El modelo híbrido se instaló entre nosotros. La pandemia produjo cambios profundos en el mundo del trabajo, en la relación de las personas con su tiempo y abrió la pregunta del sentido de para qué hacemos lo que hacemos.
Una de las puestos más impactados por este escenario fue el de líder, quien tuvo que comenzar a tomar decisiones en un modelo “híbrido” que le vino impuesto y que se instaló en tiempo récord. La pregunta es ¿debo adaptarme rápidamente a este nuevo mundo? El modelo digital abre las puertas de lo sincrónico y lo anacrónico en el mundo del trabajo, es muy importante poder frenar ante este nuevo paradigma y reflexionar acerca de qué debemos llevar a lo virtual y que debe darse en el marco de lo presencial. Es fundamental tomar conciencia del presente y aminorar la marcha, aunque nos enfrentemos a un contexto de cambio constante y muy vertiginoso.
El cambio de escenario es tan drástico y profundo que precisa de una nueva forma de hacer y entender las cosas. Una verdadera revolución en nuestro ego y un “descentramiento” total de nuestro yo para abrirnos a un entorno colaborativo con reglas muy diferentes. Y es allí donde entra a jugar el “modo beta”, que implica conectarse con lo nuevo y desconectar, a la vez, hábitos y pensamientos obsoletos.
El entendimiento del aprendizaje continuo, con la revisión permanente de nuestro hacer y la apertura y flexibilidad, son claves para surfear las olas de cambios que se presentan a diario. Debemos aceptar y abrirnos a la diversidad y la colaboración trabajando cada vez más en un formato horizontal. Comprender que el formato híbrido llegó para quedarse y con eso la transformación de nuestra forma de comunicarnos, trabajar y vivir. Con sus luces y sombras, de las que no podemos escapar ni permanecer indiferentes.
Ante este nuevo paradigma y reflexionar acerca de qué debemos llevar a lo virtual y que debe darse en el marco de lo presencial
Este nuevo contexto nos enfrenta al problema del tiempo y las velocidades, ya que el tiempo de la tecnología no es el mismo en el que nosotros podemos aprenderla, o el tiempo que nos puede llevar transformar una emoción o mismo el tiempo de los cambios en los sistemas legales que requieren los nuevos escenarios que nos trae la tecnología.
El liderazgo en clave digital parece responder a esa búsqueda; a la búsqueda del ritmo que funcione en la melodía y la armonía, que en música significa “saber combinar los sonidos y el tiempo”. El tempo es el ritmo, el nombre musical del tiempo. Produce el sentido, la dirección, la extensión y la duración de la música. Es un organizador que nos permite distinguir un orden de sucesión, sincronización, de una manera que convierte a una organización en una forma de tiempo expresada en forma de existencia: pasa, comienza, se proyecta, se expande, triunfa, termina, comienza nuevamente.
El tempo es el que organiza el espacio y lo podemos asimilar al propósito en las organizaciones. Aquel que hace que un equipo diverso se mueva en la misma dirección. El ritmo y no las métricas crean el patrón de relacionamiento de diferentes personas para celebrar su trabajo conjunto en una relación de confianza y entendimiento mutuo. Capacidad de vivir, trabajar, soñar y producir de acuerdo con diferentes tiempos. Las cualidades musicales nos permiten interpretar argumentos que son melódicos al expresar sus contenidos emocionales e intencionales en una narrativa que facilita nuestra propia experiencia creativa. Significado, sentido, valor. Lo que subyace, las creencias, las percepciones de la realidad. Es lo que unifica y genera significado en toda la construcción, incluye la unidad y la diversidad, la autonomía y la dependencia, la individualidad y la colaboración, uno mismo y los otros, estabilidad y cambio, orden y caos, cálculo y confianza, razón y fe. Equilibrio inestable, tensión, contradicción y paradoja.
El liderazgo en clave digital parece responder a esa búsqueda; a la búsqueda del ritmo que funcione en la melodía y la armonía, que en música significa “saber combinar los sonidos y el tiempo”
En cualquier caso, significa múltiples voces, múltiples perspectivas, múltiples trabajos realizados en conjunto, niveles superiores de sentido. La armonía nunca resulta solo de esfuerzos intelectuales. Requiere, más bien, de deseo y todo criterio que define no la exclusión racional, sino la inclusión personal. Los tonos se transforman en música solo por la manera en que son organizados, y esa organización supone un acto humano consciente.
Para liderar en este escenario híbrido, será importante redefinir el propósito que nos mueve y nos marca el tempo, ya que solo desde la inspiración y la apelación a las emociones podremos movilizar los equipos, en el marco del denominado trabajo por confianza.
Movimiento que exige un esfuerzo muy grande sobre todo de aquellos líderes acostumbrados al trabajo por control, esfuerzo que marca una oportunidad muy grande para las áreas de talento de las compañías, que necesariamente deben convertirse en los guías de esta transición, acompañando a los líderes en su transformación con mucha compasión pero con la firmeza necesaria que requiere transitar un camino que será inevitable para las organizaciones si desean mantenerse activas en el juego.
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