La regla de oro es clara: en años electorales, el dólar se tiene que mantener estable. Al menos ésa es la máxima a la que se ajustan todos los gobiernos cuando tienen por delante intensas campañas electorales. Pero en la economía actual, mantener el dólar calmo es una consigna cada vez más abarcativa, destacan los estudios privados.
Desde ya, el dólar oficial debe correr idealmente por detrás de la inflación, como mucho empatarla como ocurre en estos días, pero nunca más de eso. Desde el año pasado, el Banco Central trata seguir el ritmo de los precios con una devaluación del oficial que promedia 5,5% en los últimos dos meses. Pero eso no corrige el notable atraso cambiario acumulado.
Lo novedoso es que ahora la regla del “dólar planchado” aplica más que nunca a otros mercados: el Gobierno no sólo mantiene retrasado el tipo de cambio oficial sino que se deshace en esfuerzos por contener las cotizaciones financieras. Por ahora con buenos resultados, aunque a un muy alto costo, medido en el volumen de reservas sacrificadas para lograrlo.
Mientras que la inflación de febrero corre a una velocidad similar al 6% de enero, el dólar financiero (tanto el MEP como el contado con liquidación o CCL), anotó una suba menor a 1 por ciento
“Mientras que la inflación de febrero corre a una velocidad similar al 6% de enero, el dólar financiero (tanto el MEP como el contado con liquidación o CCL), anotó una suba menor a 1%, lo que a su vez puso un techo a los movimientos del billete informal”, destaca un informe de Aurum Valores. En el interín, el BCRA perdió más de USD 700 millones para lograr que ese precio se mantenga planchado.
Está claro, la obsesión oficial por el valor del dólar reside en que la variación de su precio es considerada el principal motor de la inflación en la Argentina. Normalmente, ese diagnóstico se traduce en el férreo control del tipo de cambio oficial, por el que se imponen cada vez más restricciones a los escasos dólares que ingresan al Banco Central o integran el stock de reservas.
En épocas menos normales como la actual, esa mirada implica extender también los controles e intervenciones al mercado del dólar financiero, una cotización relativamente libre que refleja un valor más cercano a la realidad del mercado. Pues bien, con el acceso a los dólares baratos altamente restringido para los importadores, el foco de la preocupación del equipo económico es contener el dólar Bolsa o MEP y el CCL, ambos precios cuyos saltos se filtran desde hace más de seis meses con mucha mayor rapidez y profundidad que antes al resto de la economía.
De ahí que, cuando a mediados de enero, todas las variantes libres del billete amagaron con corregir el atraso que mantienen tanto respecto de la inflación como de su valor teórico en función del stock de pesos de la economía, en el Gobierno se encendieron todas las alarmas. Fue cuando el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció el programa de recompra de bonos de la deuda pública por USD 1.000 millones. Esa cifra equivalía, al momento del anunció, a 15% de las reservas netas, para la fecha en torno a los USD 7.000 millones.
Si bien se anunció que el objetivo del programa era apuntalar las paridades de los bonos, es decir, sostener sus precios en el mercado internacional para alimentar una baja del riesgo país, el verdadero fin, poco disimulado, pero hasta ahora obtenido, fue “pisar” la suba incipiente del tipo de cambio paralelo y evitar una profundización de la brecha cambiaria que sumara un motor a una inflación ya de por sí bien cebada.
“Pisar” la cotización del dólar paralelo resulta vital para evitar que la profundización de la brecha cambiaria sume un motor a una inflación ya muy acelerada
Al cierre del viernes, el resultado del plan fue que, mientras efectivamente las cotizaciones del dólar libre se mantuvieron estables desde el lanzamiento del programa el 17 de enero, el riesgo país cayó menos de 10 puntos básicos y sigue buscando un nuevo piso en los 2.000 puntos básicos.
En tanto, el costo para el Banco Central fue de USD 2.100 millones, sumadas las intervenciones en el mercado único y libre de cambios (MULC), en el que se produjo la mayor sangría, y en el mercado financiero a través de la operatoria oficial con bonos. Esa segunda intervención, si bien no insumió la totalidad de los fondos anunciados, originó una salida de USD 724 millones según cálculos privados del mercado. Esa cifra, en un contexto de reservas exiguas, es lo que hace prever a los operadores que el Central moderará cada vez más su intervención. “Apenas se corra del mercado, las cotizaciones financieras van a reaccionar y le van a dar impulso también al blue”, anticipan.
Sumados los pagos de la deuda, tanto al FMI como a los acreedores privados y un flujo de ingreso de divisas en mínimos históricos, queda explicado el drenaje de reservas que obliga al equipo económico a negociar una alternativa con el Fondo ante la imposibilidad de cumplir la meta de reservas para la que, tal como anticipó Infobae hace una semana, haría falta acumular unos USD 4.000 millones en apenas un mes.
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