La implementación de la nueva versión del “dólar soja” logró el principal objetivo de corto plazo que perseguía Sergio Massa: estabilizar el mercado cambiario luego del fuerte salto de los distintos tipos de cambio en agosto. El problema es que la mayor oferta de divisas tiene plazo, ya que el esquema diseñado para las cerealeras termina el 30 de septiembre.
El ministro de Economía y candidato presidencial volvió a las fuentes, repitiendo lo que había definido hace casi un año con el dólar soja: 75% de las exportaciones deben entrar por el tipo de cambio oficial, pero el 25% es de libre disponibilidad. Al menos una parte de esas divisas están ingresando a través del “contado con liquidación”.
Según los cálculos del mercado, el nuevo esquema gatillará ventas de sojeros por USD 2.000 millones. De ese monto, unos USD 500 millones ingresarían a través del contado con liqui, que es la manera de entrar divisas al país legalmente. Esta oferta adicional de divisas sería suficiente para que no se produzcan sorpresas o presiones alcistas con el dólar, al menos en las próximas semanas.
El CCL, de hecho, se acomodó debajo de los $740, cuando hace un par de semanas atrás había tocado los 815 pesos. El dólar más barato sigue siendo el MEP, ayudado por la intervención del Gobierno, que cerró a 685 pesos. Es claramente el que más conviene para quienes busquen comprar dólares y puedan hacerlo a través del sistema bancario o bursátil.
En el medio de ambos quedó el dólar libre, que ayer subió levemente desde 710 hasta 717 pesos. El piso y techo de esta cotización quedó en el medio del dólar MEP y el CCL, que son los dos tipos de cambio donde el Gobierno tiene alguna capacidad de influencia.
Las dudas pasan por el comportamiento de los distintos tipos de cambio en octubre, cuando ya sea la cuenta regresiva hasta las elecciones presidenciales. La historia marca que la presión por dolarizarse siempre es muy alta y esta vez no sería lo contrario, teniendo en cuenta el enorme grado de incertidumbre política que existe. En un escenario de tan poca claridad, es razonable que tanto público como empresas busquen cubrirse con moneda dura.
La pregunta es hasta dónde llegará el poder de fuego del Central, que comanda Miguel Pesce, para contener la demanda de divisas. Por un lado cuenta con parte del desembolso que realizó el FMI, pero no por mucho tiempo ya que a fines de septiembre tendrá que hacer nuevos pagos. Por lo tanto, es mínimo o directamente nulo lo que podrá utilizar de ese dinero.
Por otra parte, el BCRA está aprovechando que hay más oferta de dólares para acumular reservas, pero lo hace a cuentagotas. Ayer la cifra subió levemente hasta los USD 52 millones y en lo que va del mes van USD 250 millones. Se trata, sin embargo, de cifras exiguas para el nivel de demanda que podría presentarse en octubre.
La historia marca que la presión por dolarizarse siempre es muy alta y esta vez no sería lo contrario, teniendo en cuenta el enorme grado de incertidumbre política que existe
Otra opción es frenar lo máximo posible las importaciones para cuidar las reservas liquidas que quedan. La contracara sería una recesión aún más pronunciada, lo que generaría otro tipo de complicaciones en la previa electoral.
Massa mira de reojo además el dato de inflación. Mañana se conocerá el índice de agosto, que ya es una certeza se ubicará en dos dígitos luego de la devaluación. El foco ahora está puesto en lograr que la de septiembre, que se conocerá diez días antes de las elecciones, dé a lo sumo igual que agosto y si es posible que vuelva a niveles de un digito. Una condición necesaria para lograrlo, aunque no suficiente, es que el dólar se mantenga lo más controlado posible a lo largo del mes. Ése fue el sentido, además, de haber congelado el tipo de cambio oficial en $350 hasta fin de octubre.