El mercado cambiario volvió a encender alarmas a lo largo de noviembre. En lo que va del mes, el BCRA ya acumula un rojo de USD 920 millones, incluso con un agresivo freno a las importaciones a partir del nuevo sistema de aprobaciones que arrancó hace pocas semanas. Además, los dólares financieros se empezaron a mover, con subas cercanas a 25 pesos en apenas cinco días y por consiguiente aumentó la brecha cambiaria, que cerró nuevamente por encima del 85%.
Nada de esto era inesperado. Estaba claro que Sergio Massa había quemado varios cartuchos en septiembre con el dólar soja. Los USD 8.000 millones que ingresaron a 200 pesos por parte del complejo sojero son las divisas que faltan en esta última parte del año. Y aunque ahora hay presión de las cerealeras para implementar una segunda versión del “dólar soja” para acelerar la liquidación de divisas, la decisión del Gobierno sería no hacerlo. Al menos por ahora.
El estancamiento de la actividad y la elevada inflación resultan una combinación extremadamente difícil para que el kirchnerismo obtenga un buen resultado electoral el año próximo
El ministro de Economía pretende seguir avanzando a paso lento pero firme. Sabe que la situación sigue siendo de suma fragilidad, que se irá complicando a medida que avance el 2023. El año electoral pasará factura, sobre todo ante la necesidad del Gobierno de conseguir mejores resultados económicos.
El estancamiento de la actividad y la elevada inflación resultan una combinación extremadamente difícil para que el kirchnerismo obtenga un buen resultado electoral el año próximo. Cristina Kirchner lo tiene más que claro y por eso esperará hasta último momento para definir si es o no candidata presidencial para el 2023.
Apoyo condicionado
Massa tiene el apoyo de Cristina y el kirchnerismo duro, pero condicionado a seguir mostrando algunos resultados. Haber mantenido la estabilidad cambiaria en sus primeros cien días y evitar una espiral inflacionaria resultaron una buena carta de presentación en la primera etapa de la gestión. Pero para adelante tiene otros desafíos, tanto o más difíciles que los enfrentados hasta ahora.
En Economía se entusiasman con una mayor desaceleración de la inflación en los próximos meses. El índice de octubre arrojó dos datos relativamente positivos: la inflación “núcleo” fue de 5,5%, bastante menor que la general (6,3%). Y la mayorista fue de “solo” 4,8%, lo que significa menos presión de costos para las empresas.
“Las metas del 2022 ya están, ahora hay que concentrarse en el 2023″, dijo Kristalina Georgieva en la reunión que mantuvo con Fernández y Massa en Indonesia. Pero no se trata solo de palabras, sino además de divisas.
En noviembre algunos rubros estarían mostrando una importante desaceleración, aunque no será fácil que la inflación se ubique por debajo del 6%. Indumentaria, gastronomía y servicios lideran esa tendencia. “Queremos bajar un punto mensual la inflación cada 75 días”, le dijo Massa en el encuentro que mantuvo con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. Los economistas ven otro escenario y creen que como mínimo se repetirá el 100% de inflación en 2023.
Georgieva tuvo “buena vibra” en el encuentro con el Presidente, Alberto Fernández, y Massa. “Las metas del 2022 ya están, ahora hay que concentrarse en el 2023″, les dijo la directora gerente del FMI. Pero no se trata solo de palabras, sino además de divisas.
El compromiso es que el directorio del FMI apruebe las metas del tercer trimestre antes de las fiestas de fin de año. Esto gatillaría el mayor desembolso previsto por el nuevo acuerdo, que alcanzaría el equivalente a USD 6.250 millones a través de Derechos Especiales de Giro (DEG). Esto permitiría encarar con un poco más de tranquilidad el arranque de 2023.
El frente cambiario, aún con cierto “stress”, parece relativamente bajo control. El economista Fernando Marull planteó en su último informe a clientes tres escenarios posibles. “Si logra controlar la deuda en pesos, sería lógico pensar que el dólar financiero vaya a $360″ hacia fin de año, aseguró. “Creemos que aún tiene herramientas para traer calma al mercado”, sentenció.
Luego aparecen dos opciones más disruptivas. En el primer caso, si no logra estabilizar la deuda en pesos y sigue con la fuerte pérdida de reservas, el tipo de cambio podría dispararse a $ 430. Y si las cosas se complican más y decantan en una renuncia del ministro de Economía podría trepar arriba de los $ 500.
Pesos pesados
El desafío de mayor complejidad que debe enfrentar Massa es el de la deuda en pesos y la millonaria acumulación de vencimientos. Pero entre los últimos canjes, licitaciones y colocación de un título al 2027 que los bancos pueden contabilizar como encaje prácticamente ya está cerrado el año, sin grandes esfuerzos.
La bola de nieve de la deuda en pesos podría crecer todavía más en los próximos meses, porque los inversores se resisten a financiar deuda que venza luego de las elecciones primarias.
Quantum Finanzas, la consultora de Daniel Marx, lo puso en blanco sobre negro. “El canje de la semana pasada redujo los vencimientos del último bimestre, en los primeros cuatro meses de 2023 vencen entre $ 800.000 y 1.7 billones por mes”. Sin embargo, todo se pone más pesado entre junio y septiembre. El pico es en julio, un mes antes de las PASO, con amortización de títulos en pesos por $ 2,55 billones.
La bola de nieve podría crecer todavía más en los próximos meses, porque los inversores se resisten a financiar deuda que venza luego de las elecciones primarias. El recuerdo del “reperfilamiento” que llevó adelante el gobierno de Mauricio Macri tras el aplastante triunfo kirchnerista en las PASO de agosto de 2019 es un recuerdo todavía fresco.
Massa viene llevando adelante una tarea silenciosa para que la deuda en pesos no se vuelva explosiva. Según cálculos del Ieral de la Fundación Mediterránea, el Banco Central está recomprando bonos en moneda local en el mercado secundario, a razón de $ 240.000 millones mensuales. La cifra podría incluso crecer en los próximos meses. Esa expansión monetaria luego es absorbida, generando un fuerte aumento de los pasivos del BCRA en forma de Leliq.
De esta forma, sostiene las cotizaciones de los bonos en pesos, evitando la “Puerta 12″ que se produjo en junio y que terminó con la salida de Martín Guzmán del ministerio de Economía. Pero además lleva adelante una sigilosa “estatización” de la deuda que se encuentra en manos privadas. También los bancos son “víctimas”: el financiamiento al sector privado se desploma, mientras crece la colocación de depósitos del público y de las empresas en deuda del Central
Hoy se estima que de la totalidad de bonos que vencen hasta las elecciones, cerca de un 60% ya está en manos del sector público. Y la cifra seguirá creciendo peligrosamente en los próximos meses.
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