Massa afirmó en la mesa de Mirtha Legrand que en un gobierno suyo Lavagna “tendrá mucho que ver”

Dijo que el exjefe del Palacio de Hacienda en las gestiones de Duhalde y Néstor Kirchner participará, pero no habrá cabida para “un montón” de los miembros del actual gabinete

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Massa, junto a Roberto Lavagna,
Massa, junto a Roberto Lavagna, años atrás

El ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, Sergio Massa, reiteró en el programa de Mirtha Legrand que en un eventual gobierno suyo “un montón” de ministros del actual gabinete no tendrían cabida, pero adelantó que el gobierno -dijo. cuando comience “Roberto Lavagna va a estar, es alguien a quien yo respeto mucho y desde el 10 de diciembre Roberto en lo que viene va a tener mucho que ver”.

Massa concurrió al programa acompañado de su esposa, la presidente de Aysa, Malena Galmarini, y su suegrastra, Moria Casán, actual pareja del padre de Malena, Fernando “Pato” Galmarini, quien fue secretario de Deportes del gobierno de Carlos Menem. La mesa se completó con la periodista María Julia Oliván, quien fue la única que intentó cuestionar las afirmaciones del ministro-candidato con preguntas, por caso, acerca de la inflación.

Entre otras cosas que refirió en sus intervenciones en el programa, Massa adelantó que mañana presentará una iniciativa para que el programa Previaje sea instituido por ley, precisó que 7,5 millones de argentinos ya accedieron al programa y habló del efecto multiplicador del sector, que genera -dijo- 550.000 empleos.

Massa volvió a cargar las tintas sobre el programa con el FMI, diciendo que se trata de una “hipoteca” que dejó el gobierno de Mauricio Macri, y la renegociación inflacionaria del exministro Martín Guzmán, pero aseguró que 2024 será un gran año porque -afirmó- entre otras cosas la balanza energética pasará de un déficit de USD 7.000 millones en 2022 a un superávit de USD 7.000 millones.

También criticó la propuesta de dolarización de Javier Milei, señalando que solo 3 países del mundo -Ecuador, El Salvador y Zimbabue, dolarizan su economía. Dijo también que en un eventual gobierno suyo se planteará, entre otros objetivos, llegar a un millón de créditos hipotecarios.

También habló de la ampliación en USD 5.000 millones del uso del canje de monedas con China y tomó distancia de la denuncia judicial del presidente Alberto Fernández contra Milei diciendo “a Milei y a todos le ganamos en las urnas, no en tribunales”.

Massa, junto a su esposa
Massa, junto a su esposa Malena Galmarini, en la mesa de Mirtha Legrand

La mención a Lavagna como integrante o consejero de su eventual gobierno, Massa busca sumar credibilidad a su propuesta económica, y de hecho elogió su responsabilidad fiscal.

Lavagna se fue del gobierno de Néstor Kirchner a fin de noviembre de 2005, al cabo dos años y medio en que las diferencias con el presidente y la entonces senadora y primera dama, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), se habían ido agigantando.

La gota que rebasó el vaso fue su denuncia, nada menos que en un evento de la Cámara Argentina de la Construcción, de manejos turbios en la obra pública, cuando las sospechas de corrupción en el manejo de ese filón de recursos del Estado eran ya un secreto a voces.

“Hay cierto grado de cartelización de la obra pública, con los sobrecostos que ello implica; el caso de Vialidad es bien conocido, y saben que está siendo investigado por Defensa de la Competencia e incluso por el Banco Mundial”, dijo el hasta entonces ministro más importante del gobierno (fast-forward y aparecen la “Causa Cuadernos”, con gran protagonismo de empresarios de la construcción, y la “Causa Vialidad”, en la que CFK es condenada a 6 años de prisión por defraudación al Estado en la llamada “Causa Vialidad”, la mitad de los 12 que había pedido el fiscal Diego Luciani).

Herencia del duhaldismo

Lavagna era un ministro heredado del duhaldismo, alguien que a regañadientes Kirchner se había visto obligado a confirmar antes de las elecciones de abril 2003, porque lo sabía un activo electoral. De hecho, aportó conducción serena a una recuperación económica iniciada un año antes de que Kirchner llegara a la Casa Rosada (el piso de la caída post-convertibilidad fue abril de 2022) y resolvió las cuestiones más peliagudas. Estas incluyeron el rescate de las cuasimonedas provinciales, la apertura gradual del “corralito” y el “corralón” a los depósitos bancarios, la negociación de un acuerdo con el FMI y la restructuración de la deuda con los acreedores privados que Adolfo Rodríguez Saá había declarado en default ante un Congreso jubiloso.

