Qué hay realmente en el interior de la bóveda del Banco Central

Los dichos de la precandidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, respecto a “filmar las reservas”, despertaron curiosidad respecto a que se guarda en el Tesoro de la calle Reconquista del Microcentro porteño. Y no es lo que se imagina

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Las declaraciones de la precandidata a presidenta durante una entrevista televisiva

Los dichos de Patricia Bullrich respecto a su deseo de filmar el tesoro del Banco Central para certificar qué tenencias tiene en su poder que formen parte de las reservas internacionales, hoy “negativas” en términos netos, calan hondo en un viejo imaginario argentino. Las tenencias de la autoridad monetaria están bajo fuego en medio de un esquema cambiario que castiga con un precio barato al que vende divisas en el mercado cambiario formal, muy por debajo de las cotizaciones de mercado, y premia al que accede a ese precio oficial, incentivando la demanda.

Un Banco Central con reservas netas negativas debería tener sus bóvedas vacías, se puede deducir, pero la administración del Tesoro de un banco central de cualquier país está lejos de consistir en acumular divisas y activos financieros en una bóveda cerrada bajo siete llaves.

Bullrich manifestó que en caso de ser electa presidenta ingresará con cámaras de televisión al Banco Central para “mostrarle a la gente qué le dejan” y sepa cuántos dólares hay. La pregunta que queda, entonces, es qué se encontraría cualquier argentino que tuviera la posibilidad de entrar a las bóvedas del subsuelo del edificio de la calle Reconquista, en el centro porteño.

Depósitos

Infobae consultó a ex funcionarios del Banco Central, empleados en funciones y especialistas para conocer qué atesora el banco. Y la respuesta, por contraintuitiva que suena, es bastante sencilla. Hay algo más de un centenar de lingotes de oro, algunos pocos dólares destinados a abastecer a las necesidades de efectivo de los bancos del país y pesos. Muchos, muchos pesos.

Pero esas no son las reservas internacionales de la Argentina. El último informe de reservas internacionales que elabora el Banco Central para el Fondo Monetario Internacional (FMI) detalla parcialmente esas tenencias, actualizadas al 30 de junio.

Vista de la sede del Banco Central de la República Argentina, en el Microcentro de la Ciudad de Buenos Aires (EFE)
Vista de la sede del Banco Central de la República Argentina, en el Microcentro de la Ciudad de Buenos Aires (EFE)

En ese momento, las reservas brutas alcanzaban los USD 27.925 millones (desde entonces cayeron, el dato del 1° de agosto las ubica en USD 24.037 millones debido al golpe que supuso el pago de un vencimiento de USD 1.700 millones y las ventas que hace a diario la entidad para abastecer importaciones).

De esas tenencias actualizadas al cierre de junio, algo más de USD 23.000 millones eran “reservas en moneda extranjera”. Dinero de otros países. Divisas convertibles, claro. Algo más de USD 20.700 millones de esas tenencias en divisas convertibles estaban, no en la bóveda del Banco Central, sino en forma de “depósitos en otros bancos centrales, Bank for International Settlements (BIS, el ‘Banco de Basilea’, una suerte de banco de bancos centrales ubicado en Suiza) y el FMI”.

Es decir, no tienen existencia física sino que son más bien un asiento contable en esos bancos. En dichos de un ex empleado del banco, “a las reservas las ves en un excel, no en el subsuelo del banco”. Ahí hay depósitos en la Fed, una cuenta en el Banco Popular de China (PBoC) que explica los yuanes que componen las reservas, cuentas en el BIS y otras entidades internacionales.

Entre otros valores relevantes, hay más pequeños montos en otras colocaciones, se pueden mencionar también algo menos de USD 1.400 millones en “bancos con casa matriz fuera del país declarante”. Y otros casi USD 1.100 millones en “otros activos en moneda extranjera”, esto es, depósitos en francos suizos, euros y otras monedas con las que la entidad diversifica sus inversiones desde hace décadas.

