En medio de los estragos que la sequía comenzó a provocar en la economía argentina, Sergio Massa se propuso despejar otros nubarrones que acechan en especial desde el punto de vista financiero. Como mencionó ayer Infobae, el ministro de Economía tendrá mañana al mediodía un encuentro con los principales banqueros y ejecutivos de compañías de seguros con el objetivo de despejar de una manera rotunda los vencimientos de deuda en pesos que se acumulan en los próximos meses y en particular en el segundo trimestre, justo antes de las PASO.
Las entidades recibirán nuevos bonos emitidos por el Tesoro con dos modalidades: el 80% de los flamantes títulos ajustarán por CER y un 20% serán bonos duales, que brindarán cobertura ante un salto del tipo de cambio oficial. Estos últimos son claves para extender los plazos, ya que los inversores descuentan que luego de las elecciones se producirá un sinceramiento del valor del dólar. La unificación cambiaria puede demorar en llegar pero será inevitable para que el futuro gobierno pueda captar inversiones.
Los grandes inversores vienen participando activamente en las licitaciones de títulos que lleva adelante el Gobierno. Sin embargo, exigen tasas de interés cada vez más altas (hasta 119% anual en la última) y plazos más cortos. Las PASO se transformaron en una suerte de “pared” para la colocación de deuda, posiblemente por el recuerdo de la crisis que se desató hace cuatro años, cuando Alberto Fernández arrasó en las elecciones primarias.
El 80% de los flamantes títulos ajustarán por CER y un 20% serán bonos duales, que brindarán cobertura ante un salto del tipo de cambio oficial
El Tesoro entregará a quienes participen del canje nuevos bonos en pesos con vencimientos escalonados para el 2024 y el 2025. La lectura es sencilla: se trata no solo de despejar el horizonte de vencimientos que debe enfrentar el actual gobierno, sino además permitirle a la futura administración un arranque más desahogado en materia de deuda en moneda local.
Los vencimientos de deuda superan los 6 billones de pesos hasta julio. El objetivo es que ingrese la mayor parte en el canje, aunque en el propio ministerio de Economía reconocen que es imposible conseguir el 100% de aceptación. Entre los tenedores de estos títulos también hay empresas e individuos. Al menos parte de este universo podría optar por esperar el vencimiento de los títulos para dolarizarse y esperar el resultado electoral. Pero claramente se trata de un monto muy inferior en relación a los que terminarían aceptando el canje de bonos por plazos sensiblemente más largos.
Si se logra despejar adecuadamente el horizonte de vencimientos en pesos, la chance de un cimbronazo cambiario cerca de las elecciones se reduce sensiblemente. Justamente el mayor peligro es que los tenedores de bonos en pesos busquen cobertura en dólares en vez de refinanciar a medida que se acercan las PASO. Co el canje, las probabilidades de dicho escenario caen notoriamente.
La transacción vendrá de la mano, además, de un decreto para llevar adelante un canje de deuda intra sector público. Es decir que los bonos en pesos emitidos por el Tesoro que están en manos de Anses, el BCRA y otras reparticiones ingresarán automáticamente en la transacción. El grueso de esa deuda vence en el segundo semestre de este año.
El principal peligro latente es que los tenedores de deuda en moneda local busquen dolarizarse antes de las PASO
Desde la oposición ya se manifestaron tibiamente a favor de esta iniciativa. Primero fue en un almuerzo que Patricia Bullrich mantuvo con los banqueros de Adeba hace dos semanas. Allí se habló de la necesidad de dar un horizonte previsible para encauzar el gran endeudamiento en pesos en el que incurrió el Tesoro. Pero además esta semana fue Martín Tetaz, economista y diputado de Juntos por el Cambio, quien se pronunció más abiertamente: “Si no se trata de algo compulsivo, buenos con buenos ojos un canje de deuda en pesos. A nosotros ni a nadie le conviene que esto explote en los próximos meses”.
La semana será muy movida en materia de anuncios. No solo por las negociaciones vinculadas con la deuda en pesos, sino porque además es inminente que el FMI divulgue las metas más flexibles de reservas que le exigirá a la Argentina para los próximos cuatro trimestres.
La oposición también dio un tímido visto bueno a la renegociación de la deuda en peso
Si bien se había dejado trascender que las novedades llegarían el último martes, finalmente las negociaciones se extendieron y recién para los primeros días de esta semana estaría la confirmación desde Washington.
La demora está relacionada con la dificultad de estimar el impacto que tendrá la sequía en el volumen de exportaciones total. También se metió en la ecuación la gripe aviar y la prohibición de exportación de pollo. Son solo USD 320 millones, pero que pegan entre mayo y agosto, por lo que los técnicos de Economía pidieron que también se tenga en cuenta para el cierre de metas del tercer trimestre.
En la ecuación también se incluirá el tipo de cambio diferencial que se aplicará para las exportaciones de las denominadas economías regionales. Si bien periodísticamente se lo denominó “dólar Malbec”, en la práctica abarcará una gran cantidad de productos de gran relevancia para los productores en las provincias. Según estimó el economista Fernando Marull, el dólar diferencial desde el 1 de abril solo para el sector vitivinícola impacta en exportaciones por USD 1.000 millones, mientras que extendiendo a “economías regionales” –que es lo que se hará– son USD 5.000 millones.
La negociación con el FMI incluye una suerte de “metas móviles”, que irán variando trimestre a trimestre de acuerdo a cuál vaya siendo el verdadero impacto de la sequía.
Los números que manejan los productores y las consultoras son dramáticos. Un trabajo de Delphos Investment, por ejemplo, estimó que se perderán USD 10.000 millones de reservas brutas. A esta altura ya es imposible cumplir con la exigencias de reservas netas de USD 12.000 millones para fin de año, cuando actualmente apenas suman USD 4.500 millones y con pronóstico a la baja.
Se estima que la perdida de reservas brutas llegará a los USD 10.000 millones y que el PBI sufrirá una caída de 1,5% por la menor actividad del campo
El acuerdo con el FMI tiene dos caras para la lectura de los mercados. Por un lado, reduce el estrés que hubiera generado un incumplimiento ya en marzo, con la necesidad de pedido de “waivers” y la incertidumbre sobre futuros desembolsos del organismo. Pero por otra parte deja al descubierto la situación de extrema fragilidad del Central, con un muy limitado poder de fuego en el frente cambiario. Todo esto mientras se avecinan meses de alta incertidumbre vinculada con las elecciones y la proximidad de las PASO, en la segunda semana de agosto.
Además de la escasez de reservas, esta semana también creció la inquietud por los malos números fiscales, impactados por el menor volumen de comercio exterior y la floja recaudación vía retenciones.
Sin embargo, los números revisados entre el FMI y los técnicos del gobierno concluyeron que es factible mantener la meta del rojo primario. Para el primer trimestre, al menos, los números estarían alineados para cerrar con el rojo de 0,35% del PBI.
El escenario para los meses que vienen se presenta, más allá del camino que intenta recorrer Massa, sumamente complejo a partir de una sequía que ya a esta altura es considerada “histórica”. A tal punto que provocaría una caída de 35% en la cosecha de soja.
Las consecuencias serán un duro faltante de dólares, que habrá que compensar con un cepo todavía más duro sobre las importaciones. Pero además también se resentirá la recaudación, con el consiguiente impacto en la capacidad de aumentar el gasto en pleno proceso electoral. Por último también habrá un fuerte impacto en la actividad económica por la menor producción agropecuaria: se estima que la caída del PBI del año podría rondar el 1,5 por ciento.
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