En las últimas semanas se aceleraron las visitas de los responsables de administrar grandes fondos de inversión internacionales, la mayoría con fuertes tenencias de activos argentinos, particularmente bonos. En las reuniones mantenidas con hombres de negocios locales pero también con políticos, el mensaje fue unánime: no cuenten con ellos para apoyar una nueva reestructuración de la deuda.
La noticia sobre la capitulación de Templeton, que perdió casi toda su inversión en la Argentina al comprar bonos en pesos a tasa fija en 2016, es todo un símbolo. Se trata de un gran fondo internacional que quedó fuertemente herido por los desmanejos de la política económica del país. Pero no es el único. En la lista no falta casi ninguno de los grandes del mundo, que siguen perdiendo fortunas por sus apuestas en activos argentinos hasta el día de hoy.
La mayoría apostó por la recuperación cuando Mauricio Macri ganó las elecciones a fines de 2015. Pero se equivocaron por partida doble. Primero comprando deuda a precios muy altos y bajas tasas de interés, incluso inferior al 8% anual en dólares.
Luego, con los bonos ya muy deprimidos tras la victoria de Alberto Fernández, entraron en el canje que propuso Martín Guzmán en medio de la pandemia. Pero volvieron a perder porque las cotizaciones de los títulos en dólares cayeron a menos de la mitad respecto al valor de salida: de USD 50 pasaron a valer cerca de USD 23, reflejando la desconfianza extrema en la economía argentina, pero también en la política.
Los bonos reaccionaron a partir de las buenas noticias de inflación en Estados Unidos, pero siguen cotizando a valores de default. A pesar de las bajas cotizaciones siguen sin aparecer grandes inversores, mucho de los cuales apoyaron la renegociación de deuda de Guzmán, pero se volvieron a quemar con Argentina
Las medidas anunciadas por Sergio Massa, que consiguieron estabilizar los dólares financieros y achicar levemente la brecha cambiaria tuvieron un impacto inicial positivo sobre los bonos. Ayer fue otra jornada muy favorable, con subas promedio de 3,5%, mientras que el riesgo país disminuyó hasta 2.427 puntos básicos.
Este rebote refleja varias situaciones. Por un lado, una mejora del contexto externo a partir de un dato de inflación menor al esperado. Esto gatilló una mayor demanda de activos financieros a nivel global, que también llegó a mercados emergentes. Otra razón es que las cotizaciones de los bonos siguen por el piso, a niveles de default.
Los inversores descuentan un escenario de reestructuración agresivo, con importantes quitas de capital. Aún si se diera esta situación, la lectura es que las cotización de la deuda argentina es exageradamente baja, por lo que tiene un importante recorrido al alza por delante.
Pero en los mercados nadie muestra demasiado entusiasmo. Hay razones “técnicas” que juegan en contra. Concretamente, los grandes fondos internacionales que entraron en el canje que realizó Guzmán en 2020 están en su gran mayoría más interesados en sacarlos de encima que en incorporar más deuda argentina. Por lo tanto, aun cuando puede haber una interesante oportunidad de compra cuesta que aparezcan compradores fuertes.
Por otra parte, subsisten demasiadas incógnitas por delante. No está claro cómo se desarrollará el proceso electoral y mucho menos quiénes serán los candidatos, tanto del Gobierno como de la oposición. Y nadie revela cuales son los futuros planes para la deuda en dólares. Un nuevo default sería catastrófico para quien asuma el 10 de diciembre de 2023, pero una reestructuración debería ser demasiado “amigable” para lograr reunir las mayorías necesarias para avanzar con el proceso.
Seguir leyendo: