Los indicadores económicos volvieron a mostrar en la última semana una notable brecha entre el aumento real que registró lo ingresado a la AFIP por IVA, Impuesto al Cheque y Bienes Personales, y la notable caída registrada en Ganancias de las empresas y asalariados, Transferencia de Combustibles, Derechos de Exportación (efecto sequía, y liquidaciones anticipadas) y Derechos de Importación (control del comercio exterior); el aumento del empleo registrado y la caída de la actividad industrial y del PBI que midió la consultora Ferreres; y baja del crédito bancario en valores reales.
Y el escenario para lo que resta del año, no da señales de posible punto de giro, pese a las intensas gestiones del ministro Sergio Massa para obtener financiamiento y divisas para, al menos, no se asista a un cuadro disruptivo en los meses de elecciones primarias y generales.
Infobae entrevistó a Martín Rapetti, licenciado en Economía UBA y doctor en Economía de la Universidad de Massachusetts, director Ejecutivo de Equilibra Consultores, investigador del Conicet y del Cedes y profesor en la UBA, UTDT y del Centro de Investigación y Acción Social, quien destacó que “Sería un error plantear que para bajar la inflación vamos a tener que pasar un largo desierto. O, dicho de otro modo, no creo la desinflación se vaya a lograr gracias a una gran recesión y drásticos ajustes”. Alertó por las limitaciones del Gobierno y de los atajos para la estabilización de los precios.
— Ante la escasez de reservas en el BCRA y falta de recursos genuinos el Gobierno toma medidas bajo la forma de aparentes buenas noticias, pero de claro corto alcance, y por tanto nada efectivas ¿Cuánto tiempo puede continuar esa política?
— Las reservas del BCRA ya están en terreno negativo por unos USD 1.000 millones. Es, como dice, una situación difícil. Hay que tener en cuenta que estacionalmente esta es la temporada en la que el BCRA suele acumular reservas porque el campo liquida sus exportaciones. El Gobierno está usando las pocas reservas que tiene para la importación -obviamente de forma cada vez más acotada- y también para intervenir en los mercados de dólares libres para mantener la brecha cambiaria contenida. La manta es muy corta. Es evidente que esta dinámica no es sostenible.
“La pregunta es si el Gobierno podrá llegar así hasta las PASO o tendrá que hacer algo antes para racionar los dólares que le faltan”
La pregunta es si el Gobierno podrá llegar así hasta las PASO o tendrá que hacer algo antes para racionar los dólares que le faltan. Me cuesta ver que el FMI brinde financiamiento fresco para que el Gobierno pueda mantener esta política; tal vez, podemos esperar algo de la negociación con China, pero no creo que pueda ser mucho. En cualquier caso, el 14 de agosto luce muy lejano para una situación como ésta.
— ¿Qué costo le genera a la sociedad en su conjunto la inacción real contra la aceleración de la inflación y el inminente ingreso a una faz recesiva, más allá del golpe de la sequía?
— La sequía tuvo, sin dudas, un efecto muy negativo. Parte de la aceleración inflacionaria que vimos en el primer cuatrimestre es atribuible a la sequía. Y aunque todavía no lo vimos en su total expresión, porque el nivel de actividad hasta marzo se ha mantenido alto, creo que es inevitable un proceso recesivo en los próximos meses. Me parece que se va a sentir. Cuando faltan dólares, en una economía encepada, la actividad se reciente.
Aun cuando el Gobierno no vaya a devaluar de forma brusca el tipo de cambio oficial -no veo a un gobierno peronista devaluando durante un proceso electoral- vamos a ver un ensanchamiento de la brecha cambiaria y eso irremediablemente impactará sobre los precios. La inflación seguirá en niveles altos los próximos meses y habrá un pérdida del poder adquisitivo. Este será un año recesivo y de muy alta inflación.
— Según el consenso del mercado, el atraso cambiario desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández es de 40% ¿Cuánto fue el mayor rezago en los últimos 50 años, y qué genera?
— Desde que asumió en diciembre de 2019 hasta hoy el tipo de cambio se atrasó con relación a los precios alrededor de un 20% (descontando la inflación norteamericana). El nivel de tipo de cambio actual está retrasado, pero no excesivamente. Hubo momentos en la historia argentina de atrasos cambiarios mucho más significativos que el actual: el final de la administración de Martínez de Hoz a principios de los ochenta, al final de la convertibilidad en 2001, en el final del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner en diciembre de 2015 y a fines de 2017 durante el gobierno de Mauricio Macri. Hay que ver cómo termina el mandato Alberto Fernández, pero es difícil imaginar que pueda atrasar mucho el tipo de cambio dada la escasez de dólares que hay en la economía.
