En noviembre, en línea con el consenso del mercado, la tasa de inflación se desaceleró de los picos de los meses previos. Sin embargo, no deja mucho para festejar cuando se repara en que un año antes la variación mensual fue menos de la mitad, la tasa anual apenas superaba 50%, y la actividad estaba en camino de salida de la depresión del 2020 derivada de las medidas de aislamiento preventivo de los agentes económicos, mientras que ahora entró en un sendero leve, pero sostenidamente contractivo.
Guido Lorenzo, economista de la UBA y Magíster en Finanzas Ucema, profesor en la carrera de Economía en la UBA, Ucema e invitado en Universidad de San Andrés; y director de la consultora LCG (Labour, Capital & Growth), destacó en diálogo con Infobae los desafíos que enfrentarán tanto el último año de gobierno de Alberto Fernández, como los primeros del próximo presidente de la Nación, para bajar la inflación de manera sustentable, y también para poder afrontar los mayores vencimientos de la deuda del sector público.
— El equipo económico parece no poder lograr que se encarrile la economía en un sendero de significativa y sostenida baja de la inflación, por el contrario, se acelera en términos anuales ¿A qué atribuye ese fenómeno?
— La Argentina entró en un régimen de alta inflación, niveles por encima del 5% mensual no sólo dan como resultado un guarismo alto anualizado, sino que lo más preocupante es que cambia el comportamiento. Según nuestros estudios, de la canasta de bienes que relevamos semanalmente, el año pasado el 10% de los productos tenía aumentos, ahora eso pasó a estar por encima del 25 por ciento.”
“De la canasta de bienes que relevamos semanalmente, el año pasado el 10% de los productos tenía aumentos, ahora eso pasó a estar por encima del 25 por ciento”
En otras palabras, una vez por mes todos los precios suben al menos una vez, el año pasado era cada tres meses. Eso es importante, porque le imprime un carácter inercial que transforma a la inflación en un proceso más difícil de revertir, hay una gimnasia ya incorporada en remarcar. Por otro lado, vuelve todas las transacciones más difíciles porque no se pueden fijar precios a plazo por encima de un mes. Todo deriva en mecanismos de indexación automáticos que tornan más difícil la desinflación: constantemente se retrotraen los aumentos pasados.
Es cierto que la invasión de Rusia en Ucrania generó un cambio de precios que los elevó a nivel internacional, algo que se conjugó con otros factores de oferta derivados de la pandemia y la pospandemia de Covid-19. Sin embargo, hace ya cinco meses que los alimentos bajan a nivel internacional según el índice de la FAO y en Argentina no se nota. Esa es la inercia, transformamos algo que era transitorio en un fenómeno permanente.
— El consenso de expectativas de mercado proyecta un rango casi estable de inflación en torno de 6% mensual para el primer semestre 2023 ¿Qué proyecta LCG?
— No vemos motivos para pensar que la inflación se desacelere en forma sostenida, y ahí ya está ese piso de 5% mensual. En el mediano/largo plazo, la inflación se relaciona con la emisión, pero en el corto hay factores que la aceleran. En Argentina hay que corregir precios relativos claves: tarifas, combustibles, tipo de cambio, entre otros. Todo eso elevará la inflación.
La otra alternativa es emprender un proceso de desinflación usando anclas, es decir, atrasando aún más el tipo de cambio, salarios, etc. En ese caso, se pueden mostrar efectos a corto plazo auspiciosos, pero es diferir inflación en el tiempo. En algún momento la corrección de esos precios tendrá que ser más grande e implicará mayor aceleración inflacionaria.
Por citar un caso, esta idea de reducir la inflación de un punto cada un par de meses. Si tiene éxito, insisto, en algún momento hay que actualizar las tarifas de los servicios público y el tipo de cambio oficial y con ello la inflación vuelve a saltar. Es algo que deberíamos tener incorporado, porque básicamente le pasó a la gestión del presidente Mauricio Macri.
“Hace ya cinco meses que los alimentos bajan a nivel internacional según el índice de la FAO y en Argentina no se nota”
— La aceleración de la inflación ha impedido recortar el atraso cambiario que afecta al comercio, con excepción del complejo sojero que recibe una paridad especial ¿Cómo ve el ritmo de devaluación y su efecto sobre los dólares financieros?
— Es una relación compleja, porque acelerar el ritmo de devaluación efectivamente hace subir algunos precios, así que no es sencillo. Hay que tener en cuenta que la inflación primero va a tener que subir para después bajar. En estos niveles de nominalidad que hablamos, me parece mejor idea hacer un salto discreto en el tipo de cambio y acomodarlo en algún lugar más cerca del “dólar soja” por decir algún valor. Sino siempre el dólar se va a quedar corriendo por detrás de los precios.
