
“Cash is trash”, traducible como “El efectivo es basura”. Así resumió su experiencia en Buenos Aires el financista de origen peruano Oscar Salem, que fotografío y posteó por Twitter la pila de billetes de $ 1.000 y de $ 500 que tuvo que poner sobre la mesa para pagar la cuenta en pesos en un restaurante de Buenos Aires en el que consumió, seguramente con más de un contertulio, al menos cuatro botellas de vino, según los corchos que se puede ver sobre la mesa.
Salem no es un personaje de alto perfil como Eduardo Bolsonaro, el diputado brasileño e hijo del presidente de ese país, Jair Bolsonaro, que recientemente se filmó en una situación similar, apilando billetes de $ 1.000 para pagar después de comer.
No vale nada
Sin ser famoso, Salem se permitió darle consejos a sus seguidores en la red social Twitter. Además de mostrarles la tira de la cuenta y los ramilletes de billetes de mil y de quinientos pesos, recordó que en la Argentina “el dinero no vale nada”. De hecho, escribió, en el restaurante ni siquiera contaron los billetes. “Si vienen; traigan dólares, cash”, enfatizó, amén de aconsejar “No usen tarjeta de crédito”
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En un segundo posteo, Salem señaló que una visita a la Argentina “es verdaderamente una experiencia”. Y concluyó: “Cash is trash”.
Salem es un tipo que sabe de dinero, o al menos de eso vive. Es el CEO de Biscuit Capital, una consultora de Mercados de Cambio y Macro Global que ofrece a sus clientes “sistematizar su manejo del riesgo, de modo de saber exactamente cuánto capital tienen en riesgo en cada momento”

La bio de Salem, que tuitea duro y parejo sobre finanzas y trasunta un marcado escepticismo sobre la capacidad de la Reserva Federal para controlar la inflación en EEUU, precisa que tiene más de 25 años de experiencia en mercados de capital, habiendo empezado en 1995 como trader de divisas en el área de mercados emergentes de Banamex (Banco Nacional de México), tras lo cual trabajó en HSBC, Wells Fargo y Citibank, siempre en el área de divisas y tipos de cambio. Nacido en Perú, estudio en la universidad de Houston, Texas, capital petrolera de los EEUU.
En campaña
El fin de semana pasado, de visita en Buenos Aires, Eduardo Bolsonaro compartió un video por Instagram, que acompañó con el texto: “Pagando el almuerzo en la Argentina. Si no querés eso para Brasil, vote Bolsonaro 22 (el número de la lista de su padre, Jair Bolsonaro) y pida más votos”.
Las últimas encuestas en Brasil siguen dando a Lula da Silva al frente en las encuestas para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que tendrán lugar el domingo 30 de octubre. En los últimos días, sin embargo, se notó un repunte de Bolsonaro. Ese habría sido el disparador para que Lula corteje a los votantes evangelistas, un bloque de macizo apoyo al actual presidente, pronunciándose contra el aborto (no hay ley del aborto en Brasil) y enfatizando a sus partidarios que no se confíen en la victoria y concurran a votar, para evitar una sorpresa.

Uno de los activos electorales de Bolsonaro en los últimos meses es su éxito en el frente inflacionario, con incluso bajas del nivel de precios (esto es, inflación negativa).
La Argentina marcha en sentido contrario. Si bien en los últimos dos meses la tasa mensual retrocedió de 7,4% en julio a 7% en agosto y a 6,2% en septiembre, ya acumula 66,1% en lo que va del año, 83% en los últimos 12 meses, el relevamiento de expectativas del BCRA la proyecta en más del 100% a fin de año y el último dato (el 6,2% de septiembre) equivale al 106% anual.
Inflación Fernández
Más aún: la tasa de inflación acumulada en los primeros 34 meses de presidencia de Alberto Fernández ya superó el 255% y es probable que supere antes de fin de año la que el gobierno anterior acumuló en 4 años sacándole, por así decir, una vuelta a Mauricio Macri.
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Además, el gobierno se ha rehusado a emitir billetes de mayor denominación, decisión que se atribuye a la oposición de la vicepresidente Cristina Kirchner, para no convalidar o exacerbar expectativas de inflación.
Por esa razón, habrá más y nuevos visitantes que se asombren de las pilas de billetes que deberán poner sobre la mesa para pagar cuentas en pesos en restaurantes u otros comercios de la Argentina. Porque, como resumió Salem, “Cash is trash”.
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