Aunque tuvieron ayer un retroceso tras varias jornadas al alza, la suba que acumulan los activos argentinos desde que se inició junio, particularmente los bonos de la deuda en dólares, y el inexorable avance del calendario electoral obligaron a los analistas financieros a revisar cuentas y ensayar nuevos cálculos.
Si bien no queda del todo claro cuál es el verdadero motor que está impulsando la mejora en el mercado, lo cierto es que las nuevas cotizaciones pueden tener impacto en futuras negociaciones de la deuda. El optimismo, considerado por algunos expertos financieros “una apuesta al cambio” y por otros, una búsqueda de cobertura tanto para el excedente de pesos como para las tenencias de dólares ante medidas fuertemente disruptivas, modifican implícitamente el punto de partida a partir del cual el próximo gobierno deberá entablar la discusión con los acreedores privados, esencialmente extranjeros. En otras palabras, los nuevos precios reflejan una expectativa de una futura negociación de la deuda menos agresiva por parte de la próxima administración.
La “apuesta al cambio” del mercado que señalan muchos pero que, para bancos de Wall Street como el Bank of America, implica “enormes riesgos de corto plazo”. En el mediano plazo, sin embargo, la coincidencia de que las ganancias pueden ser bien altas, incluso descontando una reestructuración, está bastante extendida. Si esa es la mirada que están privilegiando los inversores y, por ende, alimentando la suba de los bonos de las últimas jornadas es una premisa que sólo se convalidará con el correr de los días y las posibles turbulencias en la medida que se conozcan resultados electorales.
“Durante la última semana, las paridades de los Globales lograron situarse en una racha alcista. Durante las últimas cinco ruedas, los bonos con ley neoyorquina ofrecieron retornos entre 8 y 10 por ciento”, apuntó Delphos Investments y agregó que “hoy, con precios que en promedio se ubican un 11% arriba de aquellos de hace un mes, la agresividad de reestructuración implícita es menor”.
Desde esa perspectiva, proyectan que el planteo de una próxima renegociación pasará simplemente por una postergación en los plazos de pago, sin quitas. De los cuatro años que se calculaban hasta hace un mes, los precios reflejan ahora un diferimiento de solo dos años en los pagos de intereses y, en ambos casos, de 6 años para el pago de capital.
También el Bank of America trazó distintos escenarios, asumiendo que el objetivo será despejar los pagos que se empiezan a concentrar en altos volúmenes a partir de 2025, de acuerdo a los términos en los que reestructuró la deuda el ex ministro de Economía, Martín Guzmán. En ese sentido, la entidad aclaró que “los retornos son altamente sensibles a los supuestos” incluidos bajo cada escenario, por lo que pueden variar de una ganancia de 84% en el escenario más optimista a una pérdida de 32% en el más pesimista.
“Aunque los retornos esperados de largo plazo pueden ser altos, los inversores también enfrentan numerosos y enormes riesgos de corto plazo. Esos riesgos incluyen una dinámica de inflación sin ancla, una profundización de la crisis cambiaria, una profunda recesión y un no despreciable riesgo de un evento crediticio prematuro”, advirtió el BoFA a sus clientes, en una descripción según la cual las condiciones de sufrimiento económico de corto plazo implican peores condiciones iniciales pero podrían mejorar la probabilidad de reformas más profundas post electorales y, con eso, mejorar los retornos esperados. Una especie de círculo virtuoso que parte del colapso. “Pero si esos shocks ocurren muy lejos en el tiempo de las elecciones -vaticina el banco de inversión- los bonos podrían caer de todas maneras”.
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