A diferencia del 2015, esta vez parece que hay mayor traspaso del dólar libre a precios, producto de la falta de referencia para los costos de reposición derivado de la escasez de reservas en el Banco Central que trae incertidumbre a la posibilidad de importar.
Con buen músculo desde la Secretaría de Comercio se podría hacer un trabajo para que el impacto en los precios de un salto en el tipo de cambio no desestabilice al sistema.
Mientras no ingresen divisas en términos netos, y eso no va a suceder hasta que se acomode el tipo de cambio, no hay chances de reducir el dólar libre. Simplemente refleja la relación entre pesos y dólares, es un problema de stocks más que de flujos. Pero habrá que ir revirtiendo la emisión y acumulando reservas, así se irá mejorando el balance del BCRA y cederá el dólar libre.
“Mientras no ingresen divisas en términos netos, y eso no va a suceder hasta que se acomode el tipo de cambio, no hay chances de reducir el dólar libre”
— ¿Cree que el equipo económico podrá continuar con la política de fomentar anticipo de exportaciones del complejo sojero y racionar la venta de divisas a los industriales para no afectar la debilitada posición de reservas del Banco Central?
— La clave ahí está en la pregunta, esta vez son anticipos de exportaciones. Cuando el dólar soja se estableció en septiembre había retención de granos. En esta oportunidad no se nota, simplemente tenés ventas que traés del futuro al presente. Así que es la sábana corta, dame dólares hoy, pero me van a faltar mañana.
El gabinete económico creo que continuará con esta política porque está en modo supervivencia. No se lo ve decidido a corregir el tipo de cambio, así que ajusta por cantidad (el racionamiento a importadores) y con precios diferenciales (dólar soja).
De todas formas, y a pesar de esos esfuerzos, el 2023 estará caracterizado por esa escasez constante de dólares. Es uno de los principales desafíos para este gobierno y para los siguientes, hay que recordar que el país aún no tiene acceso al mercado y en los años siguientes deberá empezar a pagar la deuda que reestructuró la presidencia actual, lo cual elevará las necesidades, y contará con unos USD 6.600 millones menos reservas en el BCRA para ese fin.
— ¿Le preocupa las dificultades que comienza a tener el Tesoro para renovar la totalidad de vencimientos de la deuda -excepto la última licitación con el salto de la tasa de interés a más de 117% anual? ¿Cómo repercute sobre el resto de la economía?
— Es lo que más nos preocupa, estas crisis del tipo inflacionaria no se caracterizan por tener un desenlace en el lado real, en la actividad, sino en los mercados financieros. Si uno lo mira desde el punto de vista macro, al final del día es necesario que el sector privado le preste su superávit al sector público. Ahí hay un problema reputacional importante. El país viene de defaultear (reperfilar) la deuda en pesos y la gestión actual no se caracteriza por intentar resolver problemas de fondo.
La solución debería ser sencilla. Una mesa con los principales bancos y fondos, el ministro de Economía saliente y el ministro entrante. Se ponen de acuerdo en qué necesita el mercado y qué puede pagar el próximo gobierno y se logra pasar vencimientos a la próxima gestión, que es lo que hoy no se está logrando. No obstante, para eso se necesita voluntad para resolver ese problema, tanto del oficialismo como de la oposición.
Creo que hace mucho daño desde la oposición tener un pensamiento “mientras peor terminen, mejor” y tampoco se lo ve al oficialismo llamando al diálogo para encarar este problema y, básicamente, es un elefante en una habitación, todos vemos el problema y el tiempo pasa. Insisto, a nivel macro no debería ser un problema de magnitud mientras haya convergencia fiscal, es un problema de confianza, reputación y voluntad política.
“Creo que hace mucho daño desde la oposición tener un pensamiento “mientras peor terminen, mejor” y tampoco se lo ve al oficialismo llamando al diálogo para encarar este problema”
— ¿Y el crecimiento de las Leliq y Pases del BCRA?
— Si la demanda de base monetaria, de circulante, se mantuviese con relación al PBI, la emisión por intereses es la suficiente para que acompañe a una demanda de pesos que crece producto de la inflación. El problema es que el público empieza a rechazar los pesos, por distintos factores: inflación, billetaje, avances tecnológicos que sustituyen al dinero como medio de pago, entre otros. Aún creo que la dinámica no es explosiva, pero de darse otro año donde se reduce la demanda de pesos a este ritmo y ya se ingresa en una dinámica inestable.
