La economía se mueve como un subibaja, sea en el ritmo de la actividad industrial, de la construcción y el comercio, como informa mensualmente el Indec -había repuntado en enero, al punto que llevó a diversos funcionarios que se recuperaba la senda del crecimiento, pero volvieron a caer en febrero, como habían adelantado los consultores privados-; sea en el nivel de reservas, bajan por las intervenciones en el mercado de cambios y suben cuando ingresan desembolsos del acuerdo con el FMI -para enfrentar los vencimientos inmediatos con el organismo-; o en la variación de los índices mensuales de inflación o de riesgo país, pero en todos los casos sin apartarse de la senda real negativa porque no aparece un plan de estabilización integral para sanear las finanzas públicas y las cuentas del Banco Central, y fundamentalmente, atraer inversiones y abrir mercados sin impuestos a las exportaciones.
Con ese cuadro, Infobae entrevistó a Fernando Navajas, Economista Jefe de FIEL y Profesor Titular del Departamento de Economía de la FCE-UBA; expresidente de la AAEP (Asociación Argentina de Economía Política), exvicepresidente de la ANCE (Academia Nacional de Ciencias Económicas) y Miembro del Consejo de Dirección de la Universidad Torcuato Di Tella, quien justamente casi un año atrás fue el primer economista que vaticinó que 2022 cerraría con una tasa de inflación al filo del 100%, cuando el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA marcaban 65 por ciento.
Ahora, con un ritmo de aumento de los precios que navega al 105% a 110%, pero que bien podría terminar en más de 140%; y una actividad económica que dejó de crecer, al punto que los economistas del Banco Mundial, revirtieron sus proyecciones a la senda contractiva, el experimentado economista dijo a este medio:
— Con contabilidad creativa (Dólar soja, diferimiento de pagos, principalmente) el equipo económico superó la cuarta revisión del acuerdo ampliado del FMI en el marco del Servicio Ampliado del Fondo (SAF) para Argentina. ¿Cerrado el primer trimestre 2023, qué cabe esperar para la quinta?
— Cabe rogar, más que esperar, que la quinta revisión no sea un ejercicio forense, un réquiem o post mortem del “Plan Massa”. Yo espero que eso no suceda, pero la situación es muy precaria. La forma en que esta cuarta revisión se “superó” produce una gran desazón dado el contexto creado por el shock de oferta transable ocasionado por la sequía y la inconsistencia estructural en lo fiscal monetario. Es que fue un perdón basado en el levantamiento del esfuerzo para la acumulación de reservas, que para mí es lo esencial como elemento “guía” o rector del esfuerzo de política macroeconómica.
Eso es así porque esa meta es la única que obliga a hacer lo único que hay que hacer frente a este contexto post shock sequía: apretar fiscalmente la caja y devaluar más, aún a sabiendas de que eso deriva en una recesión. Ahora, en cambio, se abre un cono de gran incertidumbre hacia el futuro porque la situación sabemos que es precaria dada la dinámica de pérdida de reservas.
“Se abre un cono de gran incertidumbre hacia el futuro porque la situación sabemos que es precaria dada la dinámica de pérdida de reservas”
— El directorio del FMI destacó: “Alcanzar el objetivo de déficit fiscal primario del 1,9% del PBI para 2023 sigue siendo esencial para respaldar la desinflación y la acumulación de reservas, aliviar las presiones financieras y fortalecer la sostenibilidad de la deuda” A la luz de los resultados disponibles del primer trimestre y de la pérdida de producción agropecuaria ¿Ve al equipo económico con posibilidades de cumplir con esa meta?
— No lo veo con posibilidades, más por restricción que por lo que ellos harían, porque esto agrava las chances electorales del gobierno. Pero respecto del Fondo, uno puede decir que reclamar un máximo de déficit fiscal de 1,9% del PBI (que es una meta nominal que se complica en un año de aceleración inflacionaria) para mí no es una restricción que tenga el mismo status que la meta de acumulación de reservas.
