El INDEC dará a conocer mañana el estimador mensual de la actividad económica, aquel indicador que marca el estado de salud de la economía. Igual que el de la inflación que se conoció la semana pasada, el dato mostrará una foto bastante oscura pero, sobre todo, vieja. Si bien el nivel de actividad ya viene desde hace algunos meses dando claras muestras de estancamiento, lo cual se refleja en los índices oficiales, el cimbronazo que implicó para los distintos sectores la devaluación fiscal de fines de julio, que encareció las importaciones, y luego la devaluación formal del tipo de cambio que se produjo la semana pasada, anticipa un freno al ya ralentizado ritmo de la economía.
Desde la semana pasada, cuando el Banco Central decidió fijar el precio del dólar mayorista en $350 tras el resultado de las PASO, en los departamentos de análisis de bancos, brokers y consultoras en general comenzaron a revisar todas sus proyecciones para este año, principalmente la de inflación, a la que ahora ubican en torno a 200% anual hacia fin de año. De la mano de ese salto que prevén para los precios, los vaticinios indican un fuerte deterioro de las condiciones sociales y una desaceleración de la economía inversamente proporcional a la velocidad de la suba de la inflación.
En otras palabras, la recesión que se anticipaba desde principios de año y de la que las estadísticas oficiales comenzaron a tomar registro se profundizará. Por ahora, en promedio, el consenso del mercado prevé una caída 0,5 puntos porcentuales mayor a la que se proyectaba hasta hace 10 diez días.
“La actividad económica sufrirá este golpe y caerá más de lo esperado”, sintetizaron en Econviews en alusión a la abrupta corrección cambiaria, de la que consideraron que el nivel de actividad “no saldrá indemne”. En función de esa perspectiva, los economistas de la firma decidieron empeorar su proyección de crecimiento, pasando de una caída del 3% a 3.5% para este año. “La suba de la inflación va a golpear el ingreso de los hogares y eso se traduce en menor consumo. En este sentido, ya hubo gremios que pidieron la reapertura de paritarias. Las tasas de interés altas y las mayores restricciones sobre las importaciones también pueden ser un freno”, sostuvo en un informe reciente.
Esa completa descripción coincide con la expectativa predominante en las grandes empresas de consumo masivo. “El shock de la devaluación va a ser un golpe muy fuerte al bolsillo. Es inevitable que se frene el consumo”, opinaron en una gran empresa productora de alimentos, Fuentes de otra compañía del mismo sector complementaron: “La caída ya se viene sintiendo hace meses y ya no es sólo el consumo, también la producción de alimentos acusa una baja importante. Tarde o temprano eso termina repercutiendo en el empleo”. Los datos disponibles le dan la razón al directivo: de acuerdo a las últimas estadísticas de producción industrial correspondientes a junio, en el sector de la alimentación la actividad se contrajo 4,6% respecto al mismo mes del año anterior. Con mayores restricciones a las importaciones y recalentamiento de precios, la chance de que esa caída se haya moderado en julio es casi nula mientras, lo mismo que para agosto y septiembre.
“La brusca aceleración de la inflación -particularmente en alimentos- no sólo va a profundizar el deterioro de los indicadores socioeconómicos de nuestro país, sino que va a profundizar la recesión. Cabe destacar que, tras la devaluación post PASO de 2019, el nivel de actividad retrocedió casi 4% en términos desestacionalizados entre julio y diciembre de 2019. Si ocurre algo similar este año, el PBI caerá en promedio 3,0% (pre-PASO esperábamos contracción anual del 2,5%)”, aportaron desde la consultora Equilibra, que fundó el economista Martín Rapetti y dirige Lorenzo Sigaut Graviña.
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