Evitar que siga cayendo entonces la demanda de pesos es clave y eso se logra con una política desinflacionaria. Esa política tendrá que tener mucha disciplina macro (fiscal y monetaria) y tiene que ser creíble, algo que cuesta para este gobierno. Sino en ese caso, la desinflación se logra a base de reducir la actividad fuertemente, y esa tasa de sacrificio puede ser muy grande.
Es necesario que la próxima gestión pueda generar rápidamente una reducción de la inflación en base a un programa que tenga elementos de ortodoxia y algo más heterodoxo para cortar la inercia. Así se podrá recomponer la demanda de circulante.
— ¿Por qué la mejora del resultado de las finanzas públicas desde agosto no se refleja en un cambio de expectativa de los inversores en deuda soberana?
— En parte porque no hay señales claras. Los datos fiscales fueron mejores de lo esperado, pero se conjugan con anuncios de aumento del gasto que confunden a los inversores. Por otro lado, no es sólo el pasado, sino la incertidumbre acerca de la capacidad y voluntad de honrar la deuda. En el caso de los pesos ya lo conversamos, hasta que no haya una solución de transición consensuada, será el BCRA el que sostenga los precios de los activos.
“Los datos fiscales fueron mejores de lo esperado, pero se conjugan con anuncios de aumento del gasto que confunden a los inversores”
Para el caso de la deuda en dólares es más difícil. El país no es líquido y no demuestra solvencia. La duda de los inversores estará presente por un tiempo prolongado hasta que no se muestren resultados. No es un tema de shock o gradualismo, es un tema de confianza en que los fundamentos se están resolviendo y no se va a desviar del objetivo de tener un sector público superavitario y acumulación de reservas por parte del BCRA. Ahora, en cambio, estamos siempre viendo qué se inventa para cumplir con la meta trimestral de un acuerdo con el FMI que se firmó hace nueve meses.
— Según las proyecciones de LCG ¿Cómo cierra 2022 en términos de actividad, inflación, tipo de cambio oficial y reservas líquidas propias del Banco Central?
— La actividad vemos que estará en torno al 5,8% producto del arrastre estadístico, la inflación algo por debajo del 100%, llegando al 100% de interanual a principios del año siguiente. El tipo de cambio estimamos que seguirá moviéndose al ritmo actual que arroja un valor de $178 y las reservas netas en torno a los USD 5.000 millones.
— ¿Qué espera para 2023?
— En un escenario de continuidad y voluntad política se podría pensar en una actividad estancada, pero sin inestabilidad con la inflación ya en el 100% interanual. Si hay poca voluntad política para resolver el problema de la deuda en pesos, entonces ahí sí uno tendría que analizar la posibilidad de sufrir algo de estrés, básicamente un dólar libre más alto y mayor inflación. Si eso además se conjuga con contagio al sistema bancario, puede resultar en una crisis profunda. No es el escenario más probable, pero para ello es necesario reducir la mezquindad política tanto por parte del oficialismo como de la oposición.
— ¿Una reflexión final?
— Es momento de cortar con el péndulo de estrategia de crecimiento, es necesario encontrar consensos básicos acerca de la prudencia en materia macroeconómica por parte de la política.
Es imposible pensar los problemas de fondo del país cuando la macro se desordena, y eso genera malos diagnósticos y no da tiempo a pensar en los temas más importantes.
“Es imposible pensar los problemas de fondo del país cuando la macro se desordena, y eso genera malos diagnósticos”
Los desórdenes cambiarios y monetarios tienen origen principalmente en el problema reputacional y la incertidumbre que genera el ciclo político. Eso con disciplina se corrige, pero hay que empezar.
Luego, el país no tiene un buen diagnóstico respecto a la pérdida de productividad sufrida a lo largo de estas últimas décadas. Eso tiene que ver con factores reales, tamaño del gasto público y su eficiencia, principalmente. Sin pensar en cómo construir un buen funcionamiento del Estado se seguirá en esta dinámica de una necesidad cada vez más alta de convivir con un tipo de cambio real más alto, lo cual hace retroceder al país en comparativa al resto del mundo.
Para el largo plazo tampoco hay que descuidar el capital humano, la acumulación de capital físico, la política de inserción internacional, entre muchas otras cosas. Pero es algo que es imposible pensar bajo el desorden actual. Por eso es tan urgente resolver los problemas macro.
Fotos: Adrián Escandar
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