La sequía es una maldición que en la Argentina castigó a los dos últimos gobiernos. A Mauricio Macri le llegó en 2018. A partir de diciembre de 2017, ante la confirmación de que se perderían USD 8.000 de la cosecha, el dólar que estaba en equilibrio, empezó una escalada que muchos pensaron sería transitoria y se transformó en un castigo de toda su gestión, porque como un efecto dominó afectó a los bonos de la deuda y obligó a acudir al FMI.
Sergio Massa está viviendo la misma tragedia. Los ingresos de trigo mermarán en los cálculos actualizados en USD 3.500 millones provocando además un enorme problema al abastecimiento interno, porque las anotaciones de exportaciones, que ya pagaron todos los impuestos y retenciones por adelantado, suman las dos terceras partes de la menguada cosecha. La bolsa de Cereales dijo que 52% del trigo sembrado está en condiciones malas y regulares y el 56% padece la sequía.
La bolsa de Cereales redujo en 200 mil hectáreas la superficie a sembrar de maíz y serán 400 mil hectáreas menos que el año pasado
Pero ahora apareció el maíz donde la siembra según el analista y experto en agronegocios Salvador Vitelli es la más atrasada de los últimos 25 años. Ante la falta de lluvias, la bolsa de Cereales redujo en 200 mil hectáreas la superficie a sembrar de maíz y serán 400 mil hectáreas menos que el año pasado. “Por falta de humedad, hay maíz temprano pasando a tardío o bien productores cambiándose a soja”, agregó Vitelli.
Pero a los dólares que no entrarán por la sequía, debe sumarles los que tiene en sus reservas y que le fueron adelantados por la exportación en setiembre cuando impuso La falta de dólares a partir de diciembre le agregó un problema inesperado a Sergio Massa y su estrategia de ganar tiempo. Está enfrentando un problema para el que necesita el apoyo de todo el Gobierno y por ahora ha acudido como único mecanismo a restringir las importaciones. Construyó un verdadero cepo para las compras al exterior.
Del éxito del “dólar soja” a las ventas del Banco Central
Pero a los dólares que no entrarán por la sequía, debe sumarles los que tiene en sus reservas y que le fueron adelantados por la exportación en setiembre cuando impuso el dólar soja que le significó el ingreso de USD 7.665 millones en un mes, 50% más de lo que estimaba. El viernes el Banco Central tuvo que vender USD 35 millones. No podía dejar desabastecidos a los importadores. A su favor jugó la estabilidad del yen una moneda que está débil porque continúa el COVID en China y se redujo la actividad económica y representa 48% de las reservas argentinas.
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A pesar de estos factores, las reservas bajaron USD 58 millones a 39.730 millones. A este ritmo, las reservas de libre disponibilidad soportan hasta fin de año. Pero a pesar de estas adversidades, el viernes los dólares financieros operaron con tranquilidad y tuvieron bajas imperceptibles. El “blue” se mantuvo en $291 y el dólar turista sigue siendo el más caro del sistema con $320,60.
El ritmo de devaluación -el dólar mayorista subió 30 centavos a $153,82- se mantuvo sin cambios en 6,3% mensual, pero los inversores tienen una opinión distinta pensando en la situación del Macri en diciembre de 2017. El dólar a fin de año en el mercado de futuros cotiza 9,3% por encima de noviembre a $185,85.
Los bonos argentinos que están en paridades de default, se beneficiaron con el mejor clima de las Bolsas de Nueva York y hubo fondos que asumieron riesgos e hicieron subir bonos de la deuda como el Global 2035 y 2.038 por encima de 4%. El alza incidió en el riesgo país que se derrumbó 112 unidades (-4,1%) a 2.682 puntos básicos.
Esta semana será clave para el dólar porque hay inversores tomando posiciones en divisas en los fondos comunes de inversión y se espera que pronto se trasladen al mercado alternativo. “El dólar turista pronto dejará de ser un techo”, auguró un operador.
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