Siempre termina habiendo contabilidad creativa y lo que se acordó en Washington sobre como trancar la moratoria previsional en la reglamentación es algo que suena a endurecimiento, pero no tiene chances de tener apoyo político. Todo esto trata de llegar como se pueda sin que haya un desbalance muy grande, pero se requiere un esfuerzo de ajuste de caja mucho más fuerte que el que vemos. Siendo lo que es: el manejo de una transición que busca que no haya una crisis severa, dejando una situación muy precaria al próximo gobierno. Genera algo de perplejidad ver al Fondo no poder contener esta dinámica, dado que es el único que va a seguir estando sentado en una mesa en donde unos se van y otros que vienen atrás llegan.
— El organismo plantea que será “Fundamental garantizar que las tarifas de energía para usuarios residenciales y comerciales de altos ingresos avancen para alinearse completamente con los costos, incluyendo para reducir la regresividad del sistema”, pero el Gobierno demora el proceso para no agravar la aceleración de la inflación, al punto que volvió a postergar a julio el aumento del impuesto a la transferencia de combustibles ¿Qué piensa?
— Me parece que el Gobierno está ahora y va a estar cada día más renuente a aumentar tarifas o precios de la energía, más allá del comunicado del FMI y lo que acordó Sergio Massa. El Gobierno tardó dos años en avanzar con la segmentación después de un congelamiento tarifario en donde mostró que no había aprendido absolutamente nada del desmanejo de 2003-2015, Cuando ya se hizo insostenible pasaron a protagonizar un manejo bochornoso e irresponsable de una telenovela tarifaria, peleándose entre ellos (con el ministro de Economía no pudiendo echar a un grupo detractor y con libreto propio dentro de su área, algo desopilante).
En los últimos 6 meses empezó a avanzar, pero el problema es que estamos en un año electoral y la segmentación está mal hecha o mejor dicho refleja el estilo argentino de hacer las cosas: con una base impositiva (tarifaria en este caso) demasiado estrecha para lograr el recupero de costos, lo que además lleva a estructuras de precios distorsionadas, que atraen porque lucen muy progresivas, pero que en verdad no ayudan a lograr el otro objetivo de una estructura tarifaria que es reflejar mejor los costos en las señales de precios.
“El Gobierno tardó dos años en avanzar con la segmentación después de un congelamiento tarifario en donde mostró que no había aprendido”
Todo ello está hecho en aras de respetar la “asequibilidad” de una población golpeada en términos socioeconómicos, lo cual está muy bien en principio, pero está muy mal en la práctica, porque hay formas mejores de hacerlo, aún con los mismos criterios o principios. En suma, el esquema actual no ayuda a cubrir costos porque tiene una base muy chica y se apoya en un tarifazo para un grupo minoritario; segundo no brinda buenas señales de precios y tarifas y tercero no hace bien el trabajo de proteger la asequibilidad.
Dicho esto, también tengo una crítica al mensaje del FMI que figura en su pregunta. Me parece que ignora que la cosa no es solamente cuestión de cobrarle a los hogares de “ingresos altos” y que el Fondo tiene un problema -que es común en Washington-: cree que la sociedad argentina se divide entre pobres y no pobres (o de altos ingresos) y que estos últimos tienen que pagar por los otros o que hay que solamente excluir a los pobres con una buena tarifa social.
La verdad es que hay una variedad de grises en el medio y que la definición de asequibilidad es cuestión de grado y además cambiante frente a shocks. Esto hace que la economía política del manejo tarifario en la Argentina requiera mayor elaboración y mejor diseño. Pero nada nos salva de la significativa suba de tarifas y eliminación de subsidios que va a haber que realizar. Dicho esto, creo que la situación luce mejor que a fines de 2015 en cuanto a algo fundamental, que es que los costos domésticos de la energía van a ser más bajos gracias al fenomenal salto de la productividad impulsado por Vaca Muerta.
— Recomienda el FMI: “Las tasas de interés reales deberían permanecer lo suficientemente positivas para hacer frente a la alta inflación y respaldar la demanda de activos en pesos”, pero el BCRA mantiene un rezago de más de 20 puntos porcentuales ¿Qué cabe esperar?
— En este contexto, el BCRA no tiene alternativa a subir la tasa de interés de referencia del mercado. Hacerlo con parsimonia puede ser mejor que pasarse del otro lado. Esto es así por razones cuasi fiscales, por lo que se conoce como el efecto Sargent-Wallace que se difundió mucho luego del plan primavera de 1988/89. Tasas de interés reales ultra positivas es una de esas cosas que aparecen en el dialogo de políticas cuando se les dice a los políticos “más que decirte lo que tenés que hacer te podría decir lo que me parece que no tenés que hacer”.
