La información y el discurso político en torno de la minería en la Argentina subrayan el aumento y la potencialidad de las inversiones y exportaciones del sector, destacando el número de proyectos (la cuenta más amplia refiere 160) y el aporte de divisas.
Por caso, en 2022 las exportaciones mineras sumaron USD 3.857 millones, el máximo histórico, y en los primeros 8 meses de este año acumulan USD 2.584 millones, 5,8% más que en igual período de 2022, pese a que los precios de ciertos productos, como el carbonato de litio, están por debajo de los récords del año pasado.
Un aspecto menos destacado es que la minería lleva 29 meses consecutivos de aumento del empleo, algo particularmente valioso tratándose -como nota un estudio del centro Fundar- “del sector que tiene la menor tasa de empleo no registrado de la economía y los salarios más altos, junto a petróleo y gas”.
Puestos de trabajo
A mayo de 2023 -último mes para el que se cuenta con datos- el empleo minero en Argentina alcanzó a 38.853 puestos de trabajo, un aumento del 6,8% en relación a mayo de 2022, precisa un informe de la Secretaría de Minería.
En el caso del sector litífero, que ya emplea en forma directa a 4.228 personas, el aumento es aún más notable, con variaciones interanuales del empleo minero de 18,2% en Jujuy, 30,2% en Catamarca y 44,6% en Salta.
La minería tiene la menor tasa de empleo no registrado de la economía y los salarios más altos, junto a petróleo y gas (Fundar)
El informe oficial también destaca que el empleo femenino en el sector creció un 20,2% interanual, aunque las mujeres explican solo el 13% del empleo minero, muy por debajo del potencial.
Si bien la participación de las mujeres en la minería argentina es superior a la que tienen en Perú (7%) e iguala la de Colombia, es inferior a las cotas alcanzadas en Chile y Sudáfrica (17%), Australia (18%), Canadá (19%) y Suecia (25 por ciento).
El estudio, titulado “Ser y parecer minera: inserción sostenible de las trabajadoras mineras”, hecho por el área de género de Fundar, sostiene que la masculinización del sector “es un problema global”, a pesar de que la participación de las mujeres mejora ciertos aspectos de las operaciones mineras, aumentando –por caso- la seguridad y disminuyendo la siniestralidad.
Oportunidad
“En los próximos años, la puesta en marcha de nuevas explotaciones, hoy en estadíos de construcción y factibilidad, va a demandar un importante flujo de personas hacia el sector. Esta proyección de crecimiento es la oportunidad para transversalizar la perspectiva de género en el mercado de trabajo minero y ampliar las opciones laborales de las mujeres. Sin embargo, si la participación femenina crece como hizo en los últimos 4 años, deberíamos esperar al menos 15 años para que las mujeres lleguen a componer sólo el 30 % de la fuerza laboral en la minería de gran escala”, dice el trabajo preparado por Juan Argoitia, Tamar Finzi Warszawski, María de las Nieves Puglia y Micaela Fernández Erlauer.
Por eso, dicen los expertos, “la consolidación de una masa crítica de trabajadoras (…) requiere el apoyo de políticas y prácticas activas para acelerar y afianzar el recorrido” e “identificar los catalizadores que facilitan la igualdad de género en la industria minera, como así también los obstáculos operativos, organizacionales y estructurales”.
Un factor que podría facilitar el aumento de la participación femenina es justamente el avance de las operaciones litíferas, donde las mujeres tienen una participación proporcional que más que duplica la del promedio minero y más que triplica la de la minería de rocas (ver gráfico, más abajo).
“Paredes de cristal”
Según el trabajo, en el sector minero no hay solo “techo de cristal”, sino también “paredes de cristal, que condicionan de manera asimétrica las ocupaciones a las que acceden las y los trabajadores”. Las mujeres se concentran en puestos de calificación media (67%), la mitad de las trabajadoras (49%) son administrativas y destacan por su ausencia en roles operativos específicos y entre oficiales.
En base a datos del Siacam, el más extenso banco de datos sobre la minería en la Argentina, el trabajo precisa que la “brecha salarial de género” en el sector va desde un mínimo de 15% en el caso de “profesionales” de calificación “alta” hasta un máximo de 35% entre personal no calificado.
El estudio incluye entrevistas a 12 trabajadoras del sector minero, en un rango de 31 a 53 años, desde operarias explosivistas, perforistas y conductoras de camiones mineros hasta geólogas y directoras de relaciones institucionales, 5 de ellas de San Juan (provincia que lidera las exportaciones mineras del país), 4 de Santa Cruz (la segunda exportadora), 1 de Salta, 1 de Mendoza y 1 de CABA.
“Todos los índices de inseguridad bajan cuando hay una mujer al mando, sea para manejo de transporte pesado, de temas en superficie o de cuidado de las máquinas. Las mujeres son mucho más cuidadosas al usar las máquinas, custodian mucho su trabajo porque eso les da independencia”, dijo una profesional de relaciones públicas.
“Como que somos más cuidadosas y cuidamos más al compañero, y capaz que eso hace que sea bueno para los hombres que trabajan con nosotras, como que toman más cuidado”, explicó una explosivista y delegada sindical con 4 años de experiencia minera.
