El dato de inflación de 6% para enero que dio a conocer el Indec esta tarde implica un retroceso en el camino de la desaceleración de los precios y también en la discusión sobre el nivel de tasa de política monetaria mínimo e imprescindible para evitar mayores presiones en el mercado financiero. Esa tasa es la que impacta en los rendimientos de los plazos fijos. Si se mantiene sin cambios, las colocaciones a 30 días le empatarían con lo justo a la suba de precios mientras que si se dispusiera una suba -lo cual ahora queda en plena discusión- aumentan las chances de que los depositantes decidan correr el riesgo de mantener sus ahorros en pesos. Pero el consumo, y la economía en general, se enfriarían aún más.
En cualquier caso, la medida no está resuelta sino que pasó de un status de “descartada” a “en evaluación”. En el propio equipo económico reconocen que una posible suba de la tasa de interés que el Banco Central paga a las entidades financieras por las Leliqs vuelve a estar sobre la mesa de discusión, después de 5 meses fija en 75% nominal anual, lo que es equivalente a 6,25% mensual. “El dato de inflación vuelve a dejar abierta esa puerta”, aseguraron.
Lo cierto es que la tasa llegó al nivel actual tras nueve subas consecutivas durante el año pasado, la última de ellas en septiembre cuando la inflación de agosto se ubicó en 7% mensual. A partir de ahí, y en línea con expectativas de inflación descendente, la tasa se mantuvo estable incluso con registros de inflación levemente por encima del 6% que se conoció hoy. Noviembre y diciembre, en cambio, promediaron una inflación de 5%, lo que llegó a abrir el debate sobre la necesidad de bajar la tasa de interés que, probablemente, ahora se vuelva a subir.
Es que el contexto es muy diferente al de septiembre u octubre cuando, precisamente, se percibía la leve ralentización de los precios al consumidor. En las antípodas de ese escenario, se da por descontado ahora, y así lo marcan algunas mediciones preliminares, que también en febrero, tanto por los aumentos de precios regulados (tarifas) como por la suba en los alimentos, impactada por el precio de la carne, el nivel de inflación se ubicará en 6% o por encima. Para marzo, la expectativa es similar, en gran medida por la “estacionalidad” que suele tener el mes. Así, el primer trimestre acumularía una inflación de al menos 20%, lo que es un desafío para el manejo de la política monetaria y cambiaria.
“Si la inflación se acerca al 6% es un problemón, otra vez vuelve la discusión de la tasa negativa, entre otros impactos”, admitían fuentes oficiales a fines de enero.
La frase fue premonitoria. Por esos días, avanzaba el programa de recompra de bonos de la deuda pública en un intento de contener las cotizaciones de los dólares financieros ya que el plan se enfocó en los títulos que se operan en ese mercado. La operatoria implica, al final del día, perder reservas con tal de mantener la brecha cambiaria a raya. Algunos analistas consideran que no tendría sentido ese esfuerzo si, al mismo tiempo, el BCRA deja que se escapen pesos para presionar sobre el dólar por no subir la tasa.
La decisión se tomará en la habitual reunión de directorio de la autoridad monetaria de los jueves, en la que no se descarta que finalmente se abra un compás de espera a ver la reacción del mercado antes de disponer de una suba. Es que, en caso de hacerlo, los costos no son menores.
Por un lado, obliga a su vez al Tesoro a subir aún más la tasa que paga por sus colocaciones para renovar la deuda en pesos y financiar las cuentas públicas y, por el otro, encarece el crédito para el resto de la economía, tanto empresas como individuos. De hecho, en línea con los incrementos que se impusieron entre junio y septiembre del año pasado, los préstamos al sector privado acumularon en enero siete meses consecutivos de caída, con una retracción de 14% interanual, lo que implicó que las empresas tuvieron menos crédito pero también las personas vieron acotada la posibilidad de financiarse con la tarjeta de crédito o un préstamo personal.
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