En el contexto de escasez de dólares, desde hace meses que el Banco Central viene incrementando el ritmo de devaluación, que en octubre incluso superó por décimas el índice de inflación. Pero, tal vez ante la expectativa de un registro más alto que el mes anterior tal como indican las proyecciones privadas para el IPC, ese movimiento se aceleró aún más durante las últimas dos semanas, cuando el ritmo anualizado su ubicó cómodo por encima de 100% y, al menos en cuatro de las últimas jornadas a tasa efectiva de devaluación se ubicó en torno a 120 por ciento.
El dato incluye el arranque de noviembre con una cotización del dólar mayorista por encima de los 157 pesos.
En rigor, los analistas advierten que prácticamente al mismo tiempo que se implementó el “dólar soja”, medida transitoria que permitió alguna recomposición de reservas, el Banco Central “soltó” aún más el precio del dólar como mecanismo para lidiar con un atraso cambiario que ya acumula más de 15% en lo que va del año. Pero la carrera entre dólar e inflación no da tregua y la corrección no llega a producirse. Sí, al menos, se evitó la profundización de ese retraso, en alguna medida también gracias a la colaboración fortuita de factores externos, como la apreciación del real.
“Los niveles a los que opera el dólar oficial, medido por el tipo de cambio real, reflejan valores que ya están bastante en línea con lo que sucedía en la segunda mitad de los ´90″, afirmó Pablo Repetto, el jefe de Research de Aurum Valores, en el último informe a sus clientes.
El economista consideró que la magnitud de esa apreciación real no provocó un episodio crítico porque los términos de intercambio son mejores que en ese momento. En términos más sencillos, el mayor ritmo de devaluación que imprimió en las últimas semanas el Banco Central no logra corregir el atraso cambiario pero con la ayuda de la apreciación del real brasileño –moneda de uno de los grandes socios comerciales de la Argentina–, al menos se evitó que ese desfasaje se convierta en un problema de mayores proporciones.
En cualquier caso, la dinámica que ahora se impone en el mercado cambiario se convierte en un obstáculo para uno de los principales desafíos que tiene por delante la gestión económica: bajar la inflación. Lejos de eso, es un factor que la retroalimenta.
Sin ir más lejos, la petrolera estatal YPF acaba de aumentar 6% el valor de la nafta “en función de la evolución de las variables que inciden en la formación de los precios de los combustibles”, según adujo la propia compañía. Esas variables, se sabe, son el precio del barril de petróleo y el valor del dólar oficial, amén del componente impositivo. También es sabido, un incremento en el precio de los combustibles implica, casi literalmente, echar nafta al fuego de la inflación.
Al mismo tiempo, el paso más veloz a la hora de ajustar el tipo de cambio no genera ningún impacto en el mercado cambiario, con un saldo negativo que se repitió en la jornada de ayer cuando el BCRA anotó una venta neta de USD 83 millones. Esto a pesar de que, desde que se impuso el nuevo sistema de control de importaciones, la demanda quedó aún más acotada, a riesgo de serias complicaciones en distintos sectores productivos en los que ya se analizan planes de contingencia para el verano.
En este sentido, la queja de muchas compañías que dependen de insumos del exterior para mantener operativas sus plantas es que las aprobaciones de importación llegan en cuentagotas, lo que dificulta planificar la producción y, en algunos casos, ocasiona pérdidas de volumen.
“A veces sólo liberan cuando llegamos al punto de hacer un llamado de emergencia para advertirles que estamos al borde de la paralización”, explicaron en una compañía del sector automotriz. A tal punto que, tal como informó ayer Infobae y aunque desde la Secretaría de Comercio minimizan los reclamos, algunos importadores volvieron a interponer amparos en la Justicia.
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