Lavagna administraba lo que entonces algunos llamaban “rebote” tras un colapso económico-social que había dejado millones de heridos, amén de las muertes de diciembre de 2001 y otras, como los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el Puente Avellaneda.

El “rebote”, sin embargo, fue un envión de crecimiento “a tasas chinas” que duró hasta 2008, el año del conflicto con el campo y, sobre el final, la quiebra de Lehman Brothers y la crisis de las hipotecas. Como ministro, Lavagna fue un buen “comunicador”, cuentan Andrés Borenstein y Gabriel Llorens en el libro “Puede fallar”, sobre política económica y comunicación desde la restauración democrática, pero en dos años y medio había dado demasiadas muestras de independencia respecto de las prácticas y las formas del kirchnerismo.

Roberto Lavagna tomó distancia de
Roberto Lavagna tomó distancia de Massa y de Alternativa Federal cuando sonaron los nombres de Tinelli y Scioli.

Las diferencias abarcaban desde el manejo de las tarifas, que Lavagna no era partidario de mantener congeladas tanto tiempo, hasta su oposición a la fusión Multicanal-Cablevisión, que luego de su salida Kirchner otorgó al grupo Clarín.

También pesaban cuestiones simbólicas que lo pusieron en entredicho con el “relato” K. En la mesa de Mirtha Legrand, por ejemplo, se negó a “elegir” entre CFK e Hilda “Chiche” Duhalde en la previa de la elección legislativa de noviembre de 2005, en la que el kirchnerismo pretendía (y logró) sepultar al duhaldismo. Y antes, en 2004, se había rehusado a asistir al acto en el Colegio Militar en el que Kirchner ordenó descolgar los cuadros de Videla y Bignone “porque sabía –cuentan Borenstein y Llorens- que Kirchner ignoraría el rol histórico de Raúl Alfonsín y no quería convalidar esa foto”.

Pero claramente el detonante fue su denuncia de “cartelización en la obra pública”, una forma eufemística de llamar a la corrupción. Debió irse a la semana siguiente.

En 2007 se postuló a presidente y quedó detrás de dos mujeres: CFK, que se impuso en primera vuelta con poco más de 45% de los votos, y Elisa Carrió, segunda con 23 por ciento. Fue tercero, con 17%. No fue una elección “de tercios”, como la que parece presentarse ahora, pero su vice fue el entonces senador nacional Gerardo Morales, que en 2015 pujó para que a nivel nacional la UCR no se aliara al PRO, de Mauricio Macri, sino al Frente Renovador, de Massa, con el que de hecho se alió para la elección a gobernador de Jujuy. Hace un mes en un acto con gobernadores del “Norte Grande” al que Morales no le sacó el cuerpo, Massa reiteró su promesa de hacer un gobierno “de unidad nacional”, promesa que reitera en cada aparición pública en su doble rol de ministro y candidato.

Además de consejero económico, Lavagna puede ser útil en cometidos así. Aunque peronista, siempre se movió con comodidad a uno y otro lado de las fronteras partidarias. Fue director nacional de Precios del equipo económico de José Ber Gelbard en los gobiernos de Cámpora y Perón, secretario de Comercio e Industria de Alfonsín, embajador ante la Unión Europea, en Bruselas, de Fernando de la Rúa, ministro de Economía de Kirchner y –finalmente- candidato presidencial secundado por Morales. Además, su hijo, Marco Lavagna, integra el equipo de Massa en su doble rol de director del Indec y secretario de Relaciones Financieras Internacionales.

Como Massa, Lavagna también fue de alejarse y acercarse al kirchnerismo. En febrero de 2008, apenas 4 meses después de competir con CFK, se fotografió en Olivos con Kirchner en un ensayo de unificación del PJ que se truncó semanas después, con la crisis del campo. Como dicen que decía Charles de Talleyrand, un habilísimo diplomático que supo estar -siempre en el momento oportuno- con Napoleón y con sus enemigos, en política no existe la traición, sino gente que llama traidor a quien tiene razón antes de tiempo.

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