— Muchos economistas ven una aceleración de la tasa de devaluación, y el directorio del FMI destacó: “La tasa de crawl debería continuar apoyando la competitividad, con acciones recientes para racionalizar el régimen cambiario y agilizar las exportaciones que también ayudan a respaldar la acumulación de reservas”, sin embargo, pareciera no ser suficiente, la tasa de inflación se eleva más ¿Por qué ocurre eso y qué proyecta?
— ¿Por qué ocurre eso? Más bien uno debería preguntarse por qué no va a ocurrir en este contexto. Antes dije que no queda otra que acelerar la devaluación. Eso es inflacionario, sí. Excepto que uno crea que la dinámica inflacionaria está completamente desvinculada de los aumentos de tipo de cambio, tarifas y salarios en el corto plazo, que se propagan por la microeconomía de formación de precios. Pero la evidencia empírica va contra esta visión extrema y los modelos de dinámica de precios (que no reniegan del rol central de la emisión) funcionan mejor para entender la realidad.
Dicho esto, el tema es parecido al de la tasa de interés, hay que ajustar con parsimonia dando la señal de que no va a haber atraso. En ausencia de un programa fiscal monetario duro, usar el tipo de cambio ya sabemos a dónde nos lleva. Más cuando tenemos un desequilibrio de tipo de cambio real como el que tenemos, dado el régimen del cepo.
“En ausencia de un programa fiscal monetario duro, usar el tipo de cambio ya sabemos a dónde nos lleva. Más cuando tenemos un desequilibrio de tipo de cambio real”
— Otra preocupación del Staff del FMI es que: “Deben evitarse las intervenciones en el mercado cambiario paralelo utilizando reservas o instrumentos de deuda externa a corto plazo”, sin embargo, fue la política que siguieron Economía y el BCRA para intentar frenar la suba de los tipos de cambios financieros y bajar el índice de riesgo país ¿Espera un cambio de política cambiaria y de intervención en los mercados?
— No espero ningún cambio de política si por ello se insinúa un desdoblamiento, lo cual creo que podría ser suicida para este gobierno si se hace mal. Un desdoblamiento tiene un costado problemático para el sistema de formación de precios el cual puede, en especial según los acontecimientos en un año electoral, empezar a volverse indeterminado. Y esa suerte de indeterminación de a dónde van a estar los precios mañana te lleva a la dolarización de la formación de precios.
La gente tiene pesos porque le pagan el sueldo en pesos y porque el sistema de precios funciona en pesos y no está indeterminado, más allá de que los precios suban cada tanto en una frecuencia y magnitud observable para el que tiene pesos. Este problema, además del efecto Sargent-Wallace (que es la explicación preferida) es lo que estuvo detrás del evento del 6 de febrero de 1989 que marcó el camino hacia la hiperinflación de abril de ese año electoral. El Plan Primavera había introducido un desdoblamiento cambiario y el 50% del valor de las importaciones se liquidaba al dólar libre. Con el dólar libre volviéndose loco, el osito de peluche de Taiwán en el Once, y luego todo lo demás, abandonó el sistema de formación de precios en pesos.
Entonces ¿Qué le queda al Gobierno? Más restricciones es la respuesta común. Otros mencionan conseguir financiamientos puente. Unificar los demasiados tipos de cambio que le ha pedido el Fondo. Sin embargo, hay algo que sucedió hace unos días atrás y es el anuncio de la suspensión del mecanismo de retención de impuestos que los importadores tienen disponible bajo ciertas condiciones, como por ejemplo cuando tienen saldos positivos con la AFIP. Más allá de la catarata de críticas empresarias por la presión tributaria, el cambio de reglas, etcétera, a los efectos de la política cambiaria esto es una “devaluación fiscal” por la vía tributaria, algo que se conoce como “equivalencia de (Abba) Lerner” y que genera recursos fiscales.
