El Gobierno analiza una nueva estrategia para superar los problemas que tiene a la hora de emitir deuda en pesos en un mercado temeroso de prestarle plata a plazos que superen el fin de este mandato presidencial. Con vencimientos cada vez más grandes, los inversores temen que un cambio de administración decida cambiar las reglas de juego y prefiere tomar letras y bonos de muy corto plazo, con lo cual los vencimientos se acumulan y generan el riesgo de una corrida contra los papeles de deuda en moneda local como la que estalló en junio y terminó con la salida de Martín Guzmán del ministerio de Economía.
El problema que tienen que superar el actual ministro de Economía, Sergio Massa, y su secretario de Finanzas, Eduardo Setti, es lograr que los fondos comunes de inversión, compañías de seguros y empresas en general le compren bonos que venzan más allá de octubre y diciembre de este año. En sus licitaciones periódicas no lo viene logrando, al menos no con empresas del sector privado. Y el riesgo es que al llegar los vencimientos de los papeles ya emitidos las licitaciones queden desiertas y todas esas inversiones vuelvan a manos de sus dueños en busca de algún destino genere saltos en el dólar y los precios.
Por eso, en el Gobierno están empezando a pensar en salidas poco ortodoxas, según confiaron fuentes oficiales. Una que en las mesas financieras ya están analizando es la propuesta de Economía de emitir un nuevo tipo de bono. Ya no importa tanto la forma de ajuste –si es a tasa fija, CER, dollar-linked o dual– sino la forma en que se paga. En lo que se piensa es en un “bono de crédito fiscal” que, si bien todavía no tiene mucha forma, en principio el sentido es que quede atado a la recaudación futura de la AFIP. Hay otras en carpeta, pero siguen guardadas bajo siete llaves.
A grandes rasgos, el “bono de crédito fiscal” funcionaría de la siguiente manera. Un banco –que es agente de percepción de impuestos– invierte en un bono del Tesoro por un monto similar a los impuestos que percibe. O que va a percibir. Ese monto es el que obtienen Massa y Setti como financiamiento. Mientras tanto, el banco inversor se ahorra de tener que rendir cuentas con la AFIP en el futuro porque a cuando le corresponda girar al fisco el dinero que recauda va a poder presentar el bono que suscribió. Dicho de otra forma, el tenedor del bono se va a cobrar solo los pagos de capital e intereses. Simplemente, al no girar al Estado impuestos que ya adelantó.
El esquema analizado asegura no comprometer ingresos fiscales de años futuros, sólo del ejercicio 2023.
Ya no importaría tanto la forma de ajuste sino la forma en que se paga. En lo que se piensa es en un “bono de crédito fiscal”
El sentido de garantizar de esa manera el pago está en intentar convencer al mercado que el Gobierno que asuma a fines de este año va a terminar pagando la deuda en pesos, quiera o no. Esto es porque esos impuestos ya se adelantaron y alcanza con no volverlos a pagar para obtener el rendimiento prometido en la emisión de deuda. Ya no es el Tesoro el que paga.
Esa seguridad es relativa, dijo un operador financiero que prefirió no ser identificado.
“Acá la discusión es: ¿el próximo gobierno va a querer o poder pagar la deuda en pesos que dejan? Si vos le das algo que fuese automáticamente redimible (vía impuestos por ejemplo) la parte de poder o querer se diluye”, explicó.
“Pero al mismo tiempo, el próximo gobierno podría decir que no es más aplicable a impuestos y volvemos a foja cero. Terminás estando tan protegido como cualquier bono ley argentina”, agregó.
Por ahora, la idea no está siendo rechazada por los inversores privados. Al fin y al cabo, ellos están tan preocupados por los riesgos de la deuda en pesos como cualquiera. Es uno de los frentes de inestabilidad que más miran en las mesas de la City porteña. Si se ahorran un cimbronazo, bienvenido sea.
Con todo, tanto las fuentes oficiales como privadas consultadas aseguraron a Infobae que el proyecto de usar la recaudación futura para financiar el presente es por ahora una idea que está en análisis.
“Acá la discusión es: ¿el próximo gobierno va a querer o poder pagar la deuda en pesos que dejan?”
La estrategia, como todas, también tiene costos. La idea de ofrecer un título con un rendimiento atractivo –entre la tasa de Leliq del 75% y la tasa que paga el Tesoro por deuda, algo mayor– que se paga en forma automática busca, a la larga, convencer al inversor final y no al sector financiero en sí. Es decir, no a los fondos comunes de inversión y a los bancos, sino a las empresas que no tienen acceso al mercado cambiario ni a los dólares financieros –generalmente, importadores– que no saben qué hacer con sus pesos y por eso hacen depósitos y colocaciones en fondos comunes.
De 16 billones de pesos que hay en depósitos del sector privado que había en bancos en octubre, casi 8,6 billones son de empresas. El 54 por ciento del total. En plazos fijos, en cuentas remuneradas o en fondos comunes de inversión que, a su vez, depositan en bancos, son una porción enorme de los depósitos que duermen en los bancos en días en que el crédito no vuela.
Esos depósitos no se prestan a otros privados para que inviertan y consuman. Los bancos, al no encontrar destino para ellos, los colocan más que nada en deuda del Banco Central. Leliq y pases pasivos. La famosa “bola de nieve” que, gobierno tras gobierno, crece y preocupa. Más cuando con una tasa del 75% nominal anual y efectiva de más del 100% anual ese stock que ya supera los $10,2 billones debería en principio duplicarse en los próximos doce meses solo por el pago de intereses que son, al fin y al cabo, nueva emisión monetaria. Cabe recordar ese stock de Leliq y pases creció 111% en los últimos doce meses (aunque en este caso no fue por el pago de intereses).
El bono o los bonos de crédito fiscal en el que piensan en Economía deberían tentar a esas empresas que explican la enorme masa de depósitos y, con ellos, la enorme bola de Leliq y pases pasivos, a financiar al fisco en forma directa. Eso alargaría los plazos de la deuda en pesos y permitiría superar la montaña de vencimientos que se acumulan en el corto plazo.
En términos monetarios, en Economía aspiran a que estos papeles tengan un efecto neutro. La intención es que los que suscriban los bonos no reduzcan sus tendencias de otros bonos del Tesoro ya emitidos en el pasado. Y aunque admiten que sí puede dar paso a desarmes de posiciones en Leliq y pase pasivos –por lo que implicaría un crecimiento de la base monetaria–, ese no es el objetivo y que, rápidamente, cualquier liquidez extra terminaría siendo absorbida.
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