Si bien el déficit de la balanza comercial de julio, de USD 649 millones, fue casi dos tercios inferior al el rojo de más de USD 1.800 millones que se había registrado en junio, básicamente por un leve aumento de las exportaciones y una caída de las importaciones, como informó ayer Infobae, un análisis más fino de las cifras de comercio exterior reportadas por el Indec permite detectar algunas particularidades.
Una de ellas es que el mes pasado, si se excluyera del cálculo el intercambio comercial con China, la Argentina habría tenido un superávit de USD 222 millones, el margen por el cual el déficit bilateral con la potencia asiática (de USD 871 millones) superó el déficit total del intercambio (USD 649 millones).
Además, en el acumulado de 7 meses, el déficit con China equivale al 87% del déficit total, lo cual relativiza la afirmación de que China se haya convertido en una suerte de “prestamista de última instancia” para la Argentina, pues lo hace con divisas conseguidas en el intercambio con el propio país.
Reversión de USD 7.600 millones
Un análisis de la consultora Abeceb destacó por su parte que la caída de la caída del 19,1% en las importaciones del mes pasado (3 puntos más que el 16,1% que ya habían caído en junio) se debe al torniquete de divisas que aplica el gobierno. No obstante, dice el informe, “la apremiante situación de las reservas sigue empeorando y deja aún menor margen para agosto, aun utilizando yuanes en lugar de dólares”. El informe precisa que mientras en los primeros 7 meses de 2022 hubo un superávit de USD 2.493 millones, en 2023 ya se acumula un déficit de USD 5.146 millones, una reversión de nada menos que USD 7.639 millones en apenas un año.
En su informe, el Indec destacó que la balanza comercial registró déficits en 6 de los primeros 7 meses del año y subrayó las principales variaciones que se produjeron en julio y en lo que va del año.
Además, puntualizó que la caída de las exportaciones se debió principalmente a menores ventas de maíz en grano (- U$S 537 millones; harina y pellets de la extracción del aceite de soja (- USD 385 millones); porotos de soja, incluso quebrantados, excluidos para siembra (- USD 258 millones); aceite de soja en bruto, incluso desgomado (- USD 184 millones); trigo y morcajo, excluidos trigo duro y para siembra (- USD 146 millones); y carne bovina, congelada, deshuesada (- USD 94 millones), lo que sigue reflejando el impacto de la sequía. A su vez, aumentaron en USD 339 millones las compras de poroto de soja (básicamente, a Paraguay), para atenuar la caída de actividad en las plantas de procesamiento del complejo en torno de Rosario, que este año se quedó corto de materia prima local.
La balanza energética
A su vez, ya se nota una mejora de la balanza comercial energética, aunque ésta sigue siendo negativa. El mes pasado aumentaron las ventas al exterior de petróleo (USD 159 millones de dólares, básicamente por el reinicio de las ventas de crudo a Chile) y disminuyeron las importaciones energéticas: se contrajeron en USD 636 millones las importaciones de gasoil , en USD 373 millones las de GNL, que llega por barcos, en USD 128 millones las de energía eléctrica (que en 2022 se compraron a Brasil y Uruguay) y en USD 85 millones las de gas por gasoducto (que llega desde Bolivia).
Pese a la mejora del intercambio energético, un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario notó a su vez que en el primer semestre el déficit de la balanza de energía fue de USD 1.465 millones, resultado de importaciones por USD 4.836 millones y exportaciones por USD 2.921 millones. Se trata, nota el estudio del décimotercer año consecutivo de déficit comercial energético, impulsado básicamente por las compras de gasoil, gas (en forma de GNL, por barco, o por gasoducto, desde Bolivia) y energía eléctrica (Brasil y Uruguay).
En el primer semestre el déficit de la balanza de energía fue de USD 1.465 millones. Se trata del décimotercer año consecutivo de déficit, pero fue 60% inferior al de igual período de 2022
Con todo el déficit energético de la primera mitad del año fue 60% inferior al de igual período de 2022, en que el rojo comercial había sido de casi USD 3.700 millones. Aunque importantes, se trata de déficits ya francamente inferiores a los registrados en el período 2011-2022, cuando promediaron un rojo de USD 4.350 millones anuales.
Recién el año que viene podrían registrarse superávits en el comercio energético, que el consultor económico Ricardo Arriazu estimó en nada menos que USD 8.000 millones, debido a la cuasi desaparición de las compras de gas y el aumento de las ventas de petróleo a Chile.
El trigo, complicado
El propio Arriazu había pronosticado la semana pasada que hacia noviembre/diciembre la balanza comercial argentina podría empezar a mejorar fuertemente con la llegada de la “caballería agrícola”, a partir del inicio de la cosecha y las exportaciones de trigo. Esa caballería salvadora, sin embargo, podría demorarse un tiempo más y llegar con menos efectivos y poder de fuego.
Sucede que, según análisis de agua en el suelo y pronósticos meteorológicos, el agua para el trigo en el centro y norte del país se sigue haciendo esperar, amén de que en las recientes jornadas el cereal soportó un shock de altas temperaturas que empeoró su condición. Por otra parte, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) no se esperan precipitaciones en ambas macro-regiones al menos hasta comienzos de septiembre y lluvias superiores a las normales recién hacia fin de año o inicios de 2024.
“En las actuales condiciones es muy probable que el potencial de rendimiento de trigo en las zonas afectadas ya se encuentre comprometido y que parte del área sembrada con el cereal sea empleada finalmente con el propósito de cultivo de cobertura”, precisó un reporte de la publicación especializada “Bichos de Campo”. Las regiones más comprometidas son el NOA, buena de Córdoba, el norte de Santa Fe, La Pampa y el oeste de Buenos Aires, que explican un cuarto del área nacional de trigo.
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