— ¿Cómo cree que llegará la economía a las PASO?
— Como le decía, no veo al Gobierno corrigiendo la cotización oficial del dólar con un salto abrupto. Por otra parte, sería un error. Este gobierno no está en condiciones de ofrecer ninguna dosis de confianza o un marco de credibilidad para estabilizar. Es un gobierno sin autoridad fáctica, con fuertes peleas internas y en efervescencia y disputa para ver quienes integran las listas de cara a la elección. Además, el BCRA no tiene reservas, no hay casi crédito y el déficit fiscal se cubre en parte con emisión monetaria.
Devaluar en estas condiciones, sin la posibilidad de ofrecer un programa sólido técnicamente y creíble políticamente, generaría una fuerte aceleración inflacionaria, profundizaría la recesión y ayudaría poco a racionar los dólares que faltan.
“No veo al Gobierno corrigiendo la cotización oficial del dólar con un salto abrupto”
— ¿Y entonces?
— Me imagino dos escenarios. El más “optimista” es uno en el que -pisando los dólares para importar, consiguiendo algún crédito multilateral o de China, implementando una nueva versión del programa de “dólar soja” que incentive mínimamente la liquidación de agro-divisas y manteniendo la tasa de interés alta, más alguna ingeniería adicional de restricciones al acceso al mercado oficial de cambios (como la que se anunció en la semana sobre el pago de la deuda provincial)- el Gobierno logra llegar a las PASO más o menos sin que haya un cimbronazo cambiario-inflacionario. De todos modos, sería una economía con una brecha seguramente más alta que la actual, con una tasa de inflación que difícilmente baje respecto de los niveles actuales y una actividad económica en caída.
— ¿Cómo sería el otro escenario?
— El otro es sencillamente que no alcance con la estrategia de “aguantar” y que el Gobierno se vea forzado a racionar el acceso al mercado de cambios de un modo más abrupto. Insisto: me cuesta ver que opte por una devaluación abrupta. Pero si la búsqueda de cobertura cambiaria se intensifica, los dólares alternativos y brecha saltarán fuertemente y veremos seguramente un impacto muy fuerte sobre la inflación. El BCRA tendrá que subir mucho la tasa e intensificar todavía más el cepo. Me imagino que nos moveríamos a una economía con dos dígitos mensuales y una recesión más profunda. Este escenario no tiene probabilidad cero, pero me parece que el escenario de “aguantar hasta las PASO” es el que más chances tiene. Serán 10 semanas de mucha incertidumbre.
— ¿Un resultado muy adverso para el oficialismo qué efectos generaría sobre ese cuadro?
— Depende mucho de quién lidere la oposición. Me parece que si las PASO revelan que Javier Milei tiene chances relevantes de convertirse en presidente habrá una fuerte presión dolarizadora a partir del día siguiente. La brecha subirá fuertemente y se acelerará también la inflación. La razón es sencilla. Milei viene anunciando que va a dolarizar la economía y el mercado sabe muy bien que no hay dólares para dolarizar. Entonces todos querrán comprar dólares antes de que el precio empiece a subir. Ese escenario es realmente preocupante.
“Milei viene anunciando que va a dolarizar la economía y el mercado sabe muy bien que no hay dólares para dolarizar”
Si, en cambio, las PASO revelan que el próximo gobierno va a ser de Juntos por el Cambio, la economía se puede estabilizar, especialmente si quien gana la interna lleva un mensaje racional y muestra que será capaz de liderar un proceso de estabilización de la economía.
— Como asesor del precandidato presidencial por el radicalismo, Facundo Manes, ¿Qué le sugiere como primeras medidas de gobierno para comenzar a ordenar la macroeconomía?
— Estudié mucho las experiencias de estabilización latinoamericanas y otros países como Israel. Una lección que surge con nitidez de esas experiencias es que para bajar la inflación es central que el gobierno despierte confianza. Me refiero concretamente a la confianza en que el gobierno tiene voluntad y, sobre todo, la capacidad política de llevar a cabo su plan desinflacionario. Tener capacidad política no significa ser corajudo, pegar unos gritos o dar golpes en la mesa. Los militares no pudieron bajar la inflación y ejecutaron la mayor represión de los derechos humanos de la historia argentina. Está claro que no se baja la inflación a lo guapo.
