La coyuntura macroeconómica no logra generar buenas noticias para el gobierno ni para la sociedad en su conjunto: baja la actividad productiva y comercial, se acelera la tasa anual de inflación, el Banco Central pierde reservas, aumenta el índice de riesgo país, entre otros, en un contexto de creciente brecha entre la variación de los precios, los pasivos monetarios del BCRA y el tipo de cambio.
Desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández, mientras la tasa de inflación acumuló 340%, el tipo de cambio base para el comercio exterior subió apenas 205%; la base monetaria 235%; el dólar contado con liquidación 364%; el dólar blue 454% y los pasivos monetarios 886% en respuesta a las crecientes necesidades de financiamiento del Tesoro Nacional que luego es necesario absorber para no afectar más las variables mencionadas precedentemente.
De ahí que los economistas se debaten a través de los medios y de las redes sociales sobre si la economía debe encaminarse hacia la recuperación de la ortodoxia, definida por el equilibrio de las finanzas públicas, la independencia del Banco Central y emisión cero, control del endeudamiento del Estado y apertura de la economía para poder volver a generar un marco de estabilidad de precios y crecimiento sustentable de la actividad, el empleo y la productividad; o bien acudir a atajos severos y poco difundidos como la dolarización, o la moneda común en la región.
Federico Poli, economista, director de la consultora Sistémica, ex subsecretario de Pyme y Desarrollo Regional del gobierno nacional (2003-2006), ex Jefe de Gabinete del Ministerio de Economía (2002-2003), y más recientemente exdirector ejecutivo por Argentina y Haití del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y autor del Libro “Más allá del liberalismo y del populismo, una síntesis desarrollista para la Argentina”, analizó en una entrevista con Infobae las causas de la decadencia de la Argentina y sus expectativas para el corto y mediano plazo.
— La Argentina arrastra un largo ciclo de estancamiento, y no logra hilvanar más de dos años de aumento del PBI que vuelve a caer ¿Por qué ocurre eso?
— Eso ocurre desde 2011, cuando se empezó, en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y se profundizó durante el segundo, con el aumento irresponsable del gasto público que pasó del 25% del PBI en el promedio 1960-2000 a 42% del PBI en la actualidad, que significa un cambio estructural de funcionamiento de la economía. “El paroxismo populista, la etapa final del populismo convencional”, podemos llamar a la política practicada en este período.
“El populismo tradicional se trataba, principalmente, de intervenciones de política económica que distorsionaban la realidad, generando crecientes desequilibrios”
El populismo tradicional se trataba, principalmente, de intervenciones de política económica que distorsionaban la realidad, generando crecientes desequilibrios, entre ellos el fiscal, que, finalmente, explotaban. Un incremento del gasto público de la magnitud que se dio, explicado por gasto corriente, es un hecho novedoso respecto de lo que ocurría previo a los ‘90, donde el tamaño del sector público era razonable y una gran parte era derivado de las empresas públicas. En aquel gasto, aunque de baja productividad, había como contraparte producción de bienes y servicios, en este solo consumo y un nivel delirante que hace inviable el funcionamiento económico lógico. El nivel de gasto público, la presión impositiva, la inflación resultante, generaron este desorden macroeconómico y destruyeron el proceso inversor en Argentina.
— ¿Cuánto tiene ver el peso de la deuda, y en particular la estructura de vencimientos de un país que está fuera del radar del mundo financiero privado no institucionalizado?
— El FMI le concedió al gobierno argentino, a principios de 2022, un acuerdo extraordinario que le permitirá no amortizar ni un dólar durante los 4 años de gestión. Esto es así porque le otorgó cuatro años de gracia y seis de repago. Solo se pagan intereses a tasa extraordinariamente baja. Este acuerdo, sumado a la renegociación con los acreedores privados, despejó el horizonte de pagos externos hasta 2025. Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner no pagarán un solo dólar de la “maldita deuda externa”, dada la moratoria que se logró por tres años. Por lo cual nadie puede afirmar que la deuda externa sea hoy una pesada carga. Si lo será si seguimos procrastinando y perdemos el tiempo en lugar de atacar los problemas para poner en marcha la economía en modo sostenible y poder acceder al mercado de deuda voluntaria para hacer lo que hacen todos los países del mundo: rollovear el capital a su vencimiento sin necesidad de cancelarlo.
“Un proceso de desarrollo sostenido necesita divisas para empresas y proyectos. Y un normal acceso a los mercados voluntarios de deuda”
— ¿Pero entonces por qué no tenemos acceso al mercado de capitales?
— Argentina tiene un problema básico de credibilidad respecto al cumplimiento de contratos de todo tipo, no solo en lo atinente a su deuda. El toqueteo permanente de su estructura impositiva y la pasión del populismo por la creación de impuestos extraordinarios, por ejemplo, es parte de la inseguridad jurídica y regulatoria que hace imposible planificar y ahuyenta la inversión. Las recurrentes reestructuraciones de deuda por insostenibilidad y por intolerancia a la deuda, sumado al descalabro macro-regulatorio existente y al estancamiento económico que muestra nuestra economía, veda nuestro acceso al mercado voluntario de deuda.
