En medio de una crisis de reservas internacionales, divisas que el Gobierno necesita para mantener un dólar mayorista para importadores en torno a los $240 a los que cotiza en la actualidad, la Argentina acordó una renovación del swap de monedas entre el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y su par oriental, el Banco Popular de China (PBoC), además de una ampliación del monto de libre disponibilidad que puede usar la entidad conducida por Miguel Pesce para financiar el intercambio comercial con el país asiático.
La medida busca dar aire a un panorama cambiario crítico, ¿pero para qué sirve y cómo funciona el swap? ¿Y por qué es un mecanismo de rescate que preocupa a Estados Unidos y organizaciones multilaterales de crédito?
¿Qué es un swap?
El swap de monedas es un acuerdo entre dos bancos centrales para poner a disposición de su contraparte un crédito contingente –esto es, un crédito listo para ser usado a voluntad pero no necesariamente tomado. En su versión actual, para el Banco Central argentino eso implica un asiento contable de 130.000 millones de yuanes, que alcanzan un valor algo por encima de los USD 18.000 millones de dólares. Es cerca del 55% de las reservas brutas del BCRA, hoy apenas por encima de los USD 33.000 millones.
El swap de monedas es un acuerdo entre dos bancos centrales para poner a disposición de su contraparte un crédito contingente
El primer acuerdo entre ambos bancos centrales fue establecido en el año 2009. En 2014 fue firmado un segundo acuerdo, que fue renovado en 2017 y complementado a fines de 2018 con un acuerdo suplementario. En agosto de 2020 se firmó el acuerdo que ahora se renueva.
Pero el anuncio de hoy agregó otro detalle. Dentro de ese asiento contable, el BCRA tenía la posibilidad de disponer en forma inmediata de 70.000 millones de yuanes (algo menos de USD 5.000 millones) en lugar de los 35.000 millones de yuanes (cerca de USD 5.000 millones) disponibles hasta ahora. Es el “monto de uso”, la parte del crédito contingente que la Argentina puede usar a voluntad.
Reservas brutas, reservas netas
Aunque un acuerdo de swap implica que el Banco Central pone a disposición del PBoC un monto equivalente –unos 4,4 billones de pesos argentinos– esa reciprocidad es puramente formal. El banco central de China no necesita liquidez en pesos.
En los hechos, el asiento contable le permite a la Argentina inflar el monto total de sus reservas brutas. Siendo las reservas brutas todos los activos internacionales de los que dispone el BCRA, sin importar su propiedad. Esa cifra incluye, por ejemplo, depósitos en dólares del sector privado que no pertenecen al BCRA y por lo tanto no son de libre disponibilidad. También préstamos de corto plazo.
Las reservas netas, por otro lado, son un monto mucho menor. Quitando préstamos de corto plazo, depósitos y otros activos que el Banco Central no puede gastar en forma inmediata, por ejemplo, para venderlos a $240 en el mercado mayorista y así mantener bajo el dólar oficial, las arcas de la entidad están prácticamente vacías. Las estimaciones privadas –no hay dato oficial de reservas netas– van de USD 500 millones a USD 1.500 millones negativos, es decir, un banco central con deudas.
El swap, como asiento contable o en el mejor de los casos préstamo de corto plazo, no suma “reservas netas”.
Préstamo
Más allá de los 130.000 millones de yuanes que figuran como reservas brutas, entonces, ahora el Banco Central tiene acceso a 70.000 millones de yuanes en total (algo menos de USD 10.000 millones) disponibles para su uso. Pero esos usos tienen sus límites y sus costos.
Los yuanes que tendrá a mano Pesce no sirven para intervenir en el mercado cambiario, es decir, para vender dólares y mantener al tipo de cambio oficial a raya –aunque, acuerdo previo mediante–, el Gobierno de Cambiemos si los utilizó con ese fin al canjear parte de los yuanes por moneda estadounidense. Los yuanes en cuestión, ahora, se pueden utilizar para el intercambio comercial entre los dos países.
Más precisamente, a quienes lleguen al mercado cambiario demandando dólares para pagar importaciones chinas, el Banco Central podrá venderles yuanes.
El asiento contable le permite a la Argentina inflar el monto total de sus reservas brutas, todos los activos internacionales de los que dispone el BCRA
El monto del préstamo que la Argentina tiene disponible no parece casual. Se acerca mucho al déficit comercial que mantiene la Argentina con China en un año. Durante el 2022 la Argentina exportó a Shangai 8.000 millones de dólares e importó USD 17.500 millones. Es decir que la Argentina tuvo un déficit de unos USD 9.500 millones.
El Banco ICBC, de origen chino, es el encargado de darle curso a estas operaciones. Desde noviembre del año pasado la entidad anunció que prestaría el servicio de “Renminbi Clearing Bank”, de corresponsalía bancaria en yuanes a bancos locales, facilitando liquidaciones de comercio exterior e inversiones entre China y la Argentina.
Entonces, en principio, el Banco Central cuenta ahora con un recurso más para poder vender divisas en el mercado cambiario. Sólo a quienes importan desde China, pero eso es indiferente, porque al mismo tiempo libera dólares para quienes importen desde otros orígenes. Claro que esos yuanes hay que devolverlos.
“Esto no es un swap, es un préstamo. Un swap es cuando uno tiene un activo que necesita cambiar, va y lo cambia de denominación. Teníamos un swap medio cosmético a tasa cero y, ahora es un ‘dejame usar esos yuanes y te pago una tasa cuando te los devuelvo’. Pasa a ser un préstamo”, resumen Andrés Borenstein, economista de Econviews.
