Falta de respeto por la diversidad, violación de derechos humanos, centenares y hasta miles de muertes en la construcción de infraestructura, abuso de los inmigrantes, presupuesto exorbitante, falta de tradición futbolera, un megaevento comprado a fuerza de billetes y corrupción.
Tales algunas de las críticas a Qatar 2022, el Mundial de Fútbol que culminará este domingo, con el choque entre los seleccionados de la Argentina y Francia.
Los ítems y datos, sin embargo, están en disputa. Por caso, el costo de USD 220.000 millones que habría gastado Qatar entre 2010 (cuando fue elegida anfitriona, postergando a EEUU) incluye la construcción de 7 estadios totalmente nuevos (por entre USD 6.500 a 10.000 millones), la refacción de otro y una infraestructura de transporte, comunicaciones y hoteles que servirá para otros usos y trascenderá el evento, aunque excederá las necesidades de un país de solo 3 millones de habitantes.
De los 8 estadios, solo 3 se mantendrán. Los otros 5 serán desmantelados, reducidos y/o usado para otros propósitos
Por caso, de los 8 estadios, solo 3 se mantendrán. Los otros 5 serán desmantelados, reducidos y/o usado para otros propósitos; uno de ellos, el 974, hecho a partir del reciclaje de contenedores marítimos, será donado para ser rearmado y usado en eventos en diferentes lugares de África,
Los USD 220.000 millones de costo total (unas 15 veces el costo estimado del Mundial 2018, en Rusia) son la cifra más citada y corresponden a una estimación de Front Office Sports, una consultora en deportes. Hassan Al Thawadi, titular de la agencia a cargo de la organización, dijo que los costos de infraestructura, incluidos los estadios, fueron de unos USD 200.000 millones y en 2017 el ministro de finanzas qatarí había dicho que los gastos relativos al Mundial insumían USD 500 millones por semana.
Tan astronómicas cifras no incluyen los USD 440 millones que la FIFA pagará en premios a las asociaciones cuyos seleccionados participaron en el Mundial (incluidos USD 42 millones al campeón), ni los USD 209 millones pagados a clubes de todo el mundo por disponer de jugadores de sus planteles (a un costo cercano a los USD 10.000 por día y por jugador), el triple que en Brasil 2014.
La FIFA; sin dudas, será una gran ganadora: cubre unos USD 1.700 millones en costos, incluidas los premios y compensaciones mencionadas, pero sus ingresos por derechos de transmisión, marketing y venta de tickets, entre otros conceptos, se estiman en USD 4.700 millones, dejándole una ganancia neta de USD 3.000 millones.
Tracción a gas
El Mundial de Fútbol más caro de la historia estuvo marcado desde el principio por el escándalo. Bill Clinton, el expresidente de EEUU que había asistido a la reunión de la FIFA donde se hizo la votación y creía que su país tenía el Mundial 2022 atado volvió a Washington decidido a investigar lo que sucedió. Fue el principio del “Fifagate”. Todo se precipitó cuando, acorralado por el FBI y el IRS (la agencia fiscal de EEUU), Gordon Chuck Blazer, el norteamericano que presidía la Concacaf y participaba activamente de las prácticas corruptas, aceptó hacer de “Topo” y grabar conversaciones con colegas involucrados en la corrupción, lo que llevó a una serie de detenciones, arrepentimientos y cabezas cortadas en la FIFA y en varias asociaciones regionales y nacionales de fútbol.
El escándalo resuena hasta nuestros días, como evidenció hace una semana la detención de Eva Kaili, expresentadora de TV griega y vicepresidente del Parlamento Europeo, sorprendida con bolsos de 600.000 euros en su casa, acusada de corrupción y lavado de dinero en una trama vinculada a Qatar. Pasos posteriores llevaron al italiano Francesco Giorgi, pareja de Kaili, y al exeurodiputado socialdemócrata Pier Antonio Panzeri, que hizo de su ONG para “combatir la impunidad” -a la que dotó con un directorio de caras notables de la política y la burocracia comunitaria- una máquina de extraer dinero. En total, hasta ahora fueron incautados 1,5 millones de euros en efectivo en lo que se conoce como la deriva europea del Fifagate, ahora sí llamada Qatargate.
Que Qatar, cuya riqueza se basa en gran medida en los multimillonarios ingresos que le generan sus recursos gasíferos, estaba dispuesto a asumir el costo de organizar un Mundial a como dé lugar se evidenció también en el marketing del evento y de sí misma.
En 2011, por caso, pagó 170 millones de euros para que la Qatar Foundation, que maneja la familia real, apareciera durante 5 años en el pecho de la camiseta del Barcelona. Además, contrató como “embajadores” iniciales a Pep Guardiola, Gabriel Batistuta y Zinedine Zidane (Johan Cruyff, difunta gloria blaugrana, rechazó el convite), por cifras que se desconocen y durante 10 años mantuvo como una suerte de embajador plenipotenciario de Qatar 2022 a David Beckham, por lo que el exastro inglés habría embolsado unos USD 277 millones.
El mismo año en que la Qatar Foundation apareció en la camiseta del Barcelona, Qatar Sports Investments (QSI) compró el Paris Saint-Germain, al cabo de un almuerzo en el Palacio del Eliseo entre el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, Tamim bin Hamad al-Thani, el ahora jeque de Qatar, y el entonces presidente de la UEFA, la Federación más poderosa de la FIFA, el exastro del fútbol francés Michel Platini, cuyo hijo, Laurent, sería luego CEO de Burrda, la compañía de ropa deportiva de QSI. Además, a partir de 2012 la Qatar Tourism Authority pagó al PSG durante 4 años 200 millones de euros anuales en concepto de sponsoreo
La billetera qatarí le permitió entonces al PSG contratar futbolistas de la talla del sueco Zlatan Ibrahimovic y el uruguayo Edinson Cavani, y años después, comprar (y retener, pese a las tentaciones del Real Madrid) a Kylian Mbappé, y más tarde al brasileño Neymar y al argentino, Lionel Messi, su triple corona delantera.
