En los intercambios técnicos con el FMI y en foros como la reunión de ministros de Economía y presidentes de Bancos Centrales del G20 en la India, el gobierno argentino ha argumentado que la guerra en Ucrania, a partir de la invasión rusa, que este viernes cumplió un año, le causó a la Argentina un perjuicio económico cercano a los USD 5.000 millones en su balanza comercial y un costo fiscal de $588.000 millones por los mayores subsidios que, debido al aumento de precios y compras energéticas, debieron oblar Cammesa, la compañía que administra el mercado mayorista eléctrico, y Enarsa, a cargo de la importación de combustibles y responsable de la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner.
Según un documento de Economía elaborado en noviembre último y actualizado recientemente, el “impacto de la guerra en Ucrania en Argentina” (tal el título) generó un efecto negativo de USD 4.940 millones en la balanza comercial, que surge de sumar un perjuicio de USD 3.757 millones en el rubro energético y de USD 1.800 millones por mayores fletes de comercio exterior y restar una “ganancia” de USD 617 millones por la exportación de productos agroindustriales.
Estos datos, arguye el informe, se deben a que mientras que los precios de la soja aumentaron 9,4%, los del trigo 33,7% y los del maíz 17,8%, los del Gas de Bolivia lo hicieron 114%, los del Gas Natural Licuado (GNL, importado por barco) 233% y los del gasoil 85 por ciento.
Un pasaje del trabajo de marras grafica la variación porcentual del precio y los cambios en valor absoluto de los precios de las importaciones (por millón de BTU, unidad calórica británica) de gas boliviano, GNL, fueloil, gasoil y energía eléctrica.
Causas y azares
Con esos argumentos y datos, a los que sumará los de la sequía, el Gobierno aspira a ganar la benevolencia del FMI en la revisión y prospección de metas del acuerdo vigente y, eventualmente, acceder a más crédito multilateral, ante una acuciante escasez de divisas. Escasez que presiona sobre el precio del dólar y la inflación y, a través del control de las importaciones, el nivel de actividad.
Presión que, además, va en aumento: según datos del Indec, ya en enero la Argentina pasó a registrar déficit de la balanza comercial, principal fuente de provisión de divisas “genuinas”, en parte atribuible al anticipo de liquidaciones con los dólar soja 1 y 2 del último cuatrimestre del año pasado.
El trabajo de Economía cita al Indec y a la Bolsa de Comercio de Rosario que muestran además otros efectos del conflicto en la economía.
Devastada y desgraciada, como lo es toda guerra, con su saldo de violencia, muerte, destrucción y siembra de odio, la que hace un año empezó en Ucrania hizo que, según las estadísticas sobre precios y cantidades de comercio exterior que elabora y publica el Indec, los “términos de intercambio” de la Argentina (esto es, la relación entre el precio de los bienes que exporta e importa el país) hayan sido en 2022 los mejores desde que, en 1986, se inició su registro.
Los mejores términos de intercambio
De la obra del economista Orlando Ferreres sobre Dos Siglos de Economía Argentina surge también que los términos de intercambio de 2022 fueron, para la Argentina, los mejores desde 1810 a la fecha y solo comparables a los de 2011 y 2012.
El último informe del Indec sobre el tema, del 2 de febrero, precisa que el precio promedio de las exportaciones del país aumentó el año pasado 8,7% y el de las importaciones 3,5%, por lo que los “términos de intercambio” mejoraron 4,9% a lo largo de 2022.
El informe reporta caídas del 0,7% en las cantidades exportadas y de 5,5% en las importadas. De los datos oficiales surge además que el promedio de “términos de intercambio” de los 3 primeros años del actual gobierno fue 61% superior al del primer año del gobierno de Fernando De la Rúa y 4% al primer año del de Mauricio Macri, siendo superado en la serie histórica solo por el registro de 2012, primer año completo de la segunda gestión de Cristina Fernández de Kirchner.