El espejo de esto es el plan Soja 3 o plan Agro, como le dicen ahora. Le da más sentido a este plan porque en realidad este era algo que iba al revés de un esquema convencional de tipo de cambio múltiple (como era el Peronista del primer Perón) y que está plasmado en un paper de Rudiger Dornbusch de 1986 sobre tipos de cambio múltiples bajo restricciones de economía política. En ese esquema el dólar de importación iba arriba del dólar de exportación del agro y había una ganancia fiscal, mientras que acá hay una pérdida (que se barre bajo la alfombra en la contabilidad fiscal). Ahora, al levantar el tipo de cambio efectivo para importaciones se devalúa fiscalmente y se recauda para cerrar el déficit del plan Agro. Mientras este último consigue los dólares de la ventana de liquidación, digamos USD 4.000 millones, según las estimaciones difundidas, la suspensión del régimen impositivo para importaciones compensa el derrumbe de la recaudación tributaria que en marzo se repitió. Luce como que esto debe haber sido charlado con Washington.
— Mes a mes se observa en las estimaciones del REM del BCRA que no sólo suben las proyecciones de inflación y también las de caída del PBI, pero cuando aparecen los datos del mes inmediato vuelven a mostrar que esas correcciones son insuficientes ¿Por qué estima que se produce ese desfase?
— El REM y gran parte de los analistas se comportan con razonable cautela en sus proyecciones. Eso está bien, a pesar de que luce como comportamiento de “rebaño”. Pero la verdad es que nadie tiene la bola de cristal en cuanto a la dinámica de la inflación en el corto plazo. Menos si uno tiene una visión de que todo depende de cuanta plata se inyecta en el mercado, porque cuanto más alta es la inflación más monetarista se vuelve la causa subyacente y se presta menos atención a los shocks. Si esto no cambia drástica o visiblemente y no hay huida del dinero ¿Por qué va a cambiar la inflación en el año?
Para salirse de esta “sabiduría común o convencional”, en lo que hace a proyecciones aclaro, se necesita entender mejor la magnitud e impacto de los shocks y la propagación de la inflación y si la insinuación de un escalón inflacionario más alto se va a confirmar o no. Arriesgarse a decir que estamos en un escalón del 7% u 8%, cuando a comienzos de enero los datos indicaban 4% o 5% significa tener que cambiar las proyecciones demasiado rápido. Eso conduce, si las semanas pasan como ocurre ahora, a una inconsistencia entre lo que se observa a corto plazo y la proyección anual. Eso fue lo que pasó hace exactamente un año cuando el escalón de 6% mensual apareció en el radar.
Una de dos, o hay que explicar porque la inflación va a bajar en meses venideros para que la proyección anual se verifique, o alternativamente hay que corregir al alza la inflación y explicar por qué va a ocurrir eso. La mayoría, no digo todos, los analistas del REM terminaron ajustando después y usaron la falacia conocida en latín como “Ex post ergo propter hoc” (después de esto, entonces a consecuencia de esto) en donde la emisión aparece siempre como el factor subyacente. Siempre van a equivocarse primero y siempre van a terminar teniendo razón después de corregir.
“Nadie tiene la bola de cristal en cuanto a la dinámica de la inflación en el corto plazo”
Para complementar (no sustituir, aclaro) al REM yo abogo por dos cosas diferentes: 1) crear un comité consultivo de política económica independiente, formado por economistas académicos en donde en materia de pronósticos tiene que haber econometristas. La ANCE (Academia Nacional de Ciencias Económicas) como ámbito institucional y dada su jerarquía y capacidad de convocatoria académica, no política, funcionaría muy bien para esto; y 2) gastar recursos y crear, como existe en varios países avanzados, una encuesta a las empresas, no a los consultores. El BCRA venía trabajando en esto último, de modo exploratorio. Ahora bien, ambas cosas las veo para el próximo gobierno, no pueden ocurrir en este contexto. Esta ampliación de opiniones va a mejorar mucho los pronósticos.
— Justamente, usted fue el primer economista que por escrito dijo hace un año que la economía viajaba a un ritmo para el cierre de 2022 del 100%, y fue así! ¿Qué proyecta ahora para 2023 en materia de tasa de inflación, PBI y tipo de cambio, a fin de período?
— Mi sesgo a observar la dinámica de corto plazo y el contexto en el que se generan los datos (entre los cuales la formación de precios es uno de ellos, además del desequilibrio fiscal monetario y la presencia o ausencia de “anclas”) y sobre todo haber visto o leído sobre episodios varios de la historia argentina, me hace pensar que estamos entrando en otro escalón mayor al 6%. Tal vez se trata de un “falso positivo”.
De hecho, hubo uno al momento de la entrada de Sergio Massa en Economía, que luego se diluyó en parte por el cambio de expectativas detrás de la liquidación de divisas. Pero si este escalón más alto se verificara daría lugar a algo que no lucía plausible a fin del año pasado, como sería una inflación en el rango de 130% a 150% para todo 2023 y una caída del PBI del 3% al 5%. Esta proyección anual tiene el condimento de que abre juicio sobre lo que va a pasar después de las PASO respecto del impacto en la economía. En FIEL, debo aclarar, no se tiene oficialmente este pronóstico, es una visión personal (como lo fue hace un año), pero ya se tiene en el radar un corrimiento de los datos macro hacia este lado.
— Así como en 2019 el resultado de las elecciones primarias, y más aún las generales de octubre, deterioró enormemente las expectativas de los mercados y subieron la cotización del dólar, cayeron las reservas y se acentuó la baja del PBI, ¿Ahora con las expectativas de cambio de gobierno con otro signo político es de esperar que ocurra un giro en esas variables?
— Unas PASO contundentes y en modo “paliza electoral” como fueron las de 2019, pero en sentido inverso, pueden generar un cambio de expectativa porque al otro día el mercado va a empezar a hilar fino sobre quiénes van a hacer qué cosa. Es prematuro hablar de eso ahora. Pero yo no usaría esto para diluir la magnitud del agravamiento de la estanflación. Los resultados electorales se licuan rápidamente si no se ve algo contundente en lo político y lo económico. Tal vez esté equivocado, pero no me parece que al día siguiente del 14 de agosto exista una solución de programación dinámica de la evolución futura de los fundamentales de la economía incluyendo la función de reacción o mejor respuesta de la política económica y que todo forme parte de un equilibrio de expectativas racionales.
Eso sólo se ve en los papers académicos, luce fascinante verlo ahí, pero la economía argentina va por otro lado. Este va a ser, en cambio, un proceso sinuoso hasta que la credibilidad se logre y se consolide. Porque la economía va a tener que atravesar un campo de meteoritos en el primer trimestre de 2024, con una recesión que va a ser inevitable y de la cual se va a salir rápido si todo va a bien y no se cometen dobles o triples faltas como en 2016. ¿Quién le va a decir la verdad a la gente? ¿Y quién logrará convencer a la gran mayoría de que hay que apoyar?
— ¿Una reflexión final sobre la deuda financiera del Estado y la social que comprende al conjunto de la economía?
— La economía argentina navega una estanflación estructural de larga data, es la gran estanflación del bicentenario porque vino después de una fiesta de gasto agregado que se acabó luego de 2010. Sin volver rápido al crecimiento sostenido, lo que implica reformas a favor de promover la inversión y el empleo, elevar la productividad, con inversión en infraestructura e inserción internacional profunda, de esta trampa no se sale.
“Creer que esto se resuelve dando incentivos sectoriales y sin solvencia fiscal y sin manejo del conflicto social es un error que va a ser dramáticamente refutado por la realidad”
En este contexto adverso hemos escuchado y vamos a escuchar cada vez más este año y en 2024 que tenemos fuerzas productivas y riquezas naturales que nos van a sacar si se hacen las inversiones en esos sectores tan productivos. Esto es cierto. Pero mi advertencia es que creer que esto se resuelve dando incentivos sectoriales y sin solvencia fiscal y sin manejo del conflicto social es un error que va a ser dramáticamente refutado por la realidad. La solvencia fiscal es fundamental porque sin ella la tentación -aunque sea involuntaria- al intervencionismo y la expropiación va a estar siempre latente y con ello no hay plan de inversiones que pase el test de sostenibilidad. Todo se vuelve temporalmente inconsistente.
El manejo del conflicto distributivo es fundamental porque al día siguiente que se anuncien los milagros económicos sectoriales la demanda por gasto público se va a duplicar y si bien la torta se agranda, la demanda por la torta también, más si viene con desigualdades. Frente a esto no nos queda otra que morder la bala para ser austeros, acumular reservas, volvernos más productivos y explicárselo a la sociedad para que vea que los dividendos van a ser mucho mejores que la alternativa de un estancamiento secular. No hay otra.
Fotos: Maximiliano Luna
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