En la ciudad de Buenos Aires hay cientos de construcciones, testigos vigentes de una época dorada en donde se construían inmuebles de estilos arquitectónicos provenientes de varios rincones europeos que contribuyeron a darle un toque único al paisaje urbano porteño.
En la intersección de la Avenida de Mayo y Salta se encuentra el edificio nacido como Hotel Metropole, uno de los 18 hoteles que supo tener para el Centenario de la Patria esa arteria pensada como vidriera al mundo por el entonces intendente Torcuato de Alvear.
Construido en mampostería con vigas de hierro y bovedilla catalana, como se usaba en esa época, previa al hormigón armado, el edificio tiene un sótano, planta baja y cuatro pisos (el último en mansarda). Es de estilo academicista francés y pertenece a la corriente de la Ecole des Beaux Arts de París
Actualmente en esta edificación, resguardada como patrimonio histórico como otras vecinas (incluida el Palacio Barolo a una cuadra y próximo a celebrar 100 años) hay viviendas y oficinas en venta, y mantiene abiertas sus puertas un restaurante con más de tres décadas de trayectoria.
Sobre el ex Metropole, Mariela Blanco, autora del libro Leyendas de ladrillos y adoquines, explicó a Infobae: “en estos hoteles se hospedaban las delegaciones gubernamentales extranjeras, viajeros particulares y la intelectualidad de todo el mundo que llegaba a Buenos Aires atraída por la gran actividad cultural y, por qué no decirlo, por la intensa vida nocturna”.
El hotel fue construido en el año 1900; al frente de la obra estuvo el arquitecto argentino Augusto Plou. Es un edificio de cuatro plantas con cúpula que, originalmente, tenía por remate una figura femenina de bronce, símbolo de la empresa de seguros de entonces, La Previsora, que fue la primera propietaria del inmueble. Tenía, además, miradores que se fueron perdiendo en sucesivas reformas, además de 150 habitaciones y salida por las calles Salta y Rivadavia.
“Este tramo de la Avenida de Mayo es como una sucursal de la Gran Vía madrileña separada por un océano” (Mariela Blanco, autora del libro “Leyendas de ladrillos y adoquines”
“La decoración del hotel seguía los cánones de la época con profusión de mármoles de varios colores, boisserie de roble y mobiliario de estilo Luis XV. Tuvo, además, uno de los primeros ascensores Otis en jaula”, detalló Blanco.
Construido en mampostería con vigas de hierro y bovedilla catalana, como se usaba en esa época, previa al hormigón armado, el edificio tiene un sótano, planta baja y cuatro pisos (el último en mansarda). Es de estilo academicista francés, pertenece a la corriente de la Ecole des Beaux Arts de París.
El tercer piso tenia mobiliario Luis XIV. Contaba con baños medicinales con sistemas de inmersión, vapor e hidromasajes. Y hacia 1908, el edificio pasó a manos de J. Pomes y Cía. y cambió su nombre por Hotel Cecil.
En 1948, con la flamante Ley de Propiedad Horizontal, el edificio se subdividió y comenzó a funcionar como consorcio, por eso hoy existen oficinas, departamentos y comercios en planta baja.
Si bien se puede decir que este edificio lleva un traje de ladrillo academicista francés, vale señalar que está emplazado en la misma Esquina de la Hispanidad. Basta con mirar alrededor para entender por qué se la conoce con ese nombre.
Blanco añadió que en la vereda sur, se encontraba hasta hace poco el Bar Iberia, frecuentado por los republicanos en tiempos de la Guerra Civil española, el Teatro Avenida, Catedral de la Zarzuela recientemente puesta en valor, el Hotel Castelar donde vivió Federico García Lorca en la década del ‘30 cuando llegó a Argentina para presentar Bodas de Sangre. “Este tramo de la Avenida de Mayo es como una sucursal de la Gran Vía madrileña separada por un océano”.
En 1948, con la flamante Ley de Propiedad Horizontal, el edificio se subdividió y comenzó a funcionar como consorcio, por eso hoy existen oficinas, departamentos y comercios en planta baja
Originalmente, la cúpula de la esquina estaba rematada por una estatua femenina hecha en bronce, que era el símbolo de La Previsora. Cuando cambió de dueños, la estatua fue reemplazada por la aguja metálica que todavía se mantiene. Además, la mansarda tenía una serie de miradores con techos metálicos, que fueron quitados por la falta de mantenimiento.
