¿Qué fue, cómo se gestó, qué consecuencias tuvo y por qué los candidatos y sus asesores volvieron a hablar del Plan Bónex que implementó el gobierno de Carlos Menem en 1989?
A pesar de la desconfianza que se profesaban mutuamente, el canciller Domingo Cavallo y el vicepresidente del Banco Central Erman González habían coincidido en recomendarle al ministro de Economía, Néstor Rapanelli, en septiembre de 1989 que, ya que había decidido reprogramar un vencimiento de letras del Tesoro por la desconfianza del mercado, subiera la apuesta y congelara todos los plazos fijos.
En aquel entonces, el dólar oficial cotizaba a 1.200 australes y rondaba los 1.500 en el mercado paralelo. Pero Rapanelli se limitó a postergar el pago de las letras para no enfrentar una tormenta que de todos modos sería inevitable a partir de una nueva hiperinflación que volvió a sacudir al país en forma inmediata.
En las filas del equipo económico nadie podía explicar qué había ocurrido. “Había tres condiciones para que hubiera una hiperinflación: un gobierno débil, una gran base monetaria y pagos muy grandes en moneda extranjera; ninguna de estas premisas se daba y sin embargo sufrimos la híper”, explicaría un integrante del equipo económico un tiempo después.
Al frente de la cartera económica desde el 18 de diciembre, González tampoco se animaba a tomar la drástica decisión de alterar el plazo original de devolución de los depósitos colocados en el sistema financiero y sólo anunció la liberación de precios, el fin de las retenciones y la eliminación de las restricciones a la compra de divisas. Nacía el Erman I, el primero de sus siete planes en un año de gestión. “Procuramos vencer el tigre de la hiperinflación que todavía está agazapado”, se envalentonó este contador nacido en 1935.
Pero las medidas no convencieron a nadie y el último día del año, el nuevo ministro de Economía se comunicó desesperado con Cavallo desde La Rioja para buscar alguna solución de emergencia.
Dolorido por una reciente operación en la vesícula que le habían realizado, el canciller se había trasladado a Córdoba para descansar con su familia. Sin dudar, le recomendó a Erman que pusiera en práctica un proyecto elaborado por Roque Fernández junto al economista Guillermo Calvo, que proponía cambiarles a los ahorristas sus dólares por un bono de largo plazo para eludir el estrangulamiento financiero que afectaba al sector público.
—Llamalo a Roque para que le explique el plan Bonex al presidente y que Felipe Murolo y Carlos Sánchez armen el plan de convertibilidad —le dijo el economista cordobés a su adversario interno.
Pero González no pudo rastrear a Fernández, que había partido a América Central para realizar tareas de consultoría privada, y desechó la posibilidad de convocar a Sánchez y Murolo, colaboradores de Cavallo, porque prefería mantener un régimen de flotación sucia antes que repetir la mala experiencia de anclaje cambiario que consumió a Rapanelli.
Ante la desorientación del ministro de Economía, Cavallo optó por dictarle a su hija Sonia desde su lecho el discurso que al día siguiente González daría a conocer en Buenos Aires.
En qué consistió
El Erman II incluyó el canje obligatorio de los plazos fijos superiores a un millón de australes y de los títulos de la deuda interna por los Bonex serie 1989, para presionar por una baja del dólar y de la inflación.
El economista e historiador Mario Rapoport explicó que además del bono obligatorio, “se prohibió temporalmente a las entidades financieras la recepción de depósitos a plazo fijo, autorizándoles luego la aceptación con plazos mayores a 90 días”.
“Esta dura punción monetaria aplicada al 60% de la base monetaria existente a principios de 1990 implicó una importante pérdida para los depositantes, reduciendo la oferta de dinero y provocando una fuerte recesión. También se esperaba una caída de la demanda y de la cotización del dólar, ya que las empresas se encontraban obligadas a vender sus divisas para pagar sus deudas. Pero el presidente del Banco Central, Rodolfo Rossi, se lanzó a comprar divisas, expandiendo la base monetaria y generando una desconfianza que mantuvo elevada la demanda de dólares. Se produjo entonces otro pico hiperinflacionario”, explicó el historiador económico en su libro “Historia económica, política y social de la Argentina”.
Luego, el ministro comenzó a disparar el resto de la batería de anuncios: reducción del plazo de pago del IVA, corte del financiamiento del Tesoro a las empresas públicas, ingresos por privatizaciones, aumento de las retenciones al agro, reducción del 25% en el gasto público burocrático e intervención del BANADE, entre otras medidas de ajuste que permitieron avanzar hacia un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y comenzar a destrabar los desembolsos que habían sido suspendidos a fines de 1989 por el incumplimiento de metas. La inflación se demoró en bajar: ascendió al 80% en el primer bimestre y al 95% en marzo, pero luego pareció estabilizarse durante algunos meses. Luego de la primera hiperinflación de 1989 que llegó al 3.079%, llegó la segunda en 1990 con 2.314% y en 1991 se esfumó con un 171,7% en el inicio del plan de convertibilidad, que logró bajarla al 24,9% en 1992.
Como comentó Miguel Kiguel en su libro “Las crisis económicas argentinas”, “la hiperinflación de 1989 dejó hondas cicatrices y marcó el final de un ciclo de tasas de inflación muy elevadas que duró casi dos décadas”, un proceso que se repite en los últimos años, con un índice de precios que llegó este año a los tres dígitos nuevamente. Se trata de un contexto diferente, con un mundo casi sin inflación alta, salvo por un puñado de países como Venezuela, Zimbabue, El Líbano y la Argentina.
Ayer, la candidata presidencial de Juntos Patricia Bullrich dijo en el segundo debate presidencial que el plan dolarizador de Javier Milei implicará un “plan Bónex”. Uno de los asesores económicos de Milei, Carlos Rodríguez dijo a Infobae tiempo atrás que “el mercado está licuando los pesos. Milei tiene su propuesta pero está en campaña. Qué va a pasar con los pesos, quién lo sabe. Veremos lo que deja Massa cuando se vaya porque los pesos, si hay que rescatarlos, hay que comprarlos con algo. Si hay buena voluntad, se rescatarán. La mitad está en plazo fijo, que son Leliqs, que son una bicicleta. Rescatarlos sería otro Plan Bonex, y eso para los plazos fijos sería hacerles un favor”. Hoy, el ministro y candidato presidencial Sergio Massa descartó otro Bonex, luego de que Javier Milei recomendara anoche en el debate no renovar los plazos fijos. “Está absolutamente descartado porque si amparado con la emergencia por el FMI y la sequía yo me plantarea en robarle los depósitos a la gente ya lo habría hecho y no lo hice; administré los dólares que había”, dijo Massa. En la Argentina, al parecer, el debate económico siempre retrocede.