Mantener una suba del dólar a un ritmo inferior al de la inflación parece ser una estrategia que el Gobierno defenderá por lo que resta del mandato. Si se tiene en cuenta la inflación acumulada desde enero de 2020 a septiembre de 2022, ésta alcanzó el 244% en 33 meses, mientras que en el mismo lapso el dólar mayorista subió casi 100 puntos porcentuales menos, un 146%, desde los $59,89 del 30 de diciembre de 2019 a los $147,32 al cierre de septiembre.
Este atraso evidente de la devaluación respecto de la inflación, solo posible en un esquema de control de capitales, queda registrado en las propias estadísticas del Banco Central, que a través de su Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) detectó una caída de 35 puntos en la competitividad cambiaria desde que asumió Alberto Fernández, ahora en su nivel más bajo en más de cinco años.
Con tipos de cambio sectoriales, el Gobierno busca habilitar una suba del dólar más amplia y acorde con el desarrollo de la inflación, sin avalar una gran devaluación que agrave la espiralización de los precios, la pobreza y el deterioro de los salarios.
Un dólar “Coldplay” para pagar los costos de espectáculos internacionales, en línea con un dólar minorista de $158 más el 30% del Impuesto Para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS), alcanza los 205 pesos, un precio comparable al del “dólar soja” para incentivar las ventas del agro. De hecho, si el dólar oficial, a $60 al asumir Alberto Fernández, se hubiera acopladla la inflación, hoy costaría unos 206 pesos.
Por otra parte, el BCRA compró unos USD 8.000 millones con el tipo de cambio especial de $200 del “dólar soja”, de los cuales revendió unos USD 3.000 en el mercado al tipo de cambio oficial que entonces era inferior a los 145 pesos. Por lo tanto, acumuló unos USD 5.000 millones de reservas netas a unos 230 pesos por dólar en el balance neto.
Sin embargo, no sería ese un dólar de convergencia, según las señales que da el Gobierno. La imposición de un dólar “turista” o “Qatar” para consumos con proveedores del exterior alcanza los 316 pesos y fija un nuevo umbral para las cotizaciones alternativas, que ya testearon ese nivel en el pasado reciente. Hoy el dólar libre se pacta a $290 -por encima del dólar “turista” previo a los cambios impositivos, a $276- y el “contado con liquidación” opera a 312 pesos, ya cerca del tipo de cambio para consumos en el exterior.
Hay que recordar que el dólar libre se negociaba al inicio de 2020 a $75,25; según la inflación debería costar hoy unos 260 pesos. Y si se toma el inicio del “cepo” el 28 de octubre de 2019 con cupo mensual de USD 200 para la demanda minorista, con un dólar libre de $75,50, debería costar unos $280 en base a una inflación acumulada de 271% desde noviembre de 2019 inclusive.
Reducir la brecha con una suba de los dólares oficiales trae consecuencias negativas en materia de inflación
Martín Calveira, economista investigador del IAE Business School, señaló que “el aumento de la cotización turista, llamado también dólar Qatar, y el vinculado con actividades culturales como en el caso de los conciertos internacionales, implican un aumento en el costo de acceso a las divisas. Ambas alternativas, contrariamente a la promoción fiscal de las exportaciones vía mejor acceso a las divisas, implican mayores distorsiones en el acceso al mercado de cambios. No obstante, en el contexto actual de desequilibrios macro, inflación y alto nivel de incertidumbre, estas medidas son insuficientes si el objetivo es tratar de estabilizar el mercado de cambios”.
“En la ya clásica trilogía ‘devaluar, desdoblar o reprimir’, el Gobierno sigue apostando a reprimir más la demanda de importaciones, aún sabiendo que los costos a largo plazo son iguales o mayores que una devaluación -más inflación y menos actividad-. La diferencia es que devaluar requiere de un plan de estabilización por el riesgo de espiralización, seguir ajustando el cepo no”, afirmó Roberto Geretto, analista de Fundcorp.
Un informe de Invecq Consultora Económica enfatizó que “otro frente también urgente todavía no ha sido resuelto: la salida de divisas por la cuenta de servicios, que en los últimos seis meses asciende a USD 5.600 millones. Este saldo acumulado semestral es el más alto desde junio 2018 y se ubica dentro del 10% de los peores registros para un semestre móvil desde la salida de la Convertibilidad. Dos tercios de dicho desbalance se explica exclusivamente por el turismo y los pagos con tarjetas al exterior. Este es el próximo frente sobre el cual seguramente ponga la lupa el Banco Central en el cortísimo plazo”.
La sequía que afecta a la producción del trigo y mayor demanda por turismo complican el panorama de reservas para los próximos meses
“Consideramos que debería acelerarse el proceso de reducción de la brecha cambiaria con medidas de aplicación universal, si bien podría comenzarse por grandes sectores progresivamente a fin de ir diluyendo el efecto inflacionario”, consideró VatNet Financial Research en un reporte. “Uno de dichos sectores es notoriamente el turismo, las tarjetas bancarias y los servicios en general”, añadió.
Los analistas de Ecolatina indicaron que “aparecen también otros factores no menores que podrían incidir en el proceso de acumulación de reservas. Las expectativas de devaluación -o de eliminación de retenciones- post elecciones presidenciales podrían incentivar una demora en la comercialización de la cosecha. A su vez, una floja campaña producto de la sequía no sólo tendría un impacto negativo en los activos externos del BCRA, sino que también podría complicar el frente fiscal ante una menor recaudación por Derechos de Exportaciones”.
Para Delphos Investment, “las nuevas restricciones sobre las importaciones son el reflejo de la intención de ‘cuidar las reservas’”, mientras que “la fuerte sequía que afecta al trigo reducirá la oferta de dólares en el verano, que coincidirá con el aumento estacional de la demanda de dólares por turismo”.
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