“Entonces, te aumenta el endeudamiento. Por alguna extraña razón, la Argentina no cuenta la deuda del Banco Central como deuda pública, aunque sí como deuda externa. O sea, te aumenta la deuda externa”, agregó Borenstein.
Para qué sirve el swap
A falta de otras divisas, los yuanes disponibles del swap le permitirían al Banco Central mantener el flujo de importaciones desde China sin tener que gastar dólares que no tienen.
“Sirve para cubrir el déficit de comercio bilateral entre Argentina y China sin necesidad de, para eso, tener que usar dólares”, resume Gabriel Caamaño, de Consultora Ledesma.
En una situación normal no lo utilizarías porque financiarías ese déficit comercial bilateral con otros superávits bilaterales o con los ingresos por la cuenta capital y financiera. Pero como el cepo hace que ingresen pocas divisas genuinas por la cuenta capital (exportaciones) y financiera (préstamos e inversiones), la cuenta corriente es deficitaria y te quedaste sin reservas para cubrirlo con dólares propios, empezas a usarlo para financiar con eso ese déficit comercial bilateral y no tener que restringir aun más las importaciones, con su impacto negativo en actividad y precios”, agregó Caamaño.
Entonces, para Pesce y el ministro de Economía Sergio Massa el swap le permite mantener el esquema cambiario vigente un tiempo más.
“Si vos pensas que las importaciones de bienes son unos USD 5.000 millones por mes, el PBoC te regaló un mes y faltan dos meses para las PASO. Teniendo en cuenta que aún así entran dólares por exportaciones, necesitas unos USD 1.000 millones al mes. Te dio cinco meses más de importaciones”, agregó Borenstein.
Costos
Pensando el swap ya no como un mecanismo de conversión de monedas, sino como un préstamo hecho y derecho, queda analizar los costos. En términos de financiamiento para bancos centrales, este swap no es barato. Esto se sabe a pesar del acuerdo, que es confidencial, pero cuyos costos trascendieron a través de los distintos Gobiernos que pactaron los rescates.
“Esto no es un swap, es un préstamo. Un swap es cuando uno tiene un activo que necesita cambiar, va y lo cambia de denominación” (Borenstein)
“Pagas Shibor –la tasa de interés China– más 4 puntos porcentuales, lo que es lo mismo que unos 6 o 7 puntos en dólares”, explicó Caamaño. “El tema es que son yuanes, así que eso sólo amortigua la restricción cuantitativa autogenerada para las importaciones chinas. En consecuencia, además de estar endeudándote caro y de corto plazo en moneda extranjera para amortiguar el impacto estanflacionario de tus malas decisiones, terminas desviando comercio a favor de los proveedores chinos”, agregó el economista.
Para Borenstein, mientras tanto, el costo financiero no es menor pero es secundario si se mira el pasivo que se deja para adelante.
“En términos de tasa está cerca de lo que te cobra el FMI, pero con el riesgo país actual emitir deuda en el mercado sería mucho más caro que el swap. Así que el costo financiero está, pero no es la peor parte. La peor parte, claramente, es que esto empeora la herencia para el próximo Gobierno. Porque el que asuma va a tener generar los divisas para pagar por estos yuanes. Y esa deuda, si se usa toda son unos USD 10.000 millones, se suma a toda la deuda comercial que se agrandó muchísimo –porque el Banco Central permite importar hoy y pagar más adelante. Esa deuda, de importadores que ya compraron pero van a demandar los dólares cuando cambie el Gobierno, aumentó unos 12 mil millones en los últimos seis meses a un año. El próximo Gobierno va a tener que enfrentar toda esa demanda de dólares dormida”, concluyó Borenstein.
Riesgos
Pero más allá de sesgar el intercambio comercial en favor de proveedores chinos, que son los que van a tener mejor financiamiento para lubricar sus ventas, estudios internacionales advierten sobre costos aún mayores de contraer deuda con China.
En abril de este año, el National Bureau of Economic Research (NBER) –uno de los centros de investigación económica más prestigiosos de los EEUU– actualizó el estudio “China como prestamista de última instancia” elaborado por economistas de la Universidad de Harvard, el Instituto Kiel de Economía Mundial (Alemania), la ONG AidData y el Banco Mundial.
“Pagas Shibor -la tasa de interés China- más 4 puntos porcentuales, lo que es lo mismo que unos 6 o 7 puntos en dólares” (Caamaño)
Allí, analiza el sistema global de “rescates” a países en estrés financiero, con más de USD 170.000 millones desembolsados por parte del PBoC, además de créditos de otras entidades financieras asiáticas.
Los swaps como el que mantiene la Argentina, dice el trabajo, “incluyen numerosos rollovers que sirven para fortalecer las reservas brutas y son mayormente girados a países en estrés financiero y con bajos niveles de liquidez”.
Pero, prosigue, los “rescates” chinos difieren de los de otros “prestamistas de última instancia” pues, enumera 1) son opacos; 2) están atados a tasas de interés relativamente altas; y 3) apuntan casi exclusivamente a deudores que se sumaron a la “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, un plan estratégico del gigante asiático para irradiar su poder en el mundo.
“Está claro que su activación fortalece las reservas brutas y sirve a fines decorativos (en el original en inglés, window dressing) pero falta claridad sobre el uso real de los fondos, en especial si se usan para pagar a China deudas de pronto vencimiento”, reafirma.
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