Hace mucho tiempo que en la Argentina no se escuchaba una discurso empresario sin filtro y tan crudo como el pronunciado el último miércoles por Marcos Pereda, el nuevo presidente del Consejo Interamericano del Comercio y Producción (Cicyp).
El ejecutivo aseguró que la Argentina quedó en “la cornisa de una hiperinflación”. Con tono enérgico, no dudó en alertar sobre fantasmas que remiten a los momentos más dramáticos de la historia del país, al menos desde el punto de vista económico.
Esta frase no puede ser considerada un exabrupto ni mucho menos una advertencia en una charla de pasillo. En el Cicyp están los empresarios más poderosos e influyentes de la Argentina. Sus directivos son los presidentes del Grupo de los 6, junto a otros nombres como Adrián Werthein, Rubén Cherniajovsky y Bettina Bulgheroni. Nada de lo que se diga públicamente en este foro es una casualidad.
No solo quedó resonando el concepto de hiperinflación, que no precisa mayores explicaciones. También la alusión a la “cornisa” a la que se asoma el país a menos de un mes de las elecciones. Los empresarios y los bancos de Wall Street advierten en cada reunión y en notas privadas a inversores sobre “el peligro de dar un verdadero salto al vacío”, sin la certeza de que el paracaídas vaya a funcionar.
Cambios e incertidumbre
Se vienen momentos de fuertes cambios políticos, en medio de un elevado nivel de incertidumbre. No solo por el resultado de las elecciones presidenciales, sino también por la falta de certezas sobre los planes que llevará adelante la persona que sea elegida como presidente.
Más allá de quien gane las elecciones, los meses posteriores serán muy duros. El descongelamientos de precios y del dólar provocarán un salto inflacionario significativo, por lo que la inflación en diciembre y enero podría ubicarse en el rango del 13 al 15 por ciento
A eso se le suma un contexto económico de gran fragilidad. La inflación terminaría el año en 190% (casi duplicando el 2022), el Banco Central casi no tiene reservas líquidas, la brecha cambiaria supera el 100% y los precios quedaron congelados en una olla a presión.
El ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa, se las ingenió para que septiembre transcurra dentro de un clima de mayor estabilidad tras el caos de agosto, marcado por una fuerte devaluación y una inflación mensual de dos dígitos, la primera vez desde 1991, hace 32 años. Su objetivo es que la ilusión monetaria que generó con distintas medidas que mejoran temporalmente los ingresos de las familias y baja de impuestos le permita llegar el ballotage y disputar la presidencia. Si lo logra, lo más probable es que su rival sea Javier Milei.
El costo de la apuesta es altísimo: mayor emisión monetaria, aumento del agujero fiscal que le queda al próximo gobierno y una bola de nieve de Leliq que sigue creciendo.
Para lograr su objetivo, Massa también precisa que el dólar se mantenga tranquilo hasta las elecciones. El uso de reservas para intervenir en los dólares financieros es cotidiano y se intensificará en las cuatro semanas que quedan hasta la votación.
El escenario de corto plazo es una aceleración de la emisión monetaria y una situación endeble de reservas. La combinación de ambos factores augura lo inevitable: lo que se viene luego de las elecciones es más inflación y más devaluación.
A pesar de lo que dicen en su entorno, Milei no sacó el pie del acelerador de su proyecto de dolarización. Ya confirmó que Emilio Ocampo tendría la tarea de cerrar el Banco Central, algo que sucedería solo si desaparece el peso. Su candidato a jefe de gobierno porteño, Ramiro Marra, aseguró que se estudian cinco proyectos para llevarlo adelante
El congelamiento a $350 del tipo de cambio oficial tampoco puede perdurar mucho tiempo más. La inflación provocó un rápido deterioro de esa mejora de la competitividad cambiaria y pronto será necesario actualizarlo.
El proyecto de Presupuesto 2024 que presentó el Gobierno calcula un dólar de $367 para fin de este año, apenas por encima del nivel actual. Esto sugiere que se volverá a la política de deslizamientos diarios, pero muy graduales, de la cotización. Los mercados esperan algo muy diferente. El contrato de dólar a fin de año se ubica en $625, lo que sugiere un salto devaluatorio sustancial luego de las elecciones o bien del balotaje si se confirma la segunda vuelta entre los dos candidatos más votados.