Más aún, de uno de los cuadros del Indec la “ganancia” por el mayor poder de compra de las exportaciones fue, a valores de 2004, que toma como año base para el cálculo, de USD 18.139 millones.
Por otro lado, el estudio “Impacto de la crisis ruso-ucraniana sobre la economía argentina” de los economistas Guido D’Angelo, Bruno Ferrari y Emilce Terré, amén de computar el aumento de las compras energéticas por mayores precios, tiene en cuenta el efecto sobre las exportaciones del sector (básicamente, de petróleo crudo), lo que reduce el perjuicio por esa vía a USD 3.218 millones, unos USD 500 millones menos que el cálculo oficial.
El estudio estima la pérdida en divisas por mayor precio de los fertilizantes en USD 458 millones y el aumento del costo de los fletes en USD 1.169 millones.
Millones olvidados
La diferencia principal radica en el cálculo de la ventaja que fue para la Argentina el aumento de los precios agroindustriales. Mientras el documento oficial la reduce a USD 617 millones, la Bolsa rosarina estima allí una “ganancia” 7 veces superior.
Así lo dice: “el conjunto de los complejos agro, responsables del 63% de las exportaciones nacionales, vieron crecer sus operaciones cerca de 8,5% entre 2022 y 2021, una suba de USD 4.337 millones. Este crecimiento se debe a la mejora de precios para su colocación en mercados internacionales, ya que las cantidades exportadas se mostraron por debajo del 2021″. En cierto modo, el efecto de la guerra sobre los precios revirtió, desde el punto de vista del valor exportado, el de la sequía.
El Gobierno aspira a ganar la benevolencia del FMI en la revisión y prospección de metas del acuerdo vigente
Marcela Cristini, economista de FIEL y especialista en comercio internacional, dijo a Infobae: “La gran mayoría de los efectos sobre la economía de la Argentina no son nuevos, sino que han tendido a reforzar los que ya nos habían afectado durante la pandemia, alto precio de los commodities exportables y de los combustibles que importa el país y fletes internacionales, que se habían disparado durante la pandemia y siguieron altos luego de un breve declive al inicio de 2022. El saldo del comercio, añadió, cayó con respecto a 2021, a pesar de la política de control de las importaciones.
El estudio de D’Angelo, Ferrari y Terré computa también el aumento de las exportaciones mineras, que pasaron de USD 3.243 millones en 2021 a USD 3.857 millones en 2022, un aumento de más de USD 600 millones, debido fundamentalmente a las ventas de litio, cuyo valor aumentó 234% (en valor absoluto, una yapa de USD 488 millones) contra 8,5% que aumentaron las cantidades exportadas.
Precios y cantidades
En el agregado, la balanza comercial argentina se deterioró fuertemente, pasando de USD 14.751 millones de superávit en 2021 a USD 6.923 millones en 2022, por lo que la BCR también considera que el impacto negativo del conflicto fue superado por la mayor demanda de divisas. De hecho, precisa, de los primeros 100 productos importados en Argentina en términos de valor (y que representan cerca del 50% del total de importaciones), en 79 los precios subieron más que las cantidades importadas. Hay allí, sin embargo, impactos y causas adicionales, como la sequía.
Otro factor negativo fue el aumento de la incertidumbre y las tendencias recesivas sobre la economía internacional, observable en el índice volatilidad VIX, y el efecto de las subas de tasas de interés en EEUU (que, según las recientes minutas de la Fed, continuarán) sobre las economías emergentes: retiro de fondos, devaluaciones. “El freno a la actividad económica mundial recorta mercados y resta dinamismo a la dinámica de inversiones y exportaciones argentinas”, dice el estudio de la Bolsa rosarina.
El conflicto aumentó la incertidumbre internacional y, probablemente, retrasó el ajuste (CFK)
Cristini, por su parte, dijo que el conflicto “aumentó la incertidumbre internacional y, probablemente, retrasó el ajuste. Las mayores tasas de interés atraen a los capitales a los países de mayor desarrollo y desfinancian a los países en desarrollo, en el caso de la Argentina, en particular, al sector privado, dado que el sector público está aún al margen de esos mercados financieros”.
