En tiempos de dólar libre y volátil, quienes dirigen empresas petroleras miran tres datos apenas despiertan: la hora, el precio internacional del crudo y la cotización de la divisa. En tiempos de sequía, quienes gestionan la política económica miran la hora después del pronóstico del tiempo. La obsesión tiene firmes fundamentos: aunque llovió el fin de semana pasado y tanto en el campo como en el Gobierno vuelven a ilusionarse con probables indicios del fin de la seca, lo cierto es que el impacto sobre la cosecha -léase, sobre los dólares que tendrá disponibles el Banco Central para alimentar el mercado de cambios y acumular reservas tal como lo exige el FMI- será de magnitud.
La Bolsa de Comercio de Rosario, por caso, estimó hace dos semanas que el mercado recibiría USD 9.200 millones menos que el año pasado pero en el Gobierno, ahora, manejan proyecciones algo más optimistas. Calculan que por la sequía, la cuenta cambiaria se resentirá en unos USD 6.000 millones. Funcionarios del equipo económico sostienen incluso que esa cifra podría recortarse si “vuelve a llover”. Para saberlo -dicen en broma- “sumamos más meteorólogos al equipo y corremos a los macroeconomistas”.
Lo cierto es que, aunque esa cifra luzca más alentadora si se la compara con las proyecciones más apocalípticas que indican posibles mermas de hasta USD 14.000 millones, la cuenta sigue sin cerrar. Incluso computando la menor salida de divisas que se prevé por la importación de energía.
Ese renglón, el energético, es el que genera más incertidumbre en algunos funcionarios del equipo económico. “No está tan claro el panorama, todavía no tenemos precios y aunque habrá más exportaciones, no está claro cuánto se van a moderar los números”, sostuvo una de ellos. En ese sentido, la rehabilitación del oleoducto Transandino, que une la provincia de Neuquén con la región chilena de Biobío, y que está prevista para marzo según anunció el presidente de YPF, Pablo González, a fines de septiembre, permitirá un ingreso adicional por mayor exportación de crudo desde Vaca Muerta por unos USD 1.000 millones.
La cifra es parte del incremento de 30% de envíos de energía al exterior que proyectan algunos analistas privados, que también prevén una caída similar en las necesidades de importación. Por caso, en el último Informe Mensual Hidrocarburífero de Ecolatina, el especialista Daniel Dreizzen proyectó una reducción de 50% en el déficit de la balanza energética.
“La balanza pasaría de USD 5.000 millones negativos a USD 2.500 millones aproximadamente”, sostuvo. También pronosticó que la caída de importaciones redundaría en un menor nivel de subsidios a las tarifas energéticas, lo que aportaría además un beneficio fiscal. Es decir que también en ese punto, el habitual dolor de cabeza que representa para las cuentas del Tesoro y del Banco Central podría traer algo de oxígeno y compensar una baja de recaudación por derechos de exportación de USD 3.100 millones según los cálculos de la BCR. Los subsidios a la energía insumieron, en 2022, USD 13.000 millones.
Pero este año es electoral y no son pocos los que anticipan un freno a la corrección de las tarifas en la medida que se acerque la fecha de los comicios. Sin ir más lejos, desde la Secretaría de Energía, Flavia Royón, anunció para el gas un único aumento 28% para todo el año. En ese contexto, la funcionaria anunció también que 3,5 millones de usuarios no recibirán ningún incremento en el precio del fluido.
De ahí que surjan dudas respecto del impacto de la cuenta energética en el balance cambiario, amén de que si bien los precios se acomodaron en niveles previos al impacto en el mercado del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania hace un año, siguen siendo precios altos.
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