Con el pago de USD 2.700 millones que realizó sobre fines de la semana pasada, el Gobierno al FMI quedó claro que la negociación con el organismo está encaminada. Nadie haría semejante desembolso sin certeza de no terminar recibiendo los pagos que el organismo viene postergando, ante la necesidad de llegar a nuevas metas fiscales, monetarias y de reservas para lo que resta del año. Usar semejante volumen de reservas por nada a cambio sería suicida para Sergio Massa en medio de la campaña electoral.
El compromiso de parte de las máximas autoridades del Fondo es responder al menos parcialmente con el pedido efectuado por el equipo económico. El desembolso del organismo a favor de la Argentina llegaría finalmente a los USD 6.800 millones en julio. No es todo lo que pedía el Gobierno, pero sí bastante más de lo que correspondía para este trimestre.
El FMI estaría dispuesto a desembolsar un monto adicional al previsto y recibiría otro adicional en septiembre. Los USD 6.800 millones que cobraría el Gobierno alcanzarán para devolver los préstamos recibidos, pagar los intereses de bonos en dólares en una semana y además seguir interviniendo en el mercado cambiario
Con esos recursos, el Gobierno podría atender varios frentes simultáneos: por un lado está el pago de USD 4.200 millones que vencen con el propio FMI (parte de eso ya se hizo el viernes, con DEG y yuanes). Luego hay que hacer frente a otros USD 1.000 millones de intereses de bonos dolarizados, con vencimiento el 9 de julio. Por lo tanto, aún “sobrarían” alrededor de USD 1.600 millones.
Al menos parte de esos recursos adicionales podrían aplicarse parcialmente para evitar las presiones que puedan producirse en el mercado cambiario, en plena época preelectoral.
Massa logró estabilizar los dólares financieros y que no superen los $500 en los últimos dos meses. Ahora necesita llegar con relativa estabilidad a las PASO, que en realidad ya están a la vuelta de la esquina.
El equipo económico le puede mostrar al FMI que controlando e incluso achicando levemente la brecha cambiaria es posible ponerle un freno a la escalada inflacionaria. Por lo tanto, hay un argumento relativamente sólido para mantener la intervención. Se trata, sin embargo, de políticas de corto plazo. Tanto Massa como el FMI consideran que el acuerdo será meramente un puente para llegar a diciembre y luego negociar de cero con la futura administración.
El comunicado que emitió el staff del FMI el jueves a la noche también tiene un “guiño” para el Gobierno, aunque siempre en un lenguaje más bien críptico. “Las discusiones se dan en un contexto desafiante, en parte afectado por una histórica sequía”, indicó Julie Kozack, directora de Comunicaciones del organismo, en el comunicado oficial.
Esta alusión a la sequía para justificar el cambio de metas que se avecina no hace más que plegarse a la propia explicación del Gobierno para justificar la pérdida de reservas. También caen dentro de la misma bolsa no haber complicado con la meta fiscal y que se haya sobrepasado el techo de emisión monetaria estipulado. El mensaje de los técnicos hacia el directorio del FMI parece claro: no es que la Argentina volvió una vez más a las andadas, sino que la pérdida de casi USD 25.000 millones por la caída de exportaciones del complejo agroexportador trastocó todas las proyecciones.
El Central desaceleró la suba del dólar oficial en junio, que aumentó un 6,6%, por debajo de la inflación. Y todo indica que mantendrá ese comportamiento en los próximos meses. Pero además, logró bajar la brecha cambiaria a menos del 90%
Massa apunta así a mantener la paz cambiaria como mínimo hasta las PASO. Pero luego quedan dos meses y medio adicionales hasta las elecciones en los que también serán necesarios otro desembolso del Fondo, que llegaría en septiembre. Para Massa, la estabilidad cambiaria es fundamental para llegar con más chances electorales y entrar cómodo al ballotage.
La inflación es desde ya uno de los aspectos más sensibles para los próximos meses. La mayoría de las consultoras estimó que el índice se ubicó en alrededor de 7% en junio, por debajo del 7,8% de mayo. Las mediciones de la secretaría de Programación Económica estimaron un nivel todavía menor, que arranca con el “6″ adelante.
Mientras tanto, se avanza en la negociación con distintos sectores para que congelen precios hasta las PASO. Sin embargo, en Economía no quieren anuncio “oficial” para que no sea criticado como un acto electoral.
Además de evitar una nueva escalada inflacionaria, algo que parece relativamente factible para los próximos meses, el Gobierno también deberá lidiar con una fuerte desaceleración de la economía. La actividad cayó 4,2% en abril, reflejando de lleno el impacto de la sequía, pero también los efectos de la aceleración de la inflación en el poder adquisitivo de los salarios.
Los mercados miran de cerca tanto la negociación con el FMI, que parece relativamente encaminada, pero también gana peso en la toma de decisiones la previa electoral. La suba superior al 100% de las acciones líderes y el fuerte repunte de los bonos el mes pasado –cercano al 30%– reflejan cierta mirada optimista respecto al futuro económico después del 10 de diciembre.
La actividad económica empieza a sentir el impacto pleno de la sequía, como lo reflejó el INDEC con la caída interanual de 4,2% de abril respecto al mismo mes del año anterior. También pega, aunque en menor medida, el efecto de la aceleración inflacionaria sobre el poder adquisitivo de los salarios
Eso sí, la incertidumbre electoral podría ponerle un freno a la gran escalada de los últimos meses. La interna de Juntos por el Cambio arde y nadie arriesga un ganador entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Del otro lado, la candidatura de Javier Milei parece haberse desinflado, lo que también produce cierto alivio en Wall Street. La carrera electoral será un larguísimo proceso y todo indica que recién culminará en noviembre con el ballotage.
Seguir leyendo: