Ya no son 4 sino 7 los países que se desmarcan de la ley de reducción de emisiones que la Comisión Europea creía que solo dependía de la formalización de una votación “cantada” el pasado 7 de marzo. Italia fue el primero bajo la proclama de que “cada Estado debe poder elegir el camino” para lograr los objetivos comunes de llegar a un continente neutral para 2050. Lo dijo la propia Primer Ministro, Giorgia Meloni. Sus argumentos se apoyan en la importancia de la industria automotriz para la economía del país.
Después se sumaron a la misma idea los gobiernos de Polonia y Rumania, aunque sus intereses no están en la producción de automóviles directamente como fuente de empleo y de ingresos. Entonces llegó la decisión de Alemania, expresada por el Ministro de Transporte, Volker Wissing, coincidiendo con Meloni respecto a la influencia de la industria del auto en la economía del país, ya que emplea a unas 800.000 personas y tiene ingresos de aproximadamente 411 mil millones de euros, siendo la principal actividad industrial nacional.
A partir del planteo de Alemania, se frenó la votación y se anunció que comenzarían inmediatamente las conversaciones con todos los estamentos del gobierno para encontrar una solución que conforme a ambas partes. A partir de la posición alemana, se han adicionado a esta postura otros tres países del este europeo: Hungría, República Checa y Eslovaquia.
Alemania pide como condición para aprobar la normativa, que los combustibles electrónicos o sintéticos, conocidos como e-fuels, sean considerados neutrales de carbono ya que se producen en laboratorio, capturando CO2 de la atmósfera y sintetizándolo con hidrógeno verde proveniente de generadores eólicos. En el texto enviado por la Comisión Europea desde Bruselas, esto no estaba explicitado claramente sino insinuado indirectamente, lo que podría dejarlos afuera de lo permitido a partir de 2035, cuando los motores de combustión interna alimentados por derivados del petróleo queden prohibidos para su fabricación.
Estos combustibles permiten que los autos con motores a explosión puedan seguir funcionando sin emitir gases de efecto invernadero como ocurre hoy. Esto mantendría a la industria en sus valores de ocupación y producción actuales evitando una crisis social y económica.
Los detractores de los e-fuels dicen que se requiere una gran cantidad de agua y electricidad para fabricarse, y su costo todavía es muy elevado en comparación con la gasolina fósil. Sus defensores aseguran que esos costos bajarán con el escalado de la producción y que la electricidad que consumen no representa un problema porque se genera de fuentes renovables.
Pero mientras se da esta discusión, ha surgido un nuevo problema que debería resolverse antes de escribir el nuevo texto que conforme a Alemania y sus eventuales “aliados”. Si el combustible sintético puede utilizarse sin tener que modificar los actuales motores de combustión interna, existe el riesgo de encontrar que muchas personas decidan seguir cargando gasolina derivada del petróleo en sus autos en lugar del costoso e-fuel. El beneficio para el bolsillo de cada usuario sería notable, al menos hasta que los precios se asemejen o igualen, pero la contaminación no bajaría como la idea promete.
Las posibles soluciones podrían venir de un cambio en la composición de los combustibles sintéticos de modo de no poder mezclarlos o reemplazarlos por los de origen fósil, en prohibir las estaciones de servicio de gasolina actuales y reemplazarlas por estaciones de e-fuel, o desarrollar un modo de controlar su uso sin afectar ni el combustible ni la mecánica.
La primera opción implicaría un desarrollo diferente de los nuevos combustibles de laboratorio, pero a su vez, obligarían a quienes quieren permanecer utilizando autos con motores de combustión interna, a hacer una inversión de dinero en sus automóviles, para adaptarlos a la nueva tecnología sin vuelta atrás. Si se pretende “salvar” a los casi 2 billones de autos con motores térmicos que habría en el mundo hasta llegar a 2035, ese costo podría dejar afuera a quiénes no puedan enfrentarlo.
Si en cambio se intentara eliminar el expendio de combustibles derivados del petróleo de las estaciones de servicio, hay dos problemas por resolver: que los productores de e-fuels mayormente serán las mismas empresas petroleras actuales, y son ellos quienes decidirán si es un negocio rentable desarrollar estos e-fuels; y que los nuevos combustibles tendrían que tener un grado de producción gigantesco para poder abastecer a todo el mundo, algo que podría ocurrir solo con el paso de un largo período de tiempo y enormes costos.
La otra opción es una digitalización del sistema de despacho de combustible en las bocas de expendio, que permita identificar que cada automóvil que cargue gasolina convencional, sea de un modelo anterior a 2035, de modo de ir administrando el consumo y evitando que los autos nuevos, se mantengan funcionando con la vieja tecnología. Parece la menos compleja de las alternativas, aunque igualmente resulta muy difícil de aplicar.
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