Hace exactamente 47 años el diario El Heraldo de la ciudad entrerriana de Concordia titulaba “Todos con vida”. Se refería al milagroso hecho que tuvo lugar el 15 de noviembre de 1975, cuando 60 personas sobrevivieron a un accidente aéreo gracias a un bosque.
Aquel día, un avión modelo Fokker F-28 Fellowship 1000 de Aerolíneas Argentinas, despegó desde el Aeroparque de Buenos Aires con dirección a Concordia. Cuando el aparato ya estaba aproximándose al aeropuerto el piloto confundió las luces de la pista con las luminarias de la represa Salto Grande -que aún se encontraba en construcción- y en vez de aterrizar en la terminal cayó sobre un bosque de eucaliptos que le sirvieron de amortiguación.
No hubo ningún fallecido. En el avión viajaban 4 tripulantes de Aerolíneas Argentinas y 56 pasajeros. Todos se salvaron.
La historia fue reflotada por Ileana Schinder, una arquitecta argentina radicada en Washington, que publicó en su cuenta de Twitter una serie de posteos en los cuales contó la experiencia de su familia: en el avión accidentado viajaban su mamá, embarazada de ella, y su hermana. El hecho, poco conocido en general, forma desde hace 47 años parte del anecdotario familiar.
Schinder revivió la historia en el marco del 50 aniversario de “La Tragedia de los Andes”, justamente por la cercanía en las fechas -el accidente de los rugbiers uruguayos ocurrió un 13 de octubre- y porque a diferencia de la heroica historia de superveniencia en la cadena montañosa, el milagro de Concordia es poco conocido y todavía menos recordado.
“Voy a contarles otro milagro... y milagro en serio. Se cumplen 50 años de la tragedia de los Andes, pero hace 47 años en Concordia se cayó otro avión y no murió nadie”, comenzó Schinder en Twitter.
“El avión era un Fokker F-28 y viajaba de Buenos Aires a Concordia. Pero nunca llegó al aeropuerto Pierrestegui... ¿Cómo que no llegó? No, el avión se pasó y se estrelló en un campo de eucaliptus en el medio de la nada”, añadió la arquitecta.
“Mi mamá no tenía mucha experiencia en vuelos, así que nunca se dio cuenta que el avión se había estrellado, a pesar del impacto”, contó Schinder y agregó: “La nave cayó ‘de panza’ en la noche, y se partió de tal manera que mucha gente salió por ahí, muchos de los pasajeros no se acordaban ni por donde salieron”.
Entre los recuerdos que su familia nunca dejó de repetir, rememoró algunas voces. Por un lado la del controlador del aeropuerto local que le dijo a Raúl, padre de Ileana, que las esperaba en Concordia: “No sé Raúl, pasó el avión y cayó allá”.
Luego, en medio de la caravana de autos y ambulancias que salieron en medio de la noche, alguien le dijo “Raúl, ahí la vi a tu señora que viene más atrás, con la nena. Están bien”. Esas palabras le devolvieron el aliento al hombre, que hasta el momento sólo sabía que se había estrellado el avión en el que viajaba su esposa embarazada y su hija.
Otro de los recuerdos es el de una azafata que, una vez que el avión ya estaba destrozado en tierra, le dijo a la madre de Ileana: “Tome señora, para la nena”. Le alcanzó una frazada con tramado escocés en la cual fue envuelta la hermana de Ileana.
“Mi mamá se acuerda del olor a nafta. Mi papá se acuerda de cruzar y preguntar donde había caído, de la cara pálida de mi abuela. Del auto en el que fueron (¿era un Taunus?). Yo solo tengo la memoria del cuento de dónde vino la frazadita”, dijo Schinder en el hilo de tuits, en los cuales compartió una foto de la frazada con el logo de Aerolíneas Argentinas, reliquia que todavía conserva su familia.
Por último, Schinder contó que el hecho nunca fue esclarecido del todo. La única explicación fue la que se mencionó antes: todo habría sucedido por un error del piloto. “Todo lo técnico nunca se supo, pero cada detalle comprueba que fue una serie de eventos afortunados”, concluyó.
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