Al borde de la guerra, y un año después
El 12 de febrero de 2022, cuando el ruido de los tambores de guerra era ya atronador y después de que el presidente argentino Alberto Fernández hubiera ofrecido a Vladimir Putin, sin que éste se lo pidiera, a la Argentina como “puerta de entrada” a América Latina, Infobae consultó sobre los efectos que podía acarrear la guerra a expertos que señalaron -acertadamente- que “dólar, energía, materias primas y nuevo orden bipolar” serían los principales vectores.
“Se estaría forjando una nueva bipolaridad”, contó entonces Marcelo Elizondo, docente del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y representante en la Argentina de la Cámara de Comercio Internacional.
“Una invasión rusa a Ucrania implicaría una seria violación de la carta de la ONU. No cabría sino la condena; se tensarían enormemente las tensiones geopolíticas y con una economía tan vulnerable nos veríamos obligados a tomar partido y el gobierno perdería todo espacio para el coqueteo con Putin y Xi Jinping”, dijo el diplomático Héctor Torres, exrepresentante de la Argentina en el directorio del FMI, quien, como Elizondo, previó también el aumento de los productos básicos, “empezando por el petróleo, el gas y el GNL”.
Jorge Vasconcelos, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, vislumbró a su vez “una segmentación perdurable de los mercados de bienes y servicios a escala mundial”, en el que el factor confiabilidad ganaría espacio al de menor costo y se aceleraría la transición energética, con su enorme demanda de minerales y capital.
La mirada actual
A un año de la guerra, esto es lo que observan esos expertos:
Marcelo Elizondo: Pasaron cosa que previmos, como el aumento de los precios de las commodities, en especial las energéticos, por restricciones, sanciones y expectativas, pero el aumento del precio de los granos fue superior a lo esperado, porque no se preveía semejante nivel de destrucción, bombardeo de infraestructura y de puertos ucranianos.
Se configuraron 4 grupos de países: 1) los occidentales, encabezados por EEUU y la Unión Europea, 2) los autocráticos, China Rusia, Irán, Corea del Norte, 3) emergentes cada vez más influyentes, como Turquía, Egipto, Arabia Saudita e India; sospecho que Brasil querrá jugar ahí, y 4) emergentes que desertaron de influir: ahí estaba Brasil y ahora están México y la Argentina.
Uno no imaginaba una guerra tan larga; hay efectos de intensificación, pero hubo acuerdos, como un corredor para la salida de granos (Elizondo)
Hubo mudanza de plantas y 500 empresas se fueron de Rusia, pero muchas siguen produciendo ahí y en China. EEUU y China confrontan políticamente, pero siguen comerciando mucho, porque lo hacen las empresas, por diferentes vías. Uno no imaginaba una guerra tan larga; hay efectos de intensificación, pero hubo acuerdos, como un corredor para la salida de granos, en que trabajó la Cámara Internacional de Comercio.
Es una novedad que la agenda pública no coincida por completo con la privada. Se está gestando un orden complejo.
Héctor Torres. Las tensiones geopolíticas están en aumento y el sistema de reglas multilaterales que favoreció la interdependencia económica está en crisis. Los datos comerciales duros aún no indican una caída del comercio, pero hay cada vez más indicios de que vamos hacia un escenario internacional fracturado en zonas de comercio preferencial. Los gobiernos del G7 buscan asegurar la resiliencia de las cadenas de valor elaborando listas de productos estratégicos a ser producidos localmente u originados en países “amigos”.
