Según el viceministro de Massa, para unificar y estabilizar el precio del dólar se necesitan USD 20.000 millones

Gabriel Rubinstein explicó el contexto de la devaluación del 14 de agosto. Ni el FMI ni el Tesoro de EEUU, dijo, quisieron facilitar recursos para “intervenir eficazmente” en el mercado cambiario, reducir la brecha y limitar el efecto inflacionario

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Gabriel Rubinstein, secretario de Política
Gabriel Rubinstein, secretario de Política Económica, y Sergio Massa, ministro de Economía

“Para reducir la brecha cambiaria al 30% sin riesgos, se necesitarían tal vez unos USD 10.000 millones de dólares, y para unificar el mercado cambiario sin riesgos, unos USD 20.000 millones”.

Eso dijo el secretario de Programación Económica, Gabriel Rubinstein, en una presentación que hizo en el ciclo mensual del economista Miguel Ángel Broda, en cuya consultora trabajó como “economista coordinador” a principios de los noventa.

Rubinstein, viceministro de Economía, y especialista macroeconómico del equipo del ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, Sergio Massa, dijo que no se puede unificar el tipo de cambio si no se cuenta con recursos suficientes para intervenir con eficacia y estabilizar el mercado cambiario y que la Argentina no está en condiciones de hacerlo sin ayuda internacional.

Ni el FMI ni el Tesoro de EEUU, dijo, tuvieron disposición a facilitar recursos para una operación de estabilización de ese tipo y por eso -explicó- la devaluación post-PASO del lunes 14 de agosto se transmitió rápidamente a precios e inflación y derivó en la necesidad de implementar más medidas fiscales de las originalmente previstas, para compensar a los sectores más perjudicados.

El funcionario dijo que en el FMI hay quienes acusan al gobierno argentino de “falta de ownership” (algo así como no asumir como propio, no hacerse cargo) del programa económico acordado, pero replicó que, en tal caso, el Fondo tampoco se hace cargo de la presión que ejerció para que se devaluara en las condiciones en que se hizo, y con los resultados que tuvo.

Rubinstein contó que en agosto de 2022, cuando Massa asumió en Economía, el “norte” que se planteó el equipo económico era ir hacia un esquema macroeconómico similar al logrado entre 2003 y 2005, durante la gestión económica de Roberto Lavagna: superávit fiscal primario -en ese entonces de 3% del PIB- bajar hasta eliminar las brechas cambiarias, superávit en cuenta corriente. Período en el cual se logró que la inflación fuera del 5% anual, las tasas de Lebac del 6% anual, y sin controles de precios.

Equilibrio fiscal

Señaló incluso que él era partidario de buscar equilibrio fiscal ya este año, pero no se pudo y se acordó con el FMI una meta de déficit de 1,9%, aunque se le dio la oportunidad al Congreso de mejorar los objetivos a partir de una “Separata” con el detalle de exenciones impositivas que merecerían revisarse, y que ascienden al 4,7% del PIB (entre estas exenciones se destacan las de Ganancias para el Poder Judicial, la de Bienes Personales de inmuebles rurales, el régimen de Tierra del Fuego, etc). Esa oportunidad, dijo, se desaprovechó en 2022.

Para avanzar hacia un mercado cambiario unificado, prosiguió, era necesario cierto volumen de ayuda internacional que permitiera intervenir exitosamente en los mercados financieros y reducir fuertemente las brechas cambiarias.

No había dólares al inicio de la gestión de Massa, y se hizo necesario acudir a soluciones “ad hoc”, empezando por el “dólar soja” (septiembre de 2022) precisamente en esa premisa, porque desde el inicio –señaló- no hubo disposición del FMI ni del Tesoro de EEUU de facilitar recursos para intervenir eficazmente en el mercado, reducir la brecha y avanzar hacia la unificación cambiaria, por lo que se optó por una suerte de gradualismo tanto en el esfuerzo fiscal como en el mercado de cambios.