La torre del Bank for International Settlements (BIS) en Basilea, Suiza. Principal asiento de las reservas del Banco Central argentino (Reuters)
La torre del Bank for International Settlements (BIS) en Basilea, Suiza. Principal asiento de las reservas del Banco Central argentino (Reuters)

De nuevo, todas estas tenencias no están en la bóveda del banco. Eso no quiere decir que sean falsas o irreales. Tienen la misma contundencia que un billete físico en la mano. Pero esa es la forma en que los bancos centrales administran sus activos de manera tal de poder utilizarlos con agilidad en los mercados internacionales.

Oro

Sin embargo, eso no quiere decir que quien acceda a la bóveda -muy poca gente está autorizada- se vaya a encontrar con una habitación vacía. En la bóveda de subsuelo del BCRA hay, más que nada, lingotes de oro. Lingotes de oro que forman parte de las 1,98 millón de onzas troy que sí forman parte de las reservas. Sólo una parte de las tenencias de oro del banco, no todas.

La entidad no aclaró a Infobae cuántos ni por qué valor, pero ex empleados y funcionarios que accedieron a los números y al lugar hablaron de “algo más de un centenar” de lingotes.

Rara vez el Banco Central permite salir imágenes de los pocos lingotes de oro presentes en su bóveda. Esta es una captura de una publicación del año 2015 todavía disponible en su cuenta de Youtube (@BancoCentral_AR)
Rara vez el Banco Central permite salir imágenes de los pocos lingotes de oro presentes en su bóveda. Esta es una captura de una publicación del año 2015 todavía disponible en su cuenta de Youtube (@BancoCentral_AR)

“Cuando entrás a trabajar al Banco Central es común que, a modo de introducción, entre otras cosas se visite la bóveda. Y una chanza común es llevar a los recién llegados a ver el oro atesorado. Están detrás de una reja, prácticamente encarcelados, y te invitan en broma a pasar la mano por las rejas y agarrar un lingote. Te dicen que si lográs llevártelo, es tuyo. La broma es que son pesadísimos, imposibles de levantar”, relató Horacio Liendo, ex director de la entidad durante el año 1991, padre de otro director del banco que ejerció durante el gobierno de Mauricio Macri e hijo del general que fue ministro de Trabajo durante la última dictadura.

La visita de iniciación es habitual en el banco desde hace décadas, confirmaron varios otros ex empleados y funcionarios.

Un ex empleado estimó que, en términos de valor, hay el equivalente a USD 1.600 millones en oro físico en la bóveda del Banco Central. Por su enorme peso, eso sí, ocupan un espacio mínimo. Una habitación “poco más grande que un baño”.

Se trata de oro que, en algunos casos, es antiquísimo y nunca se movió del lugar. Hubo intentos recientes de hacerlo. Empleados relatan que durante la gestión de Alejandro Vanoli, último banquero central de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, hubo algún atisbo de averiguación para una posible venta ante la falta de reservas. La complejidad de la operación y el embargo a los activos argentinos por parte de los “fondos buitre” hizo que el proyecto se abandonara de inmediato. Fue el momento de la histórica disparada de ventas de contratos futuros de dólar con el que cerró 2015.

Más tarde, durante el período de Federico Sturzenegger como presidente del Banco Central, hubo otro proyecto distinto. No vender sino mudar el oro a un banco en el exterior. Detrás de la iniciativa había una búsqueda de eficiencia: el oro quieto en una bóveda tiene pocos usos prácticos. Colocado en el BIS o en el Banco de Londres se puede utilizar para todo tipo de operaciones financieras, como colocar a cambio de una tasa o usarlo como garantía para préstamos de corto plazo.

Pero el proyecto, también, se abandonó: por impráctico y por caro.

