La actividad industrial logró, el año pasado, crecer al 4,3% en promedio, a pesar de la inestabilidad macroeconómica y la falta de dólares para pagar las importaciones. Jugó a favor el arrastre del año previo y el hecho de que los controles se endurecieron más hacia el segundo semestre. Pero el 2023 luce mucho menos prometedor. No sólo la base de comparación será más alta (lo cual hace que el crecimiento interanual sea menor), sino que la problemática de las divisas se prevé más compleja, las elecciones suelen provocar una parálisis en las decisiones de inversión y el poder de compra está mucho más afectado debido a la alta inflación. Son muchos los factores que los analistas observan como condicionantes para que la industria mantenga los niveles de crecimiento que registró el año pasado. Las estimaciones privadas indican estancamiento o un leve crecimiento en torno al 1,5 por ciento.
El enfriamiento de la actividad industrial ya se percibe desde septiembre del 2022. El Indicador de Producción Industrial (IPI) exhibió una caída interanual de 2,7% en diciembre (la primera en once meses), lo que significó un estancamiento en el último trimestre del año. La industria también registró, en el último mes del año, una caída desestacionalizada respecto de noviembre, “consolidando el desempeño con vaivenes del sector a lo largo de todo el año, ya que no pudo acumular dos meses consecutivos de mejoras mensuales. Esto significó que en el crecimiento punta a punta (es decir, diciembre 2022 versus diciembre 2021) haya habido un retroceso, de 1,5%”, de acuerdo con un reciente informe de la consultora Ecolatina.
En Equilibra prevén también un escenario desfavorable para la industria este año. La actividad manufacturera podría comportarse incluso peor que el PBI, con una posible caída respecto de 2022, si es que el escenario de la economía general fuera de estancamiento. “La industria y la construcción empezaron el proceso recesivo en junio, ya van a llevar un semestre. Y para 2023 vemos enormes desafíos. Por un lado, habrá un impacto directo de la sequía en la agroindustria, y por otro, esperamos una agudización de las restricciones para importar. Eso le pone un techo a la actividad”, afirmó el economista de la firma, Lorenzo Sigaut Gravina.
La menor cosecha también tendrá impactos indirectos en sectores como el transporte, la maquinaria agrícola y las industria alimenticias, que en conjunto tienen un peso importante sobre el PIB industrial (representan aproximadamente un cuarto del nivel general), según Ecolatina. Tampoco hay que descartar “nuevas restricciones a las importaciones para administrar la escasez de divisas, pudiendo complicar el abastecimiento de insumos para determinados sectores industriales y complicando el normal funcionamiento del sector”, agregó la consultora.
Por otro lado, podría continuar el sesgo contractivo de la política económica que se observó a partir de la segunda mitad del año pasado, incluso siendo un año electoral. “Se intentará mantener las tasas de interés en terreno positivo, lo cual encarece el acceso al crédito para la inversión en bienes de capital o durables, mientras que también se vería reducido el gasto de capital. Respecto a este último punto, la incertidumbre propia que trae el proceso electoral también podría incentivar a posponer compras relacionadas a este tipo de industrias”, consideró la economista de esa firma Agostina Myronec. Agregó que ello implica que exista un escaso margen fiscal para incentivar a determinados sectores industriales (créditos subsidiados a PyMEs, o incluso bonos/transferencias para incrementar el consumo, entre otros).
Por otro lado, la corrección de las tarifas de servicios públicos no sólo reduce el ingreso disponible de los hogares (con posible impacto sobre la demanda interna), sino que también encarece el costo de electricidad y gas de las empresas del sector.
Desde Abeceb, en tanto, afirmaron que la actividad industrial no crecerá más que 1,5% este año y los motivos son varios. En primer lugar, ya en el segundo semestre del año pasado comenzó a reflejarse la desaceleración, con números negativos ya en el último trimestre, y esa tendencia continúa. Los problemas para importar permanecen y ello significa mayores costos en dólares, más incertidumbre y menor previsibilidad en aquellas industrias de producción continua. “El efecto continúa en 2023. Y la tendencia es a mayor debilitamiento en el margen. El escenario viene más agotado, sumado a que el contexto macro es más complejo que en 2022 en términos de divisas”, afirmó Natacha Izquierdo, responsable del área sectorial de Abeceb.
En la UIA también creen que el 2023 será de estancamiento para la actividad industrial. Fuentes de la entidad explicaron que “hay una necesidad de continuar el crecimiento registrado el año pasado, pero está el desafío del desempeño de las SIRAs para que las industrias puedan tener un acceso a los insumos fluido y puedan seguir produciendo”. De todos modos, saben que el escenario es complicado, y que también es difícil en el actual contexto acceder al financiamiento. Para dialogar sobre esta agenda, el comité ejecutivo de la UIA se reunió este martes con el secretario de Comercio, Matías Tombolini, con quien trabajan diariamente en detectar los casos de industrias en estado crítico por falta de insumos.
“Desde punto de vista de la demanda, vemos que ya se empieza a resentir un poco, y lo mismo la inversión, que estuvo muy alta durante el primer semestre del año pasado y luego se frenó”, señaló la fuente de la entidad fabril.
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