La falta de tradición futbolera se evidenció en el desempeño del equipo qatarí, que perdió los 3 partidos que disputó y fue eliminado en primera fase. Pero incluso en ese frente Qatar hizo esfuerzos con la fundación de la “Aspire Football Dreams”, academia de reclutamiento de talento futbolístico, que en los últimos 10 años dice haber evaluado a unos 400.000 jóvenes aspirantes en varios países de África, amén de Tailandia y Vietnam, en Asia, y Paraguay, en América latina. Los mejores candidatos de cada país son luego entrenados en centros de Aspire en Senegal y en Doha, la capital qatarí, cuyas instalaciones suelen usar clubes del nivel del Manchester United, Bayern Munich, Liverpool y Everton. El primer director de la “Aspire Academy” fue Iván Bravo, exdirector de estrategia del Real Madrid.
La diplomacia futbolística y gasífera del emirato también llegó a la Argentina. En 2010 el Emir visitó el país, acompañado por su esposa, promocionada como una “Evita qatarí” al entonces ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, quien canalizó la visita real a la presidente Cristina Fernández de Kirchner. La pareja estaba en busca del voto de la AFA a favor de Qatar 2022.
En 2011 Cristina retribuyó con una visita a Doha, en donde se reunió 3 veces con la jequesa, Mozah bint Nasser al-Missned, presentó a su hija Florencia como cineasta, la contactó con el Museum of Islamic Art (MIA) para un eventual intercambio de producciones cinematográficas, y hasta canjeó cuitas de pobreza con el Emir. En un discurso, señaló: “Él me contaba que cuando era muy pequeño venía al colegio en su camello o en su caballo y venía descalzo y me miró a mí y me dijo: ‘Y usted, seguramente, cuando iba también al colegio en su país, no había democracia, había dictadura, y mire lo que hemos avanzado y lo que ha hecho cada uno de nuestros países”. Cabe acotar que la dinastía Al Thani rige Qatar desde 1868, durante 103 años bajo protectorado inglés y desde 1971 como “Estado independiente”. De Vido, en tanto, acordó con Qatar un preacuerdo para la compra de 100 millones de toneladas de gas natural licuado (GNL) a lo largo de 20 años, por unos USD 50.000 millones. Debía regir desde 2014, pero nunca se perfeccionó.
El gobierno de Mauricio Macri tampoco le hizo asco a los tratos con el dinero qatarí. En 2016 el extenista Gastón Gaudio medió en la visita de la entonces vicepresidente Gabriela Michetti a Doha, donde se entrevistó con el presidente de la Qatar Investments Authority (QIA). Allí se preacordó la creación de un fondo de inversión de USD 1.000 millones entre la QIA y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Anses, que tampoco se concretó. El propio Emir de Qatar se reunió 3 veces con Macri, en 2018 visitó la Argentina con una comitiva de 140 funcionarios y empresarios, compró 28.000 hectáreas de tierras en la Patagonia y selló acuerdos de publicidad con Boca Juniors, el club de los amores del expresidente y hoy titular de la “Fundación FIFA”. El dinero puede comprar amor.
Inmigrantes y muertes
Otro de los reproches a Qatar 2022 es la muerte de inmigrantes que trabajaron en la construcción de los estadios. Amnesty International acusó al gobierno de usar mano de obra forzada o esclava, bajo calor extremo, y en 2021 el diario inglés The Guardian llegó a hablar de 6.500 muertes por esa causa, de inmigrantes de lugares como la India, Nepal, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka.
El gobierno qatarí reconoce haber contratado unos 30.000 inmigrantes para la construcción de los estadios. Reportes iniciales del gobierno apuntaron a 37 muertes en esas faenas, pero ya durante el desarrollo del Mundial, el 29 de noviembre pasado, Hassan Al-Thawadi, el jefe de la agencia organizadora del evento, reconoció en una entrevista periodística “entre 400 y 500″.
Ese rango de muertes no fue atribuido a la construcción de estadios, sino a la de toda la infrastructura construida desde 2010, incluidos nuevos aeropuertos, caminos, infraestructura de transporte y un centenar de hoteles nuevos. Las causas de muerte van desde ataques cardíacos y golpes de calor, debido a las altas temperaturas, e incluirían también una cifra no precisada de suicidios.
Sepp Blatter, presidente de la FIFA durante la elección de Qatar y destituido a raíz de los escándalos sobrevinientes, dijo recientemente que la elección de sede fue “un error”, porque “un Mundial de Fútbol es un evento demasiado grande” para un estado tan pequeño, aunque millonario.
Andrew Zimbalist, profesor de Economía del Smith College de Massachusetts, EEUU, experto en grandes eventos deportivos y autor del libro “Circus Maximus”, sobre Mundiales y Olimpíadas, señala que a diferencia de Qatar 2022, todos los estadios del Mundial 2026, que se jugará en EEUU, Canadá y México, ya están construidos y que 95% de las competencias de las Olimpíadas de París 2024 se desarrolará en infrastructuras ya existentes o temporalmente adaptadas.
Un Mundial de Fútbol es el evento deportivo más mirado de la humanidad, pero su organización es menos compleja que los Juegos Olímpicos, dijo Zimbalist. En Qatar bastaron 8 estadios, mientras en una Olimpíada se requieren no menos de 40 lugares y estructuras diferentes donde desarrollar las más diversas competencias.
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