La fuerte suba de las tasas en pesos está generando el principal efecto buscado por Sergio Massa. Cuando el ministro de Economía ordenó llevar el rendimiento de los plazos fijos al 75% anual para el público, que implica una tasa efectiva de casi 105%, el objetivo era restarle presión al tipo de cambio y en lo posible reducir la brecha. La evolución de ambas variables en los últimos días muestra que lo está consiguiendo, aunque el recorrido por delante es enorme.
El dólar libre ayer sufrió una de sus caídas más resonantes de las últimas semanas, al perder 1,8%. Finalizó a $ 277, con lo cual la brecha respecto al tipo de cambio minorista bajó al 78%. Los dólares financieros también cayeron aunque en menor medida. En todos los casos la brecha ya volvió a ubicarse en niveles que perforan el 100%.
La fuerte suba de 10% en plazos fijos realizados por el sector privado sólo en septiembre es el principal factor detrás de este comportamiento de la cotización del dólar. Queda bastante claro que el objetivo de remunerar a los ahorristas a niveles al menos similares a los de la inflación esperada tuvo efectos positivos para calmar al tipo de cambio. Al menos en el corto plazo.
Significa que los ahorristas y las empresas prefirieron quedarse en moneda local aprovechando altas tasas de interés en vez de pasarse al dólar. Incluso no está descartado que el BCRA vuelva a subir algo más la tasa de interés de referencia una vez que se conozca el dato de inflación de septiembre, lo que sucederá a fines de la semana próxima.
Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que publicó ayer el Central, los analistas de mercado ya esperan que la inflación se ubique arriba del 100% en 2022 y que el año próximo sea del 90%, es decir 30 puntos más respecto a lo estimado por el equipo económico en el proyecto de Presupuesto 2023 enviado a Congreso.
La suba de tasas también ayuda al Banco Central a absorber pesos del mercado, reduciendo la capacidad de presionar al dólar. Esos fondos que llegan a los bancos, sin embargo, no vuelven al sector privado en crédito, sino que de manera mayoritaria se prestan al Tesoro para financiar el déficit fiscal.
A pesar de esta paz cambiaria, no todas son buenas noticias para el BCRA. La entidad volvió a vender ayer en el mercado cambiario, por un total de USD 58 millones y ya acumula una intervención de USD 92 millones en dos jornadas. Se trata de las consecuencias negativas del dólar soja. Buena parte de lo que ingresó en septiembre ya no ingresará en lo que resta del año, lo que quita mucho margen de maniobra en el manejo cambiario. Por eso, a mediados de esta semana anunciaron nuevas restricciones a las importaciones, con más de 2.000 productos que pasaron a la categoría de licencias no automáticas. Esto implica que su autorización de ingreso se volverá mucho más engorroso, a partir de un trámite además más engorroso y largo. El Gobierno busca así poner más palos en la rueda a los importadores, aunque al mismo tiempo afectando a la producción local.
El objetivo de Massa es proteger las reservas que acumuló en septiembre, por una cifra