Aunque los últimos datos oficiales de empleo publicados por el INDEC reflejan un nivel de desocupación relativamente bajo, de 7,1% para el tercer trimestre de 2022, al interior de estas estadísticas se advierte la profundización de una dinámica que arrastra décadas: el crecimiento del empleo precario. De acuerdo con la información del instituto oficial, el empleo informal, sin cobertura social ni descuento jubilatorio, se ubica en niveles récord de 37,4% del total. A ese resultado se llega después de 20 años en los que sólo la mitad del empleo creado corresponde a puestos de trabajo formales, dentro del sector privado.
Así lo revela un estudio realizado por el el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) publicado por su vigésimo aniversario, oportunidad en la hizo una retrospectiva de los últimas dos décadas en material laboral. La conclusión a la que arribó, en base a los datos del INDEC, es que el 50% de los puestos de trabajo creados en ese período corresponde a empleo precario y empleo público mientras que sólo la otra mitad es trabajo de alta calidad, es decir, puestos para asalariados formales que se desempeñan en el sector privado.
Según los cálculos del instituto privado, en las últimas dos décadas se crearon 6 millones de puestos de trabajo, de los cuales 1 millón fueron generados por el sector público, otros 2 millones corresponden al empleo informal y los restantes 3 millones fueron creados por el sector privado.
“El camino correcto es poner la atención en los factores causales de la débil generación de empleos de calidad: baja inversión productiva, profundo deterioro del sistema educativo y atávicas instituciones laborales” (Jorge Colina)
“Estos datos muestran que la Argentina tiene una debilidad estructural en la generación de empleos de calidad. Una primera consecuencia es que en 20 años no se logró reducir la gran cantidad de adultos en edad activa que no trabajan (inactivos y desempleados). De esto se deriva que casi la mitad de la gente en edad de trabajar permanece fuera del mercado de trabajo”, asegura IDESA en el trabajo.
El organismo, dirigido por el economista Jorge Colina, especialista en economía laboral y asesor externo del BID, consideró en el informe que “la otra grave consecuencia es que apenas la mitad de los empleos generados fueron empleos privados registrados. El resto fue empleo público –mucho del cual es empleo espurio– y empleos informales. Por esto, no debe extrañar que la tasa de pobreza se mantenga en el orden del 40% de la población”.
Aunque con diferentes características y tamaño, la radiografía del mercado laboral hace dos décadas también era muy frágil. La economía venía de atravesar una de las peores crisis económicas de su historia con la salida en 2002 del régimen de convertibilidad, lo que disparó los índices de desocupación y pobreza. De acuerdo a la retrospectiva de la entidad, cuando se creó en 2003, “la estructura del mercado laboral argentino era muy precaria”. Del total de personas en edad de trabajar que vivían en centros urbanos el 44% estaba sin trabajo, ya sea como desempleado, inactivo o cobrando el plan social vigente en esa época, denominado Plan Jefas y Jefes de Hogar impulsado por el gobierno de Eduardo Duhalde para paliar las consecuencias sociales del colapso económico.
Apenas 19% tenía un empleo privado formal mientras que otro 9% eran empleados públicos. El restante 28% de las personas en edad de trabajar estaba ocupada en la informalidad. La tasa de pobreza se ubicaba en un pico de 50% de la población. La comparación con los datos actuales es inevitable: mientras la pobreza es 10 puntos menor, la tasa de informalidad es 10 puntos mayor y el empleo de calidad sigue siendo la asignatura pendiente.
“En los 20 años transcurridos hubo una primera década donde se disfrutó una inédita bonanza económica internacional y una segunda de retorno al estancamiento económico. En el interin, la población urbana en edad de trabajar creció en 6 millones de personas. Con información publicada por el INDEC se puede estimar, a grandes trazos, cuál fue la inserción laboral de este aumento en las personas en edad de trabajar”, sostuvo el informe en el que proyectó que el empleo privado formal absorbió aproximadamente 3 millones de personas, el empleo público creció en 1 millón de personas mientras que el empleo informal se expandió en 2 millones de personas
“Las consecuencias sociales de la falta de creación de buenos empleos no pueden ser revertidas con programas asistenciales. Ni siquiera corrigiendo las enormes deficiencias en su gestión. El camino correcto es poner la atención en los factores causales de la débil generación de empleos de calidad: baja inversión productiva, profundo deterioro del sistema educativo y atávicas instituciones laborales”, concluyeron Colina y su equipo.
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