Aunque promisorias, las perspectivas de producción y exportación de petróleo y gas de la Argentina dependen enteramente de un solo recurso: Vaca Muerta, una formación geológica de la era jurásica descubierta hace más de 90 años, pero cuya potencialidad hidrocarburífera se hizo posible con los desarrollos tecnológicos y las técnicas de fractura hidráulica (fracking) vertical y horizontal para “romper” la roca y acceder al petróleo y el gas encerrado en ella.
La expectativa sobre los enormes recursos de Vaca Muerta, cuyo “corazón” está por ahora en la Cuenca Neuquina, aunque ya se inició la exploración en el área correspondiente a Mendoza, explotó cuando el Departamento de Energía de EEUU informó los resultados de un estudio de recursos hidrocarburíferos en 51 países del mundo y afirmó que en Vaca Muerta la Argentina contaba con el segundo reservorio mundial de gas y el cuarto mundial de petróleo “no convencionales”.
Ya en 2011 Repsol. que por entonces detentaba la mayoría accionaria de YPF, informó de los primeros hallazgos “no convencionales” en la cuenca neuquina, preludio de la re-estatización de la compañía, que el segundo gobierno de Cristina Kirchner ejecutó en abril de 2012, en un procedimiento encabezado por el entonces viceministro (y luego ministro) de Economía, Axel Kicillof, que le costó a la Argentina no solo pagar a Repsol USD 5.000 millones de “valor presente” (en un flujo de bonos por cerca de USD 10.000 millones a pagar hasta 2034) por la expropiación del 51% de la empresa, sino también un juicio en Nueva York por el que recientemente fue condenada a pagar USD 16.100 millones en indemnizaciones a dos fondos que se quedaron con los derechos a litigar aquel procedimiento que violó los estatutos de YPF, inscripta en la Bolsa de Nueva York (NYSE) y por ende sujeta también a las regulaciones de la Comisión de Valores de EEUU, la ley norteamericana y los Tribunales neoyorquinos.
De hecho, ayer uno de los litigantes solicitó a la jueza del caso, Loretta Preska, la autorización en no más de 30 días de un proceso que les permita embargar bienes argentinos en el exterior.
Cuencas declinantes
Más allá de esas visicitudes, uno de los aspectos que resalta la productividad de Vaca Muerta y expone, a su vez, la excesiva dependencia hidrocarburífera del país en un solo activo, es que la producción y las reservas de petróleo y gas de la Argentina han caído y siguen cayendo sistemáticamente en todas las cuencas, salvo en la neuquina, gracias precisamente a Vaca Muerta.
El último informe de la consultora Oil Production Consulting, con oficinas en la Argentina, EEUU y Emiratos Árabes Unidos, muestra, en base a información de la Secretaría de Energía, que la Cuenca Neuquina contiene el 72,6% de las reservas de gas y el 54,6% de las reservas petróleo de la Argentina.
En petróleo, además, solo la cuenca Golfo San Jorge, con 42,8%, agrega un aporte significativo, mientras que las cuencas Austral, Cuyana y Noroeste aportan respectivamente apenas el 1,4, el 0,7 y el 0,5% de las reservas petroleras del país.
En gas la distribución es aún más desigual: la cuenca neuquina detenta, como ya se indicó el 72,6% de las reservas, seguida por la Austral (17,4%) y Golfo San Jorge (7,6%).
A este cuadro de situación se llegó al cabo de una evolución que lleva más de diez años. Excluida la cuenca neuquina, en todas las demás las reservas son hoy inferiores a las que registraban en 2010.
Las reservas y la producción de la cuenta austral vienen declinando sin interrupciones desde 2015 y la pérdida se acentuó el año pasado, cuando llegó a menos de la mitad de lo que eran en 2010 y en 2015. La cuenca cuyana, salvo algunos amagues de recuperación en 2018 y 2021, viene declinando sistemáticamente desde el año 2011 y su nivel de reservas en 2022 cayó más del 90% si se compara con los niveles de hace más de diez años. En la cuenca noroeste la declinación fue ininterrumpida desde 2015. La del Golfo San Jorge fue la que más resistió, la caída, pero aún así su nivel fue el año pasado 21% inferior al nivel que había alcanzado en 2013.
Como puede observarse en el gráfico de abajo, solo la cuenca neuquina logró registrar “reservas comprobadas” de petróleo en ascenso, pero por un espectacular 251% si se comparan las cifras de 2022 con el piso de 2017, porque pese a las promesas realizadas en 2012, cuando se re-estatizó YPF, las reservas comprobadas en la cuenca neuquina siguieron cayendo en los cinco años siguientes y empezaron a recuperarse -muy fuertemente- recién en 2018. Desde entonces, con la sola excepción de 2020, durante la pandemia, siguieron en ascenso.
El panorama es aún más contrastante en el caso de las reservas de gas, que también declinaron en todas las cuencas, excepto la neuquina, como ilustra el conjunto de gráficos de abajo, del mismo informe de Oil Production Consulting.
Entre puntas
Si se toman los datos de 2013 y 2022, años extremos de las series, se observa que las reservas de gas de la Cuenta Austral cayeron 29,3%, las de la Cuenca Cuyana 79,2%, las del Golfo San Jorge 28,6% y las de la Cuenca Noroeste 65 por ciento. En el mismo período las reservas de la Cuenca Neuquina, siempre gracias al aporte de Vaca Muerta, aumentaron 114,6%, de resultas de lo cual las reservas comprobadas totales de gas del país aumentaron en diez años un 36,8 por ciento.
A su vez, si la desagregación de las reservas hidrocarburíferas del país se hace ya no por cuenca, sino por tipo de recurso, entre “convencional” y “no convencional”, como los tipos que se extraen en la formación Vaca Muerta, resulta que las reservas de petróleo argentinas están integradas en un 53% por recursos “convencionales y en un 47% por “no convencionales”, que en poco tiempo más tomarán la delantera. En gas ya lo han hecho, y por amplio margen, al punto que 67% de las reservas del país son “no convencionales”, contra el tercio restante de “convencionales”.