Tener capacidad política significa ser capaz de llevar a cabo el plan a pesar de los contratiempos y evitando bloqueos. Para evitar que haya grupos o actores que quieran bloquear el proceso de estabilización, en vez de ponértelos en contra es clave generar incentivos para que cooperen. Todos los argentinos quieren vivir con inflación baja. Los trabajadores y las empresas. Todos. Entonces hay que mostrar que la cooperación es más rentable que el bloqueo al plan. Por eso, es central que quien lidere el proceso sea capaz de mostrarle a todos los actores que van a estar mejor si se baja la inflación. Ese liderazgo tiene que persuadir a los actores que, aun pagando un costo en el corto plazo, cooperar para que el plan desinflacionario tenga éxito es la mejor opción.
Facundo Manes tiene muy claro que el ancla para estabilizar es política y el método es liderar con persuasión para que los actores cooperen en vez de que bloqueen. Michael Bruno, el ideólogo del plan con el que Israel bajó la inflación de más de 500% a 20% en menos de un año, llamaba a esta estrategia “terapia de consenso”.
— ¿Qué otros ingredientes se necesitan para estabilizar?
— Además de la voluntad y capacidad política, la estabilización requiere de un plan económico bien diseñado y articulado. Y obviamente, un equipo económico preparado para ejecutarlo. El plan tiene mostrarle a la sociedad y a todos los que deciden o negocian precios que las medidas que el gobierno está tomando son consistentes con una inflación más baja. Eso requiere mostrar que el Tesoro no necesita financiamiento vía emisión del Banco Central, que el tipo de cambio no está atrasado, que la economía tiene un flujo abundante de dólares porque hay exportaciones e inversiones y que el Banco Central tiene reservas para mantener estable y sin sobresaltos al tipo de cambio nominal.
“Además de la voluntad y capacidad política, la estabilización requiere de un plan económico bien diseñado y articulado”
— Dado el severo deterioro de los precios relativos: tipo de cambio, tarifas, jubilaciones y salarios de los sectores no sindicalizados; y abultados pasivos remunerados del BCRA ¿Qué efecto sobre los sectores de la población más vulnerables tendrían esas medidas correctivas?
— Para mí, es un error plantear que para bajar la inflación vamos a tener que pasar un largo desierto. O, dicho de otro modo, no creo la desinflación se vaya a lograr gracias a una gran recesión y drásticos ajustes. Es un error. Las palabras clave no deben ser “ajuste y reformas”, sino “estabilización y crecimiento”. No estoy diciendo que no haya costos en la estabilización, sino que la estrategia tiene que ser de ordenamiento macroeconómico para estabilizar, pero en simultáneo de generar incentivos para la inversión y el crecimiento.
Hay un círculo virtuoso entre la estabilización y el crecimiento. Para bajar la inflación es clave estabilizar el tipo de cambio. Hablo, obviamente, del caso de un mercado cambiario unificado. Para poder estabilizar al tipo de cambio, la economía tiene que generar dólares y eso se logra con empresas que invierten y exportan. Por eso, creo que el plan de estabilización se tiene que plantear en simultáneo con medidas que promuevan la inversión y la exportación en sectores clave en la generación de dólares.
Dos sectores obvios son la energía y la minería. Ambos tienen un enorme potencial de desarrollo y de generación de dólares. Hay que impulsarlos desde el día uno. Obviamente, también tenemos mucho potencial en la agroindustria, varios sectores manufactureros, el turismo y la economía del conocimiento. Y por supuesto, la inversión y la exportación se van a ver estimuladas si macroeconomía se estabiliza. La estabilización y el crecimiento son un matrimonio virtuoso.
— La historia desde la hiperinflación de 1989 hasta los primeros años poscrisis de la Convertibilidad revela que los presidentes que administraron con éxito la salida de esas crisis relajaron sus políticas a partir del tercer o cuarto año de haber alcanzado muy buenos resultados ¿Por qué ocurre eso?
— Es muy importante lo que plantea. La estabilización no debe ser vista como el punto de llegada, sino como de partida. Una vez que baja la inflación y se ordena la macroeconomía, hay que tener la capacidad de mantenerlos en el tiempo. Por eso, creo que es central que la “terapia de consenso” que te comentaba antes se construya a partir de una nueva institucionalidad macroeconómica.