Superinflación
El economista Fausto Spotorno acuñó esta semana un concepto que calza perfecto para definir hacia dónde se dirige la Argentina, al hablar de “superinflación”. Es una buena manera de describir que todavía la híper puede estar lejos, pero que se va a un régimen que ya excede el concepto habitual de “inflación alta”.
Los pronósticos indican que para fin de año el sinceramiento de la economía provocará saltos de precios del orden del 13% al 15% mensual por un período relativamente largo. Esto sería gatillado, además, por un fuerte salto del tipo de cambio oficial, que ya es insostenible a estos valores.
En medio de semejante panorama, es lógico que todas las miradas apunten a Javier Milei, quien salió primero en las PASO y puntea en todas las encuestas. Si bien no le alcanzaría para ganar en primera vuelta, sus chances de ganar el balotaje son altísimas.
Aunque la hiperinflación no luce como algo muy cercano, ya que de una gran caída de la demanda de dinero, economistas como Fausto Spotorno ya hacen al alusión a un período de “superinflación”, en referencia a un indice que para el primer trimestre del año próximo ya superaría el 200% interanual
Milei insiste con llevar adelante a fondo sus propuestas de campaña. En las últimas horas reconfirmó que Emilio Ocampo será el presidente del Banco Central si gana y que su objetivo será “destruirlo”. En otras palabras, ambos avanzarían en la dolarización de la economía argentina. El plan podría generar hasta un fuerte conflicto de poderes, ya que el presidente de la Corte Suprema de Justicia advirtió que sería “inconstitucional” abolir a la moneda local.
Ramiro Marra, el candidato a jefe de gobierno porteño por el espacio, reconoció incluso que no tienen claro cuál es el plan para dolarizar: “Estamos analizando cinco propuestas diferentes. Vamos a ver cuál aplicamos según cuál sea el punto de partida”. Y Diana Mondino, que sería la canciller de un futuro gobierno de Milei, tampoco ayudó a clarificar las cosas. En un tono liviano habló de “un jeque árabe que te presta USD 40.000 millones”.
La mayoría de los economistas, empresarios y banqueros de Wall Street consideran poco menos que impracticable la propuesta de dolarizar. No solo porque el Banco Central no cuenta con las divisas necesarias (casi no tiene). Además, existe un amplio consenso que no sería buena idea atar a la economía argentina a los vaivenes de la cotización del dólar a nivel internacional y quedar sujetos a la política monetaria de la Reserva Federal norteamericana.
Qué Milei
Otro economista, Fernando Marull, habló de un escenario binario. Por un lado, la posibilidad de un “Javier Milei bueno”, que apunte al equilibrio fiscal, negocie con el Congreso y postergue su proyecto dolarizador hasta que las condiciones le permitan imponerlo. El “Javier Milei malo” implicaría una dolarización a cualquier costo, con peleas con la oposición y los distintos poderes para imponerla. Es, en definitiva, a lo que los empresarios aluden cuando hablan de un salto al vacío.
Es imposible saber qué versión de Milei se impondrá si llega a la presidencia. Quizás ni él mismo lo sepa. El misterio recién comenzará a despejarse el día después de las elecciones o de la segunda vuelta.
Alejandro Henke, ex director del Banco Central durante la época de Mario Blejer y Aldo Pignanelli, estimó cuál sería el tipo de cambio de una dolarización tomando en cuenta las reservas del Central (sin encajes) y los pasivos monetarios. Según sus números, se podría dolarizar al menos teóricamente a 1.700 pesos. “Para qué voy a esperar que el Estado me dolarice a ese costos si hoy lo puedo hacer a $740″, es su razonamiento.
Es imposible saber qué versión de Milei se impondrá si llega a la presidencia. Quizás ni él mismo lo sepa
Patricia Bullrich y su candidato a ministro de Economía, Carlos Melconian, se volvieron ampliamente favoritos para el círculo rojo. Los ven más predecibles y con un plan posible: equilibrio de las cuentas públicas, avanzar hacia una economía bimonetaria y una salida gradual pero relativamente rápida del cepo cambiario.
Sin embargo, la capacidad de influencia de los grandes empresarios en el electorado es bajísima o directamente nula. La imagen de los hombres de negocios en la Argentina está casi tan deteriorada como la de los sindicalistas. Las advertencias que pueden llegar desde la UIA, la CAC o los bancos tienen nulo impacto electoral. Sirven exclusivamente para dejar testimonio en caso de que las cosas se descontrolen. Una versión actualizada del viejo “yo te avisé”.