Un proceso de desarrollo sostenido necesita divisas para empresas y proyectos. Y un normal acceso a los mercados voluntarios de deuda para impulsar el proceso de crecimiento en condiciones razonables. La Argentina no puede ni debe estar fuera de los mercados financieros internacionales, como tampoco de los mercados comerciales mundiales.
— Usted acaba de publicar su primer libro “Más allá del liberalismo y el populismo, una síntesis desarrollista para la Argentina” ¿Qué lo motivó?
— Varias cosas me motivaron a escribirlo. Desde lo personal es un cierto balance, el cierre de un ciclo profesional de 30 años de política económica en Argentina, que incluye mi experiencia internacional de los últimos 15 años. De vuelta a la Argentina, después de tanto tiempo fuera, aunque no ausente, creí que era el momento de poner sobre la mesa las dos caras de un fracaso, el paroxismo populista y un liberalismo oxidado, y plantear una mirada distinta sobre el futuro del país.
“Un proceso de desarrollo sostenido necesita divisas para empresas y proyectos. Y un normal acceso a los mercados voluntarios de deuda”
— Destacados economistas y exministros ponderaron la obra y coinciden en que deja una visión esperanzadora para el futuro del país ¿En qué basa el optimismo sobre el futuro que percibieron sus colegas?
— Hay una gran oportunidad en este mundo conflictivo, que demanda los productos que Argentina tiene y produce, como la energía y los alimentos, que nos va a permitir disponer de recursos externos para desarrollar la potencialidad de nuestra economía que es enorme. ¿Se imagina si en este escenario somos capaces de mostrarle al mundo que terminamos con el populismo en la Argentina? ¿Se imagina si dejamos atrás todas estas regulaciones kafkianas, que ya no existen en ningún lugar del mundo y que absorben las energías de nuestros empresarios e impiden el desenvolvimiento de nuestras fuerzas productivas? Si, por ejemplo, finalmente permitimos que las cosas valgan lo que cuesta producirlas y que funcionen mercados libres, dejaríamos atrás la escasez y afloraría una oferta que sorprendería hasta a los más optimistas.
No puede ser, por ejemplo, que, impuestos aparte, se ingrese un dólar y se reciba el equivalente al 50%. Inviable. No puede ser que el sistema de precios esté todo roto, que nadie sepa ya si un bien o un servicio es caro o barato. No se puede más ser rehén de mafias sindicales que bloquean la producción, y no estoy hablando en contra de los sindicatos sino de las mafias.
— ¿En dónde fracasó el liberalismo que dio lugar al resurgimiento del populismo?
— El liberalismo falló por abusar de las medidas monetarias y cambiarias, eludiendo la solución verdadera de los problemas del sector real. Por el contrario, agravó estos problemas con atraso cambiario y altas tasas de interés reales. El ejemplo último lo constituye el planteo del ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, para bajar la inflación. Se creyó que se podía conseguir desinflar la economía con artilugios monetarios y cambiarios y endeudamiento, sin modificar las cuestiones de fondo, como el tamaño del gasto público y el déficit fiscal. Como señalo en el libro, expresaba la visión de un fundamentalista monetario. Pensar en atajos mágicos para resolver problemas de fondo. Podemos decir que en Argentina hubo un liberalismo “a la criolla”, ya que ningún liberal del mundo haría un planteo de este tipo.
— Del mismo modo ¿En qué fracasó el populismo, para que resurgieran las ideas liberales?
— El populismo, los años de Cristina Fernández de Kirchner, construyó este sistema económico anormal, en el que existe una porción demasiado grande de la sociedad que vive de modo permanente de las transferencias del Estado sin ninguna contraprestación y del empleo público de baja productividad y no de la inversión del sector privado. Algo similar ocurre a nivel de las transferencias de los recursos nacionales a través del sistema de coparticipación: 5 provincias generan tres cuartos de la riqueza total y, en otras, el empleo público representa el 80% del gasto del Estado.
“Cinco provincias generan tres cuartos de la riqueza total y, en otras, el empleo público representa el 80% del gasto del Estado”
El drama argentino es una economía implosionada, en la que una gran porción de la población perdió la preocupación por el destino del esfuerzo productivo, porque las transferencias que se reciben a fin de mes saldrán de las arcas públicas o de la emisión.
La trampa que genera el gasto público delirante es que, siendo causa y consecuencia del estancamiento de nuestra economía, no permite crecer y en el estancamiento se dificulta reducirlo, porque nadie acepta resignar un beneficio fiscal, así sea este abusivo o innecesario. La solución de este dilema es lo que va a permitir la reconstrucción económica.
— ¿Por qué cree que los economistas, pero en particular la dirigencia política, -en general- no impulsan ideas y políticas desarrollistas?
— El desarrollismo está ligado al sector real de la economía. En general, los economistas han tenido mayor vinculación con el sector financiero. Esto explica cierto desconocimiento sobre cómo funciona la economía de la producción de bienes y servicios. De ahí la tendencia recurrente a largos períodos de atrasos cambiarios y altas tasas de interés, letales para la actividad productiva.