El edificio ocupa toda la cuadra de la calle Salta entre la Avenida de Mayo y la calle Rivadavia, y sus dos esquinas están resaltadas por cúpulas simétricas.
Departamentos en venta
En donde funcionó el ex Hotel Metropole hay unidades en venta actualmente. Expertos del mercado inmobiliario sostienen que el edificio diseñado por el Plou (también proyectó la sede principal de La Previsora y otros dos hoteles para esta compañía: el Hotel de Londres y el Grand Hotel) es muy buscado.
Alejandra Covello, de Covello International, destacó a Infobae que “este tipo de construcciones son muy valoradas por quienes las habitan y por quienes se interesan en comprarlas. Este tipo de propiedades son buscadas tanto por clientes locales como por los internacionales. Son aquellos a quienes les gusta vivir con estilo, que valoran espacios amplios. Al público que busca este tipo de unidades le gustan los edificios con carácter, algo que salga de lo común, un edificio tradicional, de techos altos, ambientes muy grandes”.
Especialistas justifican que el perfil de los posibles compradores generalmente está conformado por empresarios, extranjeros que requieren algo único en CABA.
“Este tipo de clientes disfrutan de la historia de estos edificios, en general son amantes del arte y sus cuadros se lucen en todo su esplendor, muchos de ellos tienen familias grandes, les gusta recibir personas en su casa y tratan de vivir como probablemente vivían sus padres o sus abuelos en otra Argentina más señorial”, dijo Covello.
La Avenida de Mayo atrae a turistas, visitantes que quedan atrapados por la arquitectura de este paisaje urbano. Allí hoy se venden distintas viviendas y oficinas a pasos de todo
Entre los que se venden, uno de los departamentos tiene 228 metros cuadrados, 6 ambientes, 4 dormitorios y 4 baños, y está cotizado en USD 350.000; se le restauraron sus aberturas y pisos.
También se reformaron cocina, baños y placares para adaptarlo con el confort moderno.
Mantiene intacta sus molduras. De hecho tiene cableado nuevo con flamante tablero eléctrico y aires acondicionado. Sus puertas son las antiguas y de madera super bien conservadas.
También hay otro de 220 m2, por USD 208.000 en uno de los pisos superiores pero necesita mantenimiento y es una buena oportunidad. Posee también 6 ambientes y 4 dormitorios.
Trazando una línea de tiempo, en la década del 50, un inmigrante español llamado José Luis Fernández se afincó en estas tierras y comenzó a incursionar en el campo gastronómico. Pasó de bachero a regentear una pizzería y, años mas tarde, logró montar el restaurante Alameda que aún funciona en la planta baja del edificio.
Karina Fernández, la gerenta del restaurante e hija de quien lo fundó dijo a Infobae que es un orgullo ser parte de un edificio con mucho simbolismo. “Sus panorámicas son únicas, impactan positivamente al turismo y la cultura, con sus llamativas vistas y dibujos ilustrados”.
Polo gastronómico multinacional
En principio el restaurante se llamaba La Alameda. Y su padre en su momento cuando lo inauguró quiso poner el nombre de “La Alameda” por eso el logo de ese entonces contenía árboles con un camino en medio.
Este negocio gastronómico se inauguró el 9 de junio de 1994, donde un grupo de españoles se reunieron para crear una “Pizza-Cafe”. “En su momento había mucho movimiento de gallegos y muchos restaurantes españoles que venían a hacerse la América, y no había tanto turismo. El punto de reunión del inmigrante era ahí mismo, en la Avenida de Mayo. Con el tiempo y con los años se fue dando más un polo gastronómico donde se pueden ver diferentes tipo de nacionalidades. Antes de la pandemia frecuentaban el lugar muchas personas que iban a almorzar o para merendar cuando dejaban sus oficinas. Tras las restricciones por la pandemia nos costó conservarlo pero lo logramos entre todos los familiares y el personal”, contó Karina.
El restaurante cuenta con 60 mesas dividido en dos pisos. Los platos emblemáticos son el lomo Gabetzu, la clásica fugazzeta rellena, bife de chorizo, para las fiestas patrias hacen locro, empanada y pastelitos, como también el clásico pan dulce y las roscas de Reyes y Semana Santa, junto con las empanadas de vigilia.
“El público que suele ir hoy está formado más por turistas, quienes se alojan en los hoteles y los hostel de alrededor. No hay tanta gente de oficinas ya que después de la pandemia muchas plantas quedaron vacías y aún no se recuperaron”, concluyó Karina.
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