En 2022 el superávit comercial se derrumbó más del 50% con respecto al año anterior

El Indec informará el jueves los datos de la balanza comercial del último mes del año. En diciembre, las importaciones cayeron 18% y las exportaciones, 6%. El saldo fue positivo en más de U$S 1.100 millones. Qué se espera para 2023

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Vista general de contenedores en
Vista general de contenedores en el Puerto Comercial de la ciudad de Buenos Aires (Argentina), en una fotografía de archivo. EFE/Demian Alday Estévez

La dinámica que tuvieron las importaciones durante la primera mitad del año pasado, no sólo por volumen sino también por precio -con un fuerte impacto del rubro energético- no logró revertir el resultado comercial de todo el 2022, a pesar de a partir de junio, y más precisamente en los últimos meses, el Gobierno endureció los controles a las importaciones. El Indec dará a conocer este jueves el número de diciembre y ratificará lo que ya se venía advirtiendo: que el superávit comercial se derrumbó más del 50% el año pasado, con compras al exterior que crecieron 29% y exportaciones que lo hicieron al 13,5 por ciento.

De acuerdo con altas fuentes oficiales, en diciembre no sólo cayeron las importaciones sino también las ventas al exterior; y la balanza comercial fue positiva en unos USD 1.100 millones. Mientras que las exportaciones alcanzaron los USD 6.200 millones -6% más bajas que las de diciembre de 2021-, las compras treparon a USD 5.100 millones, 18% menores que los USD 6.216 millones del mismo mes del año anterior.

Con estos números, el 2022 cerró con exportaciones por USD 88.493 millones, que representan un 13,5% más que las del 2021, e importaciones por USD 81.593 millones, una cifra 29% más alta que la del año anterior. En cuanto al superávit, rozó los USD 7.000 millones, 53% más bajo que los USD 14.751 millones del año previo.

El foco ahora está puesto en 2023, en cómo hará el Gobierno para sostener una balanza comercial superavitaria en un contexto complejo para las exportaciones, con una profunda sequía que afectará la cosecha de soja y maíz -ya complicó la de trigo- y que derivará en menores ventas agrícolas al exterior y, por ende, menores liquidaciones de dólares. Más allá de que desde la cartera económica se buscarán otras fuentes financieras -más préstamos bilaterales, swap con Brasil, entre otros-, nadie duda de que la variable de ajuste serán, nuevamente, las importaciones. Y con ello, la actividad económica.

En el Gobierno afirman que las importaciones se sostendrán en los niveles actuales, en torno a los USD 5.000 millones mensuales, y que recién podrán subir a los USD 6.000 millones hacia el último trimestre. Destacan que las compras energéticas serán mucho más bajas que el año pasado, pero los controles deberán mantenerse porque las exportaciones agrícolas serán menores debido a la sequía. “Proyectamos un saldo comercial favorable, pero a un ritmo de USD 600 millones mensuales promedio”, dijo una fuente de la cartera que dirige Sergio Massa.

“Ante la necesidad de acumular reservas para evitar una devaluación brusca y cumplir con lo acordado con el FMI, estimamos que el grado de restricciones a las importaciones continuará siendo elevado en 2023, e incluso podría endurecerse en caso de ser necesario. A su vez, surgen interrogantes sobre cuánto podrán seguir postergándose los pagos pendientes de importaciones (deuda comercial)”, enfatizó un informe de la consultora Ecolatina.

Los empresarios siguen cuestionando las demoras en la aprobación de las SIRAs -permisos para importar- y también los plazos de pago a los que salen esas autorizaciones. Aunque en algunos casos hubo agilización y acortamiento de estos tiempos para acceder al dólar oficial, todavía son muchas las compañías que sufren los atrasos y los plazos de pago de 180 días.

De hecho, una reciente encuesta de la UIA reflejó que más de un 80% de las empresas consultadas indicó que los plazos de aprobación de las solicitudes con el nuevo sistema son más largos que con el sistema anterior (SIMI) y siete de cada diez empresas manifestaron que las dificultades en el abastecimiento de insumos podrían generar paradas en algunas líneas de producción. La no aprobación de las solicitudes y la dilatación en los plazos fueron los motivos más mencionados por las empresas como riesgos de paradas parciales de plantas, según el informe de la central fabril.

Para Lorenzo Sigaut Gravina, economista de la consultora Equilibra, “lo más complejo para este año llegará por el lado de las exportaciones, sobre todo de la agroindustria”. “Los precios de las commodities están similares o levemente por debajo del 2022, pero los volúmenes van a caer significativamente por la sequía, sobre todo maíz y soja. Eso le pone un coto a las exportaciones, más allá de que la minería, la energía, e incluso los servicios, van a performar bien”, sostuvo el economista. Los menores volúmenes serán explicados por la sequía, por la retención de los productores y por un adelanto de liquidaciones que hubo tras el dólar soja 2.

Sobre las importaciones, Sigaut Gravina consideró que “si no hubiera restricciones, habría déficit comercial. Y eso no ocurrirá”. Por eso, en Equilibra prevén pocas autorizaciones, menor nivel de actividad y problemas por el lado de la inflación. “A diferencia de los últimos dos años, los precios internacionales no compensarán los menores volúmenes esperados para la cosecha producto de la sequía; el dólar soja 2 dejaría menos producto para vender en 2023 y generaría incentivos a retener hacia adelante ante la expectativa de que se vuelvan a repetir los beneficios concedidos”, dice el informe de Ecolatina.

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