En el Gobierno circula con fuerza la idea de no utilizar en los próximos meses el tipo de cambio que administra el Banco Central como un ancla para el proceso de desaceleración inflacionaria que busca transitar en el comienzo de 2023 y buscarán sostener el ritmo de depreciación del peso para evitar un atraso cambiario que pueda afectar la competitividad del comercio exterior.
Así lo aseguró ante Infobae una alta fuente del equipo económico, en un contexto en el que el sendero de depreciación del tipo de cambio que maneja la autoridad monetaria marcó un avance en noviembre con un ritmo mayor a la inflación esperada, que se conocerá este jueves, y que en los despachos oficiales estiman, confiados, marcadamente por debajo del 6 por ciento.
En el Poder Ejecutivo admiten que en términos estadísticos hay algún margen de atraso cambiario, pero que el nivel de exportaciones les da a entender que la marcha del dólar de referencia para el comercio exterior no representa con los niveles actuales un obstáculo para la balanza comercial. “Las exportaciones de pymes y grandes empresas siguió en aumento, nadie vino a plantear que necesita un dólar más alto”, se defienden en el Gobierno.
En ese sentido, un funcionario que sigue de cerca las variables cambiarias manifestó que no ve margen para desacelerar el crawling peg, es decir, la velocidad a la que se deprecia el peso en relación al dólar. Uno de los argumentos que esgrimen en un sector del Poder Ejecutivo es que la inflación acumulada de los últimos meses dio “margen” nominal para sostener el ritmo de devaluación, incluso en el caso de que en los próximos meses el índice de precios desacelere.
Una idea que sobrevuela en algunos de los más altos funcionarios del equipo económico es que el riesgo de que mantener el crawling peg pueda actuar como “resistencia” a una caída en los índices de inflación es, en un contexto como el actual, menor. Lo sostienen con dos argumentos: que los márgenes de las empresas aumentaron de manera marcada en los últimos meses tras el fogonazo inflacionario desde julio -lo que les daría colchón para no tener que trasladar a precios la depreciación del peso- y que los niveles que tienen los cierres de paritarias de fin de año también podrían soportar la persistencia del ritmo de avance del dólar administrado.
Las empresas de consumo masivo podrían argumentar, de acuerdo a su lógica, que si el dólar mayorista continúa a un ritmo alto, sería más difícil para su estructura de costos cumplir los distintos acuerdos (Precios Justos, entre consumo masivo y combustibles, insumos industriales, calzado y demás). “Que cedan un poco de margen”, plantea por lo bajo un funcionario del equipo económico. Hace algunas semanas el viceministro de Economía Gabriel Rubinstein había asegurado que las ganancias de las empresas estaban en un 40% mientras un año antes era de 30 por ciento.
Un informe de la consultora LCG mostró que el tipo de cambio mayorista cerró a fines de noviembre a $167,69, lo que implicó un reajuste de 1,5% en la última semana del mes. “Con esto el BCRA convalidó un ritmo de depreciación del 118% (TEA), unos 2 puntos porcentuales por encima de la semana previa. Esto fue consistente con un tipo de cambio que se incrementó en un 6,2% promedio (6,6% punta a punta) durante noviembre”, manifestaron.
Por su parte, Analytica explicó cuál es el peso que tiene en un contexto como el actual un precio relativo clave como el tipo de cambio. En ese plano, consideraron que “dentro de los factores financieros que influyen sobre la inflación, el único favorable es la posición vendida de futuros del BCRA, que se redujo desde USD 3.131 millones hasta USD 1.339 millones entre septiembre y octubre, lo que sugiere menores expectativas de devaluación en el corto plazo”.
“Tanto los nuevos acuerdos salariales como la depreciación del tipo de cambio oficial operan contra una sensible disminución de la inflación, en un contexto donde los precios internacionales se moderan, las tarifas de servicios públicos como máximo acompañaran de cerca la inflación pasada y se observa un cierto acatamiento inicial al programa Precios Justos”, analizó la consultora.
En ese sentido, también midió que “la variación del tipo de cambio oficial resultó de 6,2% en noviembre, similar a octubre, y por encima de la inflación esperada”, expresaron. “La postura de la política cambiaria es mejorar en el margen el tipo de cambio real mientras el SIRA raciona las cantidades importadas. No hay dólares suficientes y tampoco espacio para apreciar el tipo de cambio; por lo tanto, este factor muy relevante en la formación de los precios fija también un piso del 6% mensual para los próximos meses”, anticiparon, en línea con la lectura que ofrecieron desde el equipo económico.
“En contraste, sólo los precios internacionales llevan cierta tranquilidad, con la tendencia decreciente de los últimos meses (cayeron 3% en octubre y 17% desde el pico de mayo). En tanto, hasta abril, se proyecta que el precio del petróleo, principal insumo de uso difundido, se mantenga en torno a USD 80 el barril”, concluyó Analytica.
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