La nueva edición del programa de liquidación anticipada de exportaciones, más conocido como “dólar soja”, servirá para que la economía recupere una pequeña fracción de los miles de millones de dólares que perdió por ventas externas en los últimos diez años, a medida que desalentó y frenó el desarrollo del complejo sojero con una altísima carga tributaria y normas que desincentivaron el desarrollo tecnológico del sector y direccionaron inversiones hacia los otros países del Mercosur.
La reapertura del programa, con un “dólar soja II” actualizado por inflación y un piso “garantizado” de liquidaciones por USD 3.000 millones de exportaciones sojeras desde el lunes próximo hasta el 31 de diciembre es una pitanza, comparada con los USD 43.500 millones que se perdieron de ingresar en el último decenio, dijo días atrás Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro Exportador de Cereales (Ciara-CEC), en una presentación que compartió con Luis Zubizarreta, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja) y también de la Cámara de Biocombustibles (Carbio).
Hace diez años, precisó Idígoras, la industria sojera argentina competía “palmo a palmo” con la de EEUU y Brasil, pero el país decidió “congelarla, estancarla, en producción, capacidad de procesamiento y exportaciones; hoy tendríamos que estar produciendo no menos de 70 millones de toneladas de soja y con la capacidad instalada de molienda que ya teníamos casi duplicando nuestra capacidad de exportación del grano, aceite, harinas y subproductos”.
Zubizarreta exhibió un gráfico que mostró cómo hasta 1990 el valor de las exportaciones agrícolas argentinas y brasileñas se movieron a la par, en la década siguiente la Argentina estiró su ventaja y hacia fines de la primera década del siglo XXI las políticas y los resultados se dieron vuelta, al punto que hoy las exportaciones agrícolas brasileñas más que duplican las argentinas.
Más que estancamiento
En cambio, se lamentó Idígoras, “mientras el resto del mundo siguió avanzando, nosotros no solo nos estancamos, sino que producimos menos”, en torno de 45 millones de toneladas, contra 60 millones que se llegaron a producir en el país. Mientras, Brasil aumentó su producción 72% y EEUU más del 38%; en ambos casos, además, la capacidad de molienda aumentó más de 33%, que en la Argentina se estancó y funciona hoy a media máquina, cuestión sobre la que Infobae ya había advertido el primer día de este año.
Idígoras citó un estudio de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires que tomó la curva de producción que tuvo hasta hace diez años la producción del complejo sojero argentino y calculó, en divisas, el costo de haber dejado de crecer. ¿El resultado? Una pérdida de USD 43.500 millones de exportación en diez años, “cifra muy parecida a la deuda con el FMI”, resaltó el dirigente de la agroindustria.
En 2007/2008 Argentina y Brasil tenían una participación similar, de cerca del 25%, en las exportaciones mundiales del complejo sojero. Desde entonces Brasil trepó al 40% y la Argentina descendió al 15% (Vasconcelos)
El país se situó así en un escenario de merma productiva, mayor capacidad ociosa y menor venta, realidad que -dijo Idígoras- “nos condiciona enormemente para el futuro”. Sucede, prosiguió, que la demanda mundial se diversificó promoviendo inversiones en biotecnología y edición génica que se dirigieron a Brasil, Uruguay y Paraguay porque en la Argentina “no están dadas las condiciones de base”.
Además, afirmó el presidente de Ciara-CEC, el sojero es el sector de actividad económica que sufre la más alta carga tributaria del país: al 33% de retenciones sobre las exportaciones se suman los demás impuestos.
Hay que tener en cuenta, explicó Idígoras, que las retenciones contribuyen a la altísima carga tributaria sobre el segmento industrial.
Deterioro previo a la sequía
La actual sequía agrava las cosas, pero no es la causa del problema. “De ningún modo puede atribuirse a La Niña (por el fenómeno climático detrás de la sequía) la responsabilidad de las tribulaciones del sector externo”, escribió en un reciente informe Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea. Y aporta datos al respecto: como que la proporción de la producción agrícola total argentina respecto de la brasileña cayó del 59% en 2018/19 al 42,5% que se proyecta para 2022/23.
“Es un fenómeno tendencial, no atribuible a la meteorología”, subrayó Vasconcelos. En 2007/2008 Argentina y Brasil pesaban parecido (cerca de 25% cada uno) en las exportaciones mundiales del complejo sojero, pero desde entonces Brasil trepó al 40% y la Argentina descendió al 15%. Sucesivos gobiernos justificaron medidas anti-exportación agroindustriales, como las retenciones, en nombre de metas de “industrialización”.