El próximo gobierno debe convocar al grueso de la dirigencia política para acordar dos o tres cuestiones clave de una nueva institucionalidad macroeconómica. Una es la reforma de la Carta Orgánica del BCRA, que tenga como mandato institucional conseguir y mantener una inflación baja, estabilidad financiera y estabilidad de los pagos externos. Esto último significa evitar atrasos cambiaros que después derivan en crisis de balanza de pagos. Se debe nombrar a un directorio con mucha solvencia técnica y de representación política amplia. El presidente y los directores del BCRA no pueden ser sólo del sector político que gobierna, porque la estabilidad macroeconómica debe ser una política de Estado. Por eso, tampoco pueden estar en comisión como ocurre hace décadas. Deben tener estabilidad por un mandato fijo; no pueden estar a tiro de decreto.
“La estabilización no debe ser vista como el punto de llegada, sino como de partida”
Otra institución es establecer una regla fiscal y un fondo contra-cíclico. La idea es establecer el comportamiento del gasto público por medio de una regla para evitar la discrecionalidad del gobierno de turno. De esta forma, se puede establecer una trayectoria fiscal predecible que busque el equilibrio presupuestario primero y luego, por un tiempo, superávit para bajar el peso de la deuda.
La Argentina tiene que crecer y reducir su deuda para eliminar la incertidumbre respecto del pago de nuestras obligaciones. Pero además una regla de este tipo hace que cuando la economía crece, el Estado ahorre recursos que invierte en un fondo contra-cíclico. Ese fondo debe ser administrado con solvencia técnica ser autónomo del poder central. Cuando vienen períodos de vacas flacas se pueden usar los fondos ahorrado y, así, evitar un ajuste que profundice la recesión. Esto ayuda a suavizar el ciclo económico y crecer con mayor estabilidad.
El tercer elemento de la nueva institucionalidad económica es hacer del Indec una institución autárquica, con un director o directorio tecnocrático designado por un periodo fijo mayor al de un mandato presidencial. No podemos volver a correr el riesgo de que se falsifiquen las estadísticas públicas.
— ¿Un cambio de régimen monetario, con un corsé severo del tipo “Dolarización”, podría evitar un eventual relajamiento de políticas y reformas estructurales que necesitan la economía y política argentina?
— La dolarización es una muy mala idea. Primero, porque significa una claudicación. Es admitir que los argentinos somos incapaces de gobernarnos y que necesitamos una institución extranjera -la moneda de USA- para no tener inflación. Me resisto a pensar que somos ingobernables. Segundo, en las condiciones actuales, dolarizar significa pulverizar los salarios porque el BCRA no tiene reservas y el Estado argentino no tiene crédito. Con los números actuales, implicaría que el salario formal promedio bruto de la economía pase de USD 1.200 a unos USD 150, al cambio oficial.
La idea de que se puede dolarizar sin una hiperdevaluación me resulta fantasiosa por donde se la mire. Como el BCRA no tiene dólares, el argumento es que se van a vender los bonos de deuda pública que tiene el BCRA. Y que como los bonos hoy cotizan a 20 centavos de dólar, no se conseguirían tantos dólares vendiéndolos, el argumento es que porque va a venir un nuevo presidente “creíble” el precio de los bonos va a subir a 50 centavos. Es un argumento que desafía la lógica económica. Nos están diciendo que se van a conseguir los dólares duplicando la deuda que tiene el sector privado y que aumentando esa oferta de bonos al público, el precio -en vez de caer- va a subir! Insólito.
Pero, incluso, más allá de la implementación de corto plazo la dolarización tiene problemas para el mediano y largo plazo. Si dolarizamos, tarde o temprano, tendremos un colapso del sistema bancario porque si hay algo que está probado es que en todo país hay corridas bancarias. Si no, miremos lo que está pasando hoy en Estados Unidos con la crisis que se desató con la caída del Silicon Valley Bank. Con una dolarización, el sistema financiero se queda sin prestamista de última instancia. Miremos de vuelta a Estados Unidos y veamos cómo se está administrando la crisis bancaria con un banco central (la FED) que emite dólares para estabilizar la corrida. Que quede claro, la dolarización es un remedio que no cura.
Fotos: Maximiliano Luna
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