La precandidata a presidenta, Patricia Bullrich, se propuso filmar la bóveda del Banco Central (Reuters)
La precandidata a presidenta, Patricia Bullrich, se propuso filmar la bóveda del Banco Central (Reuters)

“Era un proceso complejo, especialistas de Rusia, de Estados Unidos, de Sudáfrica, suelen tener que venir a constatar la calidad regularmente. Algunos son lingotes viejos y no tienen las certificaciones de los más nuevos, con lo cual requieren un trabajo. Y más tarde embarcarlos, enviarlos y demás hacía todo muy caro”, dijo Mariano Flores Vidal, ex gerente general del BCRA durante la gestión de Sturzenegger.

“Además, tenía connotaciones culturales el movimiento”, confesó el economista. Detrás de la idea estaba el objetivo de lograr la mayor eficiencia posible para el manejo de reservas, pero para el imaginario popular muchas veces sacar del país algo valioso se lee como un despojo. Un ‘se lo llevan del país’ que, aunque el movimiento no implique una pérdida en términos de propiedad, pesó en la decisión. “El imaginario también es importante, no es una pavada”, agregó el economista.

Si bien hay oro en la bóveda, eso no quiere decir que todo el oro del Banco Central esté en la calle reconquista. En total, el valor del oro en reservas superaba al cierre de junio último los USD 3.800 millones según informó la entidad al FMI. Eso quiere decir que la mayor parte existe como un simple certificado, como un contrato. Está, la abrumadora mayoría, colocado en el BIS suizo. Algo menos en el Banco de Inglaterra, entidad líder a nivel global en el mercado de oro. Pero esa última porción es muy pequeña, revelaron ex empleados del banco con conocimiento del manejo de las reservas.

¿Por qué en el BIS? Ese oro es resultado de inversiones que hicieron en el metal distintas administraciones pasadas del banco. Alfonso Prat Gay y Martín Redrado fueron los más activos en ese sentido, contaron ex empleados del banco. Fueron compras con las que se buscó diversificar las inversiones en las que se colocan las reservas, para no depender tanto de las fluctuaciones del dólar estadounidense (ni sufrir tanto la inflación de ese país).

Ese oro, el que no está en el país pero es tan propiedad del banco como los lingotes de su subsuelo, es el más útil para los encargados de manejar las operaciones de la entidad. Muchas veces, sobre todo cuando el Banco Central no cuenta con dólares líquidos en lo inmediato, se coloca esas tenencias en metal en el propio BIS como garantía -collateral- para obtener liquidez de corto plazo. A cambio, se suele pagar una tasa relativamente baja en comparación con los costos de mercado. Así, por ejemplo, el Banco Central logra “inventar” dólares que no tiene en ocasiones puntuales. El recurso a este truco no es raro, dijo a Infobae un ex gerente de operaciones de la autoridad monetaria.

Algunos dólares, bastantes pesos

Hay más valores que se pueden encontrar, físicamente, en la bóveda del Banco Central. Pero no forman parte de las reservas. Es común que en esa caja fuerte haya dólares. No muchos. O no muchos para un banco central (para una persona pueden parecer más que bastantes). Son billetes que la autoridad monetaria recibe como importación de Estados Unidos, los solicita a la Reserva Federal, para abastecer a los bancos locales. De ahí salen, por ejemplo, los USD 200 que compran cada mes 700.000 afortunados pequeños ahorristas y que en su mayoría duran pocas horas en las cuentas bancarias. En seguida se extraen de cajeros y ventanillas. Es dinero transaccional y sólo está ahí para que los bancos privados y públicos puedan atender a los retiros de divisas en efectivos de sus clientes.

“El importador en el país es el Bank of America (Bofa). Cuando la gente retira sus depósitos del banco y se lleva el billete, los bancos importan ese dinero. El Bofa los descarga en Ezeiza y, si no lo envía directamente al banco que los solicitó, pueden pasar unos días en el Banco Central. Pero no son cifras importantes, es dinero transaccional”, dijo un empleado que trabajó 50 años en la entidad.

