le ha impedido a Recep Tayip Erdogan, el moderadamente islamista y autoritario líder que gobierna Turquía hace 20 años (llegó al poder en 2003, el mismo año en que lo hizo el kirchnerismo en la Argentina), volver a ser releecto presidente en mayo pasado, imponiéndose en segunda vuelta con el 52% de los votos al socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, que obtuvo el 48% de los votos.

Inflación, salario, empleo y votos

Erdogan ganó gracias al voto de la “Turquía profunda”, rural, y perdió en las regiones y ciudades más cosmopolitas, como Ankara, y en las áreas costeras, más en contacto con el resto del mundo.

El líder turco se impuso porque pese a los problemas macroeconómicos y la caída del salario real, sus políticas de gasto mantuvieron relativamente altos niveles de empleo. Un 48% de la población tiene algún tipo de trabajo, sin contar los trabajos informales, pero en vez de discutir el nivel de los salarios y la seguridad del empleo, argumentó el medio europeo Le Grand Continent, la oposición se enredó en un “debate macroeconómico académico” que no convenció a la mayoría de los turcos, que creyó en peligro lo que sí tenía.

Erdogan, sin embargo, parece que era consciente de que estaba jugando al límite. Menos de dos semanas después de su victoria electoral nombró como ministro de Finanzas a un economista ortodoxo, Mehmet Simsek, quien a su vez nombró como presidente del Banco Central a Hafize Gaye Erkan.

Erkan no solo es -al cabo de una campaña en que Erdogan se apoyó en partidos islamistas, enemigos declarados del feminismo- la primera mujer en presidir el Banco Central de Turquía, sino que tiene credenciales ortodoxas: se doctoró en Economía en la Universidad de Princeton (EEUU) e hizo carreras en Goldman Sachs (donde trabajó 10 años) y llegó a encabezar el área de riesgo e inversiones del First Republic Bank de San Francisco.

Hafize Gaye Erkan, la primera
Hafize Gaye Erkan, la primera mujer en presidir el Banco Central de Turquía, Doctorada en Princeton (EEUU), trabajó 10 años en Goldman Sachs

Simsek, el nuevo ministro, prometió una gestión económica “más racional”, “transparente” y “basada en reglas”, e instrumentó de entrada una devaluación de la lira turca, que estaba claramente sobrevaluada, y aumentó las tasas de interés, lo opuesto que había hecho en los años previos. En un discurso público más propio de un ministro de Finanzas que de un presidente recientemente reelecto, Erdogan aseguró semanas atrás que “con la ayuda de una política monetaria dura vamos a reducir la inflación a un solo dígito (anual).

”¿Erdogan ha realmente abrazado la ortodoxia económica?”, se preguntó a raíz de eso el Financial Times. Difícil creerle, observó el influyente diario británico, tratándose del mismo que antes había llamado a las (altas) tasas de interés “madre y padre de todos los males”.

De hecho, luego de permitir una devaluación inicial de la lira turca, que había mantenido artificialmente en el período pre-electoral, el gobierno debió volver a intervenir en los mercados mediante la venta de reservas, gracias a “canjes de monedas” que en los meses previos la autoridad monetaria turca había acordado en los meses pre-electorales con bancos centrales del Golfo Pérsico, Rusia y China.

Cualquier parecido con la Argentina no es pura coincidencia.

Cuatro décadas de avisos de Ankara a Buenos Aires

Las similitudes entre los ciclos y crisis económicas entre la Argentina y Turquía se pueden remontar al menos a cuatro décadas.

Por caso, ambos países se cuentan entre los que más acuerdos firmaron con el FMI: 21 la Argentina, 19 Turquía, aunque Turquía está hace mucho fuera de cualquier relación con el Fondo: su último acuerdo expiró en mayo de 2008 y desde entonces no está atada a ninguna condicionalidad ni debe pagar vencimiento alguno al organismo.

Turquía no le debe un sólo dólar al FMI, pero las empresas públicas y privadas de Turquía están endeudadas en más de USD 300.000 millones en divisas o con mecanismos de conversión y garantía y han bailado crisis casi al unísono o con muy poco tiempo de diferencia, como revela la siguiente cronología:

1-Crisis de la deuda latinoamericana: Turquía llegó antes, pero la ayudaron

Adolfo Canitrot, uno de los miembros del equipo económico de Juan Sourrrouille durante el gobierno de Raúl Alfonsin, recordaba que la crisis de la deuda latinoamericana, gatillada en agosto de 1982 por el default mexicano, inicio de “la década perdida” de la región, había tenido un preaviso asordinado en Turquía, cuya deuda con los bancos internacionales a fines de los 70 y principios de los 80 era mucho más complicada que las de México, Brasil y la Argentina.