Pero he aquí -precisó Vasconcelos- que la participación de bienes “made in Argentina” en las importaciones de los países vecinos se redujo a menos de la mitad entre 1998 y 2021: de 13,9% a 4,8% en las de Brasil, de 11,1% a 5,3% en las de Chile y de 22% a 13,1% en las de Uruguay.
Para peor, China decidió comprar casi exclusivamente poroto de soja, para procesarla localmente, y cada vez menos aceite o harina. Así, por caso, precisó la Bolsa de Comercio de Rosario, mientas las ventas de poroto al gigante asiático crecieron de USD 1.313 millones en 2018 a USD 2.402 millones en los primeros 10 meses de este año, las de “aceite de soja en bruto, incluso desgomado” se estancaron, pasando de USD 114 millones en 2018 a 139 millones entre enero y octubre 2022.
Más que insistir en exportar “valor agregado”, el gobierno argentino prefirió en este caso ampliar un canje de monedas con el que enjugar el grueso déficit del comercio bilateral con el gigante asiático, que desde 2013 al mes pasado ya roza los USD 61.000 millones. Por cierto, el equipo económico advirtió el contrasentido de la gestión anterior, que aumentó de 31 a 33% la retención sobre las exportaciones de aceite y harina, que volvió a disminuir al 31 por ciento. De todos modos, sigue siendo un hecho que más de 7.500 posiciones arancelarias de productos agroindustriales y de las economías regionales tributan retenciones a la exportación, un desaliento a casi el 90% del potencial exportador de los sectores más competitivos de la economía.
No se olviden del biodiesel
Idígoras advirtió además sobre un peligroso olvido del gobierno, que en la reciente COP 27, la reunión sobre cambio climático que se hizó en Egipto, presentó un plan de adaptación y mitigación al cambio climático que ignoró por completo a los biocombustibles, otro subproducto de la soja. “Es un error grave y se pagará caro en el largo plazo”, subrayó Ciara-CEC en un hilo de Twitter.
EEUU y Brasil aprovecharon la transición energética e incrementaron su producción traccionada por la producción de biodiesel y ya están enfocados en la siguiente generación de biocombustibles. El gobierno argentino desatendió este escenario (Ciara-CEC)
Tanto Brasil como EEUU apoyaron su expansión sojera con una mayor producción de biodiesel y trabajan en una nueva generación de biocombustibles, mientras Argentina, a partir de una ley impulsada por el diputado Máximo Kirchner, recorre el camino inverso. EEUU impulsa los llamados HVOs (por Hydrotreated Vegetable Oils, conocidos aquí como “Aceites Vegetales Hidrogenados”) a los que la soja aporta el 25% de la materia prima, con lo que apalanca el aumento de la producción y de la capacidad de molienda.
Brasil actúa parecido: del actual corte de naftas con biodiesel del 10% pasará al 15% en 2023 y estima que para 2030 incorporará un 10% de HVOs. “EEUU y Brasil, aprovecharon la transición energética e incrementaron su producción, traccionada por la producción de biodiesel y ya están enfocados en la siguiente generación de biocombustibles. El gobierno argentino desatendió este escenario”, resumieron desde Ciara-CEC. Las políticas públicas brasileñas crearon un marco regulatorio que impulsó y valorizó la mayor producción de granos, lo contrario de lo que sucedió en la Argentina, dijo Idígoras.
La soja, claro está, no es el único ejemplo. Las restricciones a las exportaciones de trigo a partir de conceptos como “la mesa de los argentinos” y el “desacople” de precios locales e internacionales y regulaciones como los “volúmenes de equilibrio” y los “fondos de compensación” no solo no estabilizaron el precio del pan, sino que alentaron la producción de trigo en Brasil.
Para reducir su dependencia de los precios internacionales y de las veleidades de un proveedor como la Argentina, Brasil, pese a un clima no muy apto, produce cada vez más trigo.
Para reducir su dependencia de los precios internacionales y de las veleidades de un proveedor como la Argentina, Brasil, pese a un clima no muy apto, produce cada vez más trigo
En un reciente conversatorio organizado por Gustavo Grobocopatel, el más emblemático empresario agroindustrial de la Argentina, ahora radicado en Uruguay, Roberto Rodríguez, exministro de Agricultura brasileño (en los gobiernos de Lula da Silva) dijo que gracias a inversiones en tecnología en los últimos 3 años Brasil pasó de producir 5 a 9 millones de toneladas de trigo y proyecta llegar en 2030 a 20 millones, con lo que colmará su demanda interna y tendrá un excedente exportable de unas 5 millones de toneladas. ¿Será ese otro resultado de tanto pifiar en la defensa de “la mesa de los argentinos”?
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