Con cada dato oficial de inflación que difunde el Indec se profundiza el pesimismo del mercado para el corto plazo y se repiten los diagnósticos respecto de la necesidad ineludible de aplicar un plan de estabilización integral.
Tales análisis circulan a nivel local y también en la plaza internacional, en la que la Argentina empieza a llamar la atención -aunque sin despertar interés-, a raíz del inminente proceso electoral que determinará, eventualmente, la implementación de un nuevo plan económico.
Sin embargo, para eso falta mucho y desde el exterior llegan advertencias. Otra vez, uno de los principales bancos de Wall Street, Goldman Sachs, elaboró un apunte sobre los acontecimientos recientes de la economía argentina. El banco de inversión puso el foco en el efecto de las medidas adoptadas por el equipo económico durante el fin de semana, esencialmente la nueva suba de la tasa de interés, además de la intervención en el mercado de cambios para evitar que se disparen las cotizaciones financieras del dólar. “Es difícil que las medidas transitorias ayuden”, sostuvo.
El reporte para los clientes de Goldman Sachs redactado por el economista Sergio Armella describe el crítico panorama de la economía local. “El contexto macroeconómico en la Argentina sigue siendo muy complejo. En nuestra evaluación, se espera que la inflación se mantenga en tres dígitos, cada vez hay más niveles de represión financiera, y una desaceleración significativa en la actividad real ya se está registrando”, señaló el analista, quien destacó el incumplimiento del Gobierno respecto de los objetivos establecidos en el acuerdo con el Fondo Monetario. Desde esa perspectiva, destacó que “la credibilidad de la política sigue siendo débil y el riesgo de una pérdida aún más severa del control monetario y de los precios es alto”.
El informe se refiere así al incumplimento de las metas fiscales y monetarias del programa revisado en marzo con el Fondo. Paradójicamente, la única meta alcanzada resultó la de acumulación de reservas, después de que se modificara la exigencia establecida el año pasado. Esa flexibilización se acordó bajo el argumento del fuerte impacto de la sequía en el flujo de divisas. Sin embargo, el Fondo todavía no accedió a modificar la meta de déficit fiscal y, en consecuencia, la de emisión monetaria. Ambas variables registraron un notable desvío. El objetivo fiscal, establecido en $440.000 millones de déficit, quedó superado holgadamente por un desequilibrio de $689.000 millones en los primeros tres meses del año.
Respecto del financiamiento por parte del Banco Central al Tesoro, también la meta se convirtió en papel mojado: con el último giro de adelantos transitorios, el Banco Central emitió $670.000 millones desde marzo para financiar las cuentas públicas. Esa cifra debe compararse con un tope de emisión fijado para todo el primer semestre del año por el FMI aproximadamente la mitad: $373.000 millones hasta fines de junio.
A eso se refiere Goldman Sachs cuando explica que “en última instancia, el entorno de alta inflación en Argentina refleja profundos desequilibrios estructurales de política macroeconómica” y descarta que, con ese enfoque, las últimas medidas adoptadas por Economía puedan tener algún grado de efectividad. “A menos que estos desequilibrios sean integralmente abordados, es difícil esperar que la política de medidas transitorias ayuden a reequilibrar la economía de manera significativa y duradera”, sostuvo el reporte de la entidad financiera.
El diagnóstico del banco se emparenta con la queja que ayer expresó el grupo que nuclea a los acreedores de la deuda argentina que ingresaron al canje realizado por el ex ministro de Economía, Martín Guzmán. “Argentina tiene cero credibilidad. No hay tasa de interés ni política de intervención, control de precios o estímulo al consumo que funcione en estas circunstancias. De hecho, empeoran las cosas. La solución es un plan de estabilización: déficit cero, devaluación y tipo de cambio libre” sostuvo Argentina Exchange Bondholders en un posteo en Twitter.
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