La Argentina enfrenta crisis recurrentes de deuda pública, no tanto por su magnitud, sino por la concentración de vencimientos, porque al carecer de programas económicos sustentables en el largo plazo, el horizonte de los negocios se mantiene en el corto plazo, dentro del período presidencial, en particular cuando no se advierte perspectiva de reelección, porque se acortan los tiempos de la renovación y sube la tasa de interés exigida por los inversores, privados y del sector público.
El corriente año no es la excepción. Y así como el gobierno de Mauricio Macri, tras el resultado de las PASO en 2019 que definió el fin de mandato a los 4 años tuvo que “reperfilar” la deuda, para que la administre el sucesor, ahora, en forma más anticipada se asiste a un escenario de nuevo canje de bonos que vencen entre marzo y junio por otros que madurarán entre febrero de 2024 y febrero de 2025, ajustables por la inflación y la tasa de devaluación “la que resulte mayor”.
Frente a ese cuadro, Infobae entrevistó a Héctor Torres a la distancia, desde su residencia en Ginebra, con la experiencia como ex representante de la Argentina en el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI) durante las gestiones de Roberto Lavagna y Alfonso Prat Gay, donde está abocado a su especialidad como abogado al análisis de las relaciones internacionales; y es Senior Fellow del “Center for International Governance Innovation” (Canadá).
— ¿La deuda pública es un problema, o sólo la estructura de vencimientos?
— Ambos. La deuda pública es un problema porque el Estado toma dinero a una tasa de interés superior a la del crecimiento de la economía (PBI). Es decir, superior al crecimiento de la recaudación. A esto se agrega una brecha cambiaria que desalienta la entrada de dólares, a la vez que alienta la sobrefacturación de importaciones. Además, dado el nivel de riesgo país, hay un perfil muy concentrado de vencimientos de la deuda pública en pesos.
“La deuda pública es un problema porque el Estado toma dinero a una tasa de interés superior a la del crecimiento de la economía (PBI)”
— ¿Qué piensa de mirar la deuda pública sin el componente intra-sector público, puede leerse como que los organismos del Estado nunca pagan y siempre refinancian, a costa de afectar su servicio a la comunidad?
— La deuda del gobierno con provincias y entes públicos es fácil de reconducir (“rolear”). Es como si un bolsillo del pantalón le debiera dinero al otro bolsillo. Pero creo que es un error descontar la deuda intra-sector público. En primer lugar, porque las provincias y los entes públicos acreedores del gobierno tienen pasivos con privados a los que hay que pagarles el sueldo, las pensiones, las jubilaciones, y los suministros. Léase, el dinero eventualmente tiene que salir del bolsillo del Estado para entrar en el bolsillo de seres de carne y hueso a los no se le puede “rolear” sus derechos (ni cancelarles la deuda con promesas, es decir, con bonos).
El segundo problema que veo es uno de consistencia lógica. Si la deuda intra-Estado no tuviera relevancia, entonces no debería preocuparnos la deuda del gobierno con el Banco Central. Cuando Economía le pide dinero al BCRA, documenta ese “préstamo” con una Letra Intransferible. Todo queda dentro del Estado. Pero nos preocupa porque como el Banco Central no puede ni cobrar, ni vender las “promesas” que recibe del gobierno, los argentinos de carne y hueso no creemos en el valor de los pesos que emite el Central.
— ¿Hay que ponerle un cepo al BCRA para detener el aumento de las Leliq y Pases?
— Sería confundir las cosas. Si el BCRA tiene que esterilizar el dinero que emite, es porque el gobierno gasta más de lo que recauda.
— ¿Qué opina del nuevo canje de la deuda 2023, para transitar el año electoral?
— Las medidas económicas no se toman en un medio químicamente puro. En un año electoral aumenta la incertidumbre y por ende la dificultad de estirar los vencimientos de la deuda. El Gobierno la indexa, la ata al dólar y ofrece un seguro de liquidez para que los bancos acepten el canje. De ese modo estiró los vencimientos más inmediatos. Eso es mejor que chocarse con la pared. Pero con una inflación del 100% y a un tipo de cambio que es claramente insostenible, nos estamos pareciendo demasiado a un Esquema Ponzi con escudo y bandera.
“Si el BCRA tiene que esterilizar el dinero que emite, es porque el gobierno gasta más de lo que recauda”
— ¿El FMI ayuda con su complacencia a la Argentina, al flexibilizar recurrentemente las metas y abandonar la exigencia de reformas estructurales para ordenar la economía?
— El FMI quiere evitar una crisis antes de las elecciones. Pero está en un dilema. Si se pone muy estricto puede precipitarla; pero un exceso de flexibilidad debilitaría aún más la credibilidad del programa. Por eso es riesgosa la decisión de flexibilizar la meta de acumulación de reservas. Si no viene acompañada de un ajuste fiscal y del tipo de cambio, podríamos perder la única “ancla” que nos queda.
Ahora, bien, los que critican la flexibilidad del FMI están escupiendo al cielo. Es del interés de todos que su actual flexibilidad siente un estándar de revisión para el próximo programa. La vamos a necesitar.
— El equipo económico insiste en sostener la meta de inflación para el año en 60%, pero el REM del BCRA se afirma en 100% ¿Qué piensa?
— Es evidente que la inflación va a superar la meta prevista por el Gobierno.
— ¿Una reflexión final? ¿Cómo están las relaciones internacionales de Argentina, fortalezas y debilidades?
— Las tensiones geopolíticas están en aumento y amenazan con fracturar al mundo en bloques rivales. Los datos comerciales duros aún no muestran una caída del comercio, pero hay número creciente de restricciones comerciales y de inversión impuestas en nombre de la “seguridad nacional”.
Estamos en una transición. El sistema de reglas multilaterales adoptadas por consenso no puede sobrevivir en un mundo en el que las dos principales economías del mundo están embarcadas en rivalidades geopolíticas. Vamos hacia un escenario internacional que el FMI ha dado en llamar de “fragmentación geoeconómica”.
No hay soberanía sin orden fiscal
Lo que viene es un mundo de zonas de comercio y de inversión preferenciales. Un mundo de “friend-shoring”. Un concepto todavía difuso, pero que claramente tiene más de “shoring” que de “friendship”.
Arrancamos mal. No tenemos acuerdos (vigentes) con ninguno de los “hubs” en formación. Un lujo que podíamos darnos cuando la cláusula de la nación más favorecida extendía las ventajas comerciales a todos los socios del sistema multilateral.
“Arrancamos mal. No tenemos acuerdos (vigentes) con ninguno de los ‘hubs’ en formación”
La política exterior va a tener una importancia capital. Nos conviene mantener buenas relaciones de comercio e inversión con todos los bloques de “amigos” en formación. Para eso necesitaremos “blindar” nuestras relaciones internacionales de las internas políticas domésticas. Nuestra política exterior y nuestra política económica tienen que ser coherentes. La política exterior no puede ser el guiño a la izquierda, que permita un giro a la derecha de la política económica.
Pero eso no alcanza. Para evitar ser forzados a optar entre bloques crecientemente hostiles y poder aprovechar las oportunidades de arbitraje que presenta un mundo polarizado, es indispensable que logremos un balance fiscal ordenado y recuperar el acceso al mercado de crédito. Tenemos que meternos en la cabeza que no hay soberanía sin orden fiscal.
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