La revolución iraní de 1979
La revolución iraní de 1979 y la guerra de Irán con Irak a partir de 1982 fueron decisivas para que Turquía tuviera una fortísima ayuda financiera y pudiera aumentar fuertemente sus exportaciones, mientras México entraba en default y se iniciaba la crisis de la deuda latinoamericana (EFE)

Sin embargo, Turquía pudo postergar la cuestión por varios años. La revolución iraní y la invasión soviética de Afganistán en 1979 hicieron que por presión de EEUU los bancos internacionales y los organismos con sede en Washington dieran una fortísima ayuda financiera a Ankara, que así pudo simular sus problemas, ayudada también, a partir de 1982, por la guerra entre Irán e Irak que impulsó las exportaciones turcas. Por primera vez, en esos años, las ventas turcas a Medio Oriente superaron las ventas a los países de la Comunidad Europea.

2-Efecto Tequila; Turquía avisó antes, pero no la escucharon

Poco más de una década después, Turquía no pudo disimular una acumulación de gasto público financiada con deuda y sufrió una severa crisis bancaria. Entre fines de 1993 y los primeros 3 meses de 1994 el Banco Central perdió la mitad de sus reservas y la lira la mitad de su valor. Ese año, el PBI cayó 6% y a medida que Turquía recurrió a la emisión para suplir la extinción crediticia, la inflación anual superó el 100 por ciento.

Quizás por el menor grado de globalización financiera (no existían aún los “bonos Brady” ni el “riesgo-país” medido a través del EMBI) y la lejanía geográfica, el aviso no fue escuchado en América Latina, que despertó recién con el default de los tesobonos mexicanos en diciembre del mismo año. La crisis afectó en especial a 4 países: México y la Argentina, porque los inversores consideraron que tenían esquemas económicos similares (“la Argentina no es México”, se desgañitaba en foros internacionales el entonces ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo) y Guatemala y Uruguay, como sus respectivas “provincias económicas”. Igualmente, por las características de “contagio” que tuvo, el entonces director del FMI, Michael Camdessus, calificó el evento como “la primera crisis del siglo XXI”.

3- Crisis del 2000/2001: el año que viene, a la misma hora

Casi en simultáneo con la devaluación brasileña de 1999, Turquía cayó en una crisis bancaria que se desarrolló a lo largo de todo el 2000 y empezó a encarrilarse recién en 2001 con un plan de estabilización y la asistencia crediticia del FMI. El primero de esos créditos, un Stand-by tradicional por poco más de USD 21.000 millones, había sido otorgado el 22 de diciembre de 1999, doce días después de la asunción presidencial del gobierno de Fernando de la Rúa en la Argentina.

Diciembre de 2001; argentinos haciendo
Diciembre de 2001; argentinos haciendo cola al inicio del "corralito bancario. Turquía lo había vivido un año antes.

La crisis, sin embargo, se arrastró durante todo el 2000 y empezó a superarse recién en 2001, cuando el Fondo concedió un “suplemento de reservas” de más de USD 8.000 millones que sirvieron para superar, al fin, la crisis bancaria. Todo sucedía al mismo tiempo que la Argentina se acercaba a la crisis de fines de 2001 y la devaluación de principios de 2002.

4-Crisis del 2018: de nunca acabar

En abril de 2018 la sequía, que recortó los ingresos de dólares por exportación, y el cese abrupto del crédito externo dejaron sin aire al gobierno de Mauricio Macri, que recurrió a un crédito de USD 30.000 millones del FMI. La idea era que el “paquete” convencería a los inversores de retomar el crédito, pero no funcionó. En agosto, una fuerte crisis financiera en Turquía, que afectó a varios bancos europeos e impactó en la cotización de las monedas de países emergentes, fue decisivo para que el BCRA y el FMI decidieran el cambio de estrategia cambiaria, buscando acelerar la eliminación de las Lebac, lo que fue determinante para el pedido de un aumento del crédito del FMI, que en septiembre se estiró a USD 57.000 millones.

La crisis turca reivindicó los alertas de Tim Lee, analista de GT Management y editor del newsletter PiEconomics, cuyos estudios sobre los problemas financieros lo llevaron a estimar que Turquía necesitaba un “rescate” de USD 100.000 millones.

5- Situación actual: de la teoría económica de Erdogan al abrazo de la ortodoxia

Hasta su reelección en mayo pasado, Erdogan había echado en los últimos dos años y medio a 5 presidentes del Banco Central, forzándolos primero a reducir las tasas de interés y culpándolos luego de no controlar la inflación y no ayudarlo en lo que él llama una “guerra de independencia económica”, que incluía el envío de policías y técnicos a investigar cadenas de supermercados y mercados callejeros y la aplicación de multas por precios “excesivos”.

Ahora, sin embargo, el presidente turco parece haber abrazado la ortodoxia. Falta que lo demuestre, y que le crean.

En su libro “Cómo perder un país”, la periodista y escritura turca Ece Temelkuran, ahora exiliada en Croacia, cita los 7 pasos que dio Erdogan con su “Partido de la Justicia y el Desarrollo”. 1) crear un movimiento, 2) trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje, 3) apostar por la posverdad, 4) desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, 5) diseñar su propio modelo de ciudadano, 6) dejar que ese ciudadano se ría del horror y, finalmente, 7) construir un país a medida.

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