Seguridad, autonomía
La incorporación de las mujeres no solo mejora los índices de seguridad de las operaciones mineras. Es también una alternativa para acceder a autonomía económica y empleos de calidad.
“Incorporarse representa, para ellas, desafíos y sacrificios, como la cantidad de horas laborales, los días consecutivos en los que están en los campamentos, el desgaste físico y la precariedad de la seguridad e higiene”, dice el trabajo de Fundar. La baja representación de las mujeres en el sector, asegura, no es un fenómeno inevitable o natural, sino que se explica en parte “por el sostenimiento de culturas que enaltecen al varón como medida del trabajo y construyen una experiencia poco amigable para las mujeres”.
La incorporación de las mujeres no solo mejora los índices de seguridad de las operaciones mineras
Se trata, subraya, de un modelo de “masculinidad como capacidad”, con componentes laborales orientados al riesgo (aceptado como inevitable), exaltación de la hombría (validada entre pares por medio de pruebas y superación de desafíos) y la heterosexualidad (que, se presupone, se demuestra con interés sexual por las mujeres del entorno y se apoya en el sostén doméstico de compañeras o esposas).
En ámbitos así, prosigue, “se configuran prácticas homosociales, la preferencia por vincularse afectivamente con otros varones” y en ellos las mujeres tienden a “camuflar” feminidad y a excederse en el desempeño de sus tareas y entablar relaciones bajo figuras de ahijadas, madres o hermanas para integrarse pero también para no ser vistas como objeto de deseo y ser respetadas”.
“Cuando ingresé, que estaba como pañolera, había muchos trabajos que requerían de mucha fuerza. Ahora existen los equipos, así que no necesitás tanta fuerza, únicamente capacitarte y estar atenta a lo que estás haciendo (...) ya no es tanto el requerimiento de fuerza del hombre”, testimonió una operaria perforista de 31 años, con 10 de experiencia minera.
Formación y ciencias duras
“Coincido plenamente con los datos que aporta la investigación. Una de las principales brechas de la incorporación de las mujeres a la minería es la formación. Históricamente, muy pocas mujeres tienen interés en desarrollarse en áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (las llamadas “carreras STEM, por la sigla en inglés). La minería está demandando perfiles profesionales relacionados con la robótica, la ingeniería en mina o la ingeniería ambiental, todas ellas incluidas en las áreas STEM. Esa realidad limita la posibilidad de inclusión”, dijo a Infobae María Eugenia Sampalione, presidente de Women in Mining (Mujeres en MInería) Argentina y directora país de Newmont Argentina, minera con operaciones auríferas en Santa Cruz.
De hecho, una de las profesionales entrevistas por Fundar precisa que en su universidad entre 2010 y 2021 se graduaron 25 geólogos y solo 7 geólogas, reflejo a su vez del escaso interés de la juventud en general por las ciencias exactas, como matemática, física y química.
Se necesitan políticas públicas que permitan el cuidado compartido, para evitar que la mujer que se suma a la minería desista de continuar su desarrollo en el sector (Sampalione)
Según Sampalione, otro factor clave que limita la participación de las mujeres en minería es el tema del cuidado. “Los yacimientos están en lugares muy remotos y demandan rosters (equipos de trabajo por período en campamento minero) de 8x6 o 14x14 días. Esa ausencia de la mujer en el hogar se siente. Es necesario crear políticas públicas que permitan el cuidado compartido para evitar que la mujer que se incorpora a la minería desista de continuar su desarrollo en el sector por dedicarse a tareas de cuidado. Además, la sociedad estigmatiza a los varones que asumen tareas de cuidado. Esa es una batalla cultural que nos debemos ya como país. El cuidado es compartido y deben establecerse caminos de entendimiento que nos lleven a una sociedad más equitativa y menos estigmatizante en este sentido”.
Experiencia positiva
Aunque todavía escasa, la experiencia de participación de las mujeres en minería luce positiva. “Es destacable la poca rotación de aquellas mujeres que deciden continuar su desarrollo. La tasa de rotación es baja, si no tenemos en cuenta el tema del cuidado. La mujer que entra en minería, en general puede tener un desarrollo continuo y permanente. Y en Argentina, al menos en mi empresa, muchas de nuestras mujeres tuvieron la oportunidad de movilidad dentro de la compañía en otros yacimientos del mundo donde operamos”, dijo Sampalione.
La mujer que entra en minería, en general, puede tener un desarrollo continuo y permanente (Sampalione)
“Siempre que la inversión en minería crezca”, remarcó la profesional minera, el porcentaje de participación de las mujeres en el empleo del sector aumentará “si empresas y gobiernos trabajamos de manera articulada en desarrollar tanto políticas educativas y de desarrollo social como iniciativas de inversión social en las comunidades donde operamos que permitan acompañar esa curva positiva, que viene creciendo en los últimos años”.
Al fin y al cabo, concluyó, “la Argentina es un país muy joven en desarrollo minero, con lo que mostrar indicadores de inclusión de aproximadamente 13% en relación a países con mucha más historia como Chile o Canadá que rondan el 17 al 19%, nos demuestra que vamos por un buen camino”.