En la bóveda del Banco Central se pueden encontrar grandes cantidades de pesos argentinos. También algunos dólares. Pero ni unos ni otros forman parte de las reservas, son billetes para uso transaccional con los que se abastece a bancos
En la bóveda del Banco Central se pueden encontrar grandes cantidades de pesos argentinos. También algunos dólares. Pero ni unos ni otros forman parte de las reservas, son billetes para uso transaccional con los que se abastece a bancos

Otro dato contraintuitivo: cuánto más dudas hay sobre el dólar, más dólares “físicos” entran al país en forma de importación. Esto es porque los bancos se ven obligados a entregarlos a sus clientes, con destino al “colchón” o a cajas de seguridad. A la inversa, cuando los billetes de dólar abandonan el país suele indicar que las bóvedas de los bancos están repletas. Y ahí es que conviene enviarlos afuera y transformarlos en dinero electrónico.

Una disgresión; el mismo empleado confirma un viejo mito: “La bóveda llena de oro, de piso a techo, existió. Lo vi con mis propios ojos. No se podía caminar. Eso fue hasta que se abandonó el patrón oro, después ya no tenía sentido”, dijo.

Volviendo al tema, por último, hay algo más, y muy abundante, en las bóvedas de la calle Reconquista. Pero tampoco son reservas. Son pesos, billetes de peso de distinta denominación, que esperan para ser puestos en circulación. Una vez impresos, y antes de ser entregados a los bancos, pasan por ahí. Al menos parte de ellos: según explican ex empleados la sede céntrica del Banco Central es poco práctica para estos fines. La entidad tiene otro Tesoro, en el barrio de Barracas, desde donde se maneja mejor la logística de camiones de caudales cargados de pesos. El tránsito en el Microcentro es ua pesadilla.

¿Entonces faltan reservas?

En definitiva las bóvedas del Banco Central no están propiamente vacías. No tienen gran cosa, eso es cierto, pero tampoco necesitarían estar llenas para garantizar un balance saludable a la entidad. Por ejemplo, en julio de 2011, en plena campaña electoral y meses antes del nacimiento del “cepo” las reserva brutas estaban encima de los USD 52.000 millones, pero eso no quería decir que hubiera muchos más valores en el subsuelo del Banco Central. No había un gramo de oro más que ahora.

En realidad, no es que las reservas de la entidad no existan o sean falsas. No hay una mentira detrás. El problema es que las tenencias del Banco Central valen menos que, por decirlo de alguna manera, sus deudas. De ahí que se hable de “reservas netas negativas”. Y eso se puede mirar a simple vista en el balance de la entidad.

Tener reservas netas negativas significa que los dólares que estás usando no son tuyos, digamos. Que alguien te los prestó, no necesariamente que te lo van a exigir mañana, pero claramente en términos netos estás usando dólares que no son tuyos y que por lo tanto tienen un costo financiero. A la larga, es una situación que se va a volver insostenible, coyunturalmente es sostenible pero a la larga se va a volver insostenible”, explicó Gabriel Caamaño, economista de Consultora Ledesma.

“Se calculan contando las reservas brutas menos pasivos corrientes en moneda extranjera. ‘Corrientes’ según la definición de la metodología del Fondo, que se refiere a pasivos susceptibles de ser exigidos en el plazo de un año, a un año vista, digamos. Por eso es que a las reservas brutas, para calcular reservas netas, le restamos el swap con China, le restamos los encajes por los depósitos en moneda extranjera, le restamos los créditos de organismos internacionales que hay que devolver en el plazo de un año, alguna línea de crédito tomada con el BIS o con otro banco central. Entonces se resta todo eso”, agregó.

Ese cálculo, a junio se estimaba en USD 5.000 millones negativos de reservas netas. Tras el pago al FMI de esta semana, no hay datos oficiales de los que agarrarse, pero las estimaciones llegan a USD 10.000 millones negativos.

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