— Su obra comienza con un gráfico contundente sobre la brecha negativa entre el PBI por habitante real y el potencial si la economía hubiese registrado una tasa de crecimiento real de 2% acumulativa anual que tiene su origen a mediados de los 70, ya contó las causas ¿Qué habría y qué se puede hacer para comenzar a revertir ese proceso?
— Para salir de ese círculo vicioso, Argentina necesita recrear las condiciones de una nueva épica de reformas, que implique un cambio copernicano del funcionamiento de la economía. Nos estamos refiriendo al cambio del punto de vista. Las reformas de fines de los ´80 principios de los ´90, luego de la hiperinflación, o las de los primeros años de la post-convertibilidad fueron ejemplo de un cambio de este tipo. O remontándonos más lejos en la historia las que emprendió el gobierno de Arturo Frondizi, en esos 4 gloriosos años (1958-62) que duró su gobierno.
Es necesario un cambio de fondo: resetear la estructura institucional y de regulaciones, reducir, de modo contundente, el gasto público consolidado a los tres niveles de gobierno, a niveles cercanos al 33% del PBI, y, también, revisar su composición, reformular la estructura tributaria, actualizar las leyes laborales y simplificar las regulaciones que afectan a las inversiones. También insertar, definitivamente, a la Argentina en el mundo. Se debe avanzar en un régimen laboral moderno, actualizado a las nuevas circunstancias, los cambios educativos, tecnológicos y productivos, que permita crear trabajo en blanco para poder emplear al 50% que representan los trabajadores informales. Recuperar la educación pública en sus tres niveles es imprescindible. Una educación de calidad es esencial para la formación del capital humano, factor clave para una pujante política de innovación, ciencia y tecnología.
— Bien destaca en su libro que “Hay que salir del círculo vicioso que implica más impuestos, menos inversión y empleo privados, más desocupación, más empleo público, más planes sociales y más pobreza” ¿Cree que es posible dar un giro de política económica sin más impuestos “extraordinarios”?
— No es que crea que es posible dar el giro sin más impuestos extraordinarios, sino que considero que es mandatorio dejar atrás la inestabilidad regulatoria e impositiva para salir del estancamiento y la decadencia en que nos colocó este círculo vicioso. Para recrear la inversión y el empleo privado ya no alcanza sólo con precios relativos adecuados, hacen falta otros mecanismos adicionales que den certeza sobre la seguridad jurídica y los alineamientos internacionales permanentes que debe tener el país.
— Es inevitable, una referencia a la coyuntura ¿Cómo ve la economía hoy?
— Con preocupación. Los desequilibrios macro están ahí e impiden estabilizar la economía. Una brecha cambiaria del 100%, un riesgo país de default, una economía que ingresó en un régimen de alta inflación, del que no saldrá mágicamente sin un programa de estabilización consistente, que no está sobre la mesa, tarifas atrasadas, creciente endeudamiento…El mejor escenario es el que vamos dejando atrás, no importa cuando escuches esto. Solo se puede esperar menos reservas internacionales, más cepo y menor nivel de actividad.
“Los hacedores de la política deben tener el suficiente pragmatismo y fortaleza como para llevar adelante las transformaciones necesarias”
— Qué espera para el próximo período presidencial?
— Precisamos gobiernos desarrollistas que tengan como centro la promoción de la inversión y el empleo genuino: consecuencia del salto inversor y del empleo genuino será la caída de la pobreza y mayores niveles de equidad. América Latina está plagada de gobiernos redistribucionistas, pero nuestro caso, tal vez, es de los más burdos. El desafío del próximo gobierno, que asumirá a fines de 2023, es ordenar la macroeconomía y sentar las bases para el desarrollo productivo. La dimensión macroeconómica y la dimensión productiva deben ser pensadas en conjunto.
Además, los hacedores de la política deben tener el suficiente pragmatismo y fortaleza como para llevar adelante las transformaciones necesarias potenciando los activos y cuidando que no se destruyan capacidades, aplicando las políticas activas, industriales, tecnológicas y de innovación necesarias. Es lo que se está imponiendo en el mundo, que se dio cuenta que un liberalismo oxidado y el paroxismo populista son dos caras de la misma moneda.
— ¿Dolarización o regreso a la ortodoxia económica?
— Se trata de un atajo impracticable y de una receta que se mostró fallida históricamente, acá y en el mundo.
— ¿Una reflexión final?
— Le voy a confesar una secreta esperanza: si Argentina logra generar una mayoría que permita asegurar que el populismo es cosa del pasado, es decir, si logra sentar las bases de una economía capitalista moderna, como la que existe en los países exitosos del mundo, la velocidad de salida de la crisis puede ser asombrosa.
En este nuevo escenario mundial, a partir del afloramiento de una masa de recursos inmensos, de los propios argentinos y del resto del mundo, la inversión puede ser de una magnitud que hasta los más optimistas se sorprenderán. Por eso, el costado doloroso del ajuste de los precios relativos y de los desequilibrios macroeconómicos puede ser, contrariamente a lo que se piensa y a lo que es en condiciones normales, minimizado totalmente.
Fotos: Gustavo Gavotti
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