“No hubo disposición del FMI ni del Tesoro de EEUU de facilitar recursos para intervenir eficazmente en el mercado, reducir la brecha y avanzar hacia la unificación cambiaria” (Gabriel Rubinstein)

Según Rubinstein, la sequía desbarató la marcha del programa, porque restó USD 21.000 millones de exportaciones y 1% del PBI en recaudación fiscal por retenciones, a lo que se sumaron “shocks de oferta” que provocaron muy fuertes subas de precios en carnes, frutas y verduras. Desde entonces, la negociación con el FMI fue un “tironeo” constante, porque el Fondo exigía una megadevaluación para no caer en atrasos y sostenía que cuanto más se devaluara más ayuda habría, “pero siempre se trataba de ayudas muy escasas”. Se logró finalmente que el FMI aceptara la necesidad de intervención cambiaria, pero con una suma de dólares muy acotada.

Rubinstein, entre Batakis y Massa,
Rubinstein, entre Batakis y Massa, en la primera visita del actual ministro al FMI REUTERS/Evelyn Hockstein

Brecha cambiaria

La medida de una devaluación exitosa en las actuales circunstancias, dijo Rubinstein, es reducir la brecha cambiaria. Según él, con una fuerte reducción de la brecha, dado que muchos precios se fijan con el dólar paralelo, la transmisión a precios (pass-through) hubiera sido muy baja. Y no como sucedió en agosto, cuando además se sumó el “cisne negro” del triunfo de Milei en las PASO.

El lunes 14 de agosto, por la mañana, antes de la devaluación, los bonos habían bajado fuertemente, y el blue había saltado 20% (a $720). Luego con la devaluación, avanzó hacia los $800 y las remarcaciones de precios fueron del orden del 20%, recapituló Rubinstein.

“Se hizo mucho esfuerzo para que pudieran retrotraerse muchos precios”, dijo. Sostener los paralelos en la zona de $600, que era un objetivo muy conversado con el FMI, hubiera requerido, con ese cisne negro, de una ayuda adicional que nunca se le ofreció al país. Por eso, siguió, el Gobierno debió ampliar las medidas compensatorias fiscales que se habían acordado con el Fondo. En el caso de la ley que elimina el Impuesto a las Ganancias de la cuarta categoría, explicó, era una propuesta que Massa llevaba sosteniendo hace más de 10 años.

Los desafíos macroeconómicos hoy siguen siendo los mismos del inicio de la gestión del ministro, subrayó su vice: ir hacia el superávit fiscal primario y trazar una hoja de ruta hacia la unificación del mercado cambiario. El primer objetivo, consideró, sería factible, con esfuerzo, de lograr en 2024, partiendo de que una campaña agrícola normal no solo aportará más dólares sino también una mejora en la recaudación equivalente al 1% del PBI.

Rubinstein consideró muy positivo que los 3 principales candidatos presidenciales coincidan en la necesidad de ir hacia el equilibrio fiscal. Cuando asumió el actual equipo económico, recordó, el déficit fiscal primario tendía hacia el 4% del PBI. Se hizo un esfuerzo fiscal importante, remarcó. “En 2022, sin recesión, el déficit comparable fue del 2,7% del PIB. Y este año, con la sequía más grande de la historia, el déficit será menor que en 2022, y procuraremos que sea lo más bajo posible. Está ayudando en ese esfuerzo, una recaudación más robusta que la proyectada”, afirmó.

Tanto en materia fiscal como de reservas, concluyó el funcionario, la situación será mejor en 2024, pero este será seguramente todavía “un año de transición”. Rubinstein insistió en que es siempre Massa quien toma las decisiones finales en el equipo económico y lo definió como “un líder” con una extraordinaria capacidad de trabajo, gran conocimiento de la realidad del país y una gran capacidad de diálogo con todo el espectro político, económico, sindical y social.

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