De un sistema de comercio edificado sobre la cláusula de Nación Más Favorecida, vamos hacia un friendshoring (inversión en países “amigos) difuso. Esta creciente intervención de los gobiernos en la economía aumenta el peso de las consideraciones políticas en decisiones vinculadas con la inversión y la localización de la producción. La Argentina tiene que tratar de preservar su capacidad de mantener relaciones comerciales y de inversión con todos los bloques. Será difícil. Nos hará falta una política exterior finamente calibrada (no puede ser el guiño a la izquierda que disimula un giro económico a la derecha) y recuperar el acceso al mercado de crédito, con un balance fiscal equilibrado.
La Argentina tiene que tratar de preservar su capacidad de mantener relaciones comerciales y de inversión con todos los bloques. Será difícil (Torres)
Jorge Vasconcelos: Los términos de intercambio mejoraron para la Argentina y hubieran mejorado mucho más si el país estuviera autoabastecido de petróleo y gas. Las tecnologías vinculadas a descarbonización se aceleraron, pero se volvieron más realistas y contemplativas las políticas de uso de gas y energía nuclear, que eran muy voluntaristas. Eso a mediano plazo puede favorecer a la Argentina.
Pero la cercanía no alcanza. México tiene acuerdo de libre comercio con EEUU y Canadá, pero se ven pocas inversiones de friendshoring. Mano de obra barata y ventajas logísticas no bastan: la tecnología y la confiabilidad institucional son clave. Hay que volver a mirar los rankings de competitividad y aceptar que la inversión responderá a estrategias de diversificación. Corea del Sur, en Asia, es el caso opuesto a México y puede recibir inversiones que se relocalizan por temor a una crisis en Taiwán. India está en el medio de esos ejemplos: ofrece ventajas de mano de obra y aprovechó el nuevo escenario para comprar gas y petróleo a Rusia, con grandes descuentos.
A la Argentina, la transición energética le da tiempo para aprovechar su potencial en energía nuclear y gas. El golpe que el aumento de las compras de gas le dio al gobierno permitió destrabar cosas que estaban latentes, pero las inversiones en Vaca Muerta tienen un sesgo más petrolero que gasífero, porque las restricciones logísticas, como el cuello de botella para el gas, siguen operando. Hace falta mucho dinero y seguridad jurídica para construir una planta de GNL. El FMI va a ser benévolo con la Argentina, con waiver (dispensa de metas) si es necesario, pero por efecto de la sequía, no de la guerra.
Perspectivas inmediatas
En cuanto a “perspectivas inmediatas”, Marcela Cristini destacó que el aterrizaje macro internacional será más lento que lo esperado, aunque arriesgó: “La mayor coordinación de los países occidentales anticipa un ajuste eficaz en términos de reducir la inflación internacional”.
La mayor coordinación de los países occidentales anticipa un ajuste eficaz en términos de reducir la inflación internacional (Cristini)
“El conflicto exacerbó las diferencias ya existentes entre EEUU y China, creando interrogantes sobre el futuro de la relación bilateral. Esto es inconveniente para los países en desarrollo, particularmente en América Latina, por la fuerte vinculación económica con ambos países”, dijo la experta, que consideró “recomendable” una coordinación regional para “presentar una menor debilidad frente a las presiones de alineamiento y aprovechar las oportunidades”.
Al igual que Vasconcelos, la economista de FIEL también consideró probable que los altos precios internacionales de la energía y las restricciones de abastecimiento hayan acelerado la transición hacia energías renovables, sobre todo en Europa y que, en consecuencia, la oferta potencial de productos energéticos que está tratando de lograr la Argentina “debería encontrar destinos diversificados”.
Hace poco más de un año, la conclusión más firme de la consulta realizada por Infobae era que la reconfiguración económica mundial esperable de la guerra entonces en ciernes implicaría inversiones multimillonarias muy difíciles de afrontar “en una economía inestable, de horizontes cortos, política exterior errática, riesgo-país altísimo y urgencias irresueltas”. Aquella conclusión parece hoy validada por una inflación que se duplicó y no afloja, un riesgo-país tercamente alto y urgencias no solo irresueltas, sino incluso ignoradas en medio de un egocéntrico festín de candidaturas electorales.
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