“Mirá que subió el dólar, estás vendiendo muy barato”, le gritó un mantero argentino a otro extranjero en Perón y Castelli, este mediodía. Este último le agradeció y corrió a sacar los precios. No es el único: la misma situación se replica a lo largo y ancho de Once, la encarnación más viva del “mercado” que tiene Buenos Aires, donde el aumento desenfrenado del tipo de cambio instaló un clima de ansiedad e incertidumbre.
Se siente tanto entre los compradores –que buscan conseguir mercadería a valores razonables en medio de la suba desesperada de precios– como entre los vendedores, que implementaron diferentes estrategias para salir lo más ilesos posible del contexto económico.
Todos se juegan a empatar. “Sé que ganarle a la volatilidad es imposible, pero no quiero perder todo. En estos días solo apuesto al empate”, dice a Infobae un vendedor de camisetas.
Algunos remarcan, otros directamente sacan el precio y muchos dejan los valores viejos advirtiendo que, al llegar a la caja, se les cobrará con un aumento de entre el 20 y el 30 por ciento. También están los que abren sus puertas y no dejan entrar clientes porque “prefieren no vender” y los que bajaron las persianas momentáneamente.
Remarcar es la opción más clásica, pero ahora es la menos elegida. La explicación es que “es cansador”. “Desde el lunes ya lo hice tres veces, no es viable”, cuenta una vendedora a este medio mientras usa la máquina etiquetadora y admite vencerse ante desesperanza de que se estabilicen los valores.
Lo que más se ve son comerciantes que dejan las viejas etiquetas –que datan del viernes–, pero con un aviso en todas las góndolas. “Debido a la situación económica del país, nos vemos obligados a subir un 30% del precio figurado”, escriben en varios carteles, y se ahorran por ahora la remarcación de los productos. Los porcentajes varían según el local, pero todos incrementan, como mínimo, un 20 por ciento.
En diálogo con Infobae, vendedores de distintos rubros coincidieron en que sus productos aumentaron cerca de un 40% desde la semana pasada. También en que las listas de precios dejaron de actualizarse desde el lunes. “No hay listas. En estos días todo se maneja por llamado porque no hay un parámetro”, señalaron.
Noelia, encargada de una bijouterie ubicada en Paso y Larrea, cuenta que este miércoles fue el primer día de la semana que abrió el negocio. Habían decidido mantenerlo cerrado durante el lunes y el martes a la espera de que se estabilice el dólar. “Abrimos porque asumimos que no se va a normalizar y hay que trabajar”, se resigna.
En la intersección de Sarmiento y Paso, dos de los tres empleados de un local de maquillajes están agachados. Uno borra los precios, mientras el otro se los cambia solo a algunos productos. La tercera persona en el local tiene otra tarea: pararse en la puerta y evitar que los clientes entren. Su decisión es no vender hoy.
“A la mayoría no le vamos a volver a poner valor”, admite una de las vendedoras mientra le sacaba el precio a un labial. Ante la consulta sobre cuánto le cobrarían a un cliente que quisiera compar igual, la respuesta fue categórica: “Nada. No se lo vendemos. Hoy decidimos no vender nada, directamente. Es imposible”.
En la calle los comentarios se repiten cuadra por cuadra. Todos usan las mismas expresiones, como si no hubiera otra forma de definir el escenario de inestabilidad económica que se acentuó todavía más tras las PASO, cuando el precio de la divisa extranjera libre pasó de $605 a $780 entre el viernes y este miércoles.
“Esto es un quilombo”, “aumentó todo” y “no se puede dejar un precio”, son algunas de las frases que resuenan entre los encargados de los negocios a lo largo y ancho de la zona comercial de Once. Los compradores, por su parte, se dividen entre los que entienden el contexto y los que igual buscan ganar con los precios y se enojan si su intento sale frustrado.
Entre los manteros hay una suerte de código. Varios por cuadra siguen minuto a minuto el alza del dólar y van avisando al resto para cambiar sus precios. Particularmente a los vendedores extranjeros, que dicen que a veces no se enteran y quedan desactualizados. “Los avivamos porque están perdiendo plata sino”, cuentan.
Enzo, un vendedor de camisetas, relata que aumentó un 15% hoy y otro 15% ayer. “Lo que gané entre el viernes y el sábado lo perdí hoy comprando más productos, porque me aumentaron. Me la juego a empatar porque sé que ganar no voy a ganar nada. Pero no quiero no trabajar”, reconoce.
Mientras lo dice, un comprador le consulta por la casaca del Inter de Messi para adultos. Le responde que cuesta $4.500 y éste se aleja para pensarlo. Mientras evalúa si comprarla, le revela a este medio: “Yo después las revendo. La semana pasada vendía las camisetas a 4.000 pesos en mi local, pero ahora me cuestan eso a mí. Las tengo que vender a unos 8.000 pesos y nadie me las va a comprar”, expresa preocupado.
Todavía hace cálculos y analiza qué le conviene. Después de unos minutos se va. “Esta semana no voy a reponer mercadería, voy a ver cómo sigue esto, espero que se resuelva”. Alrededor, todos deben pensar lo mismo. Mientras tanto, remarcan y pegan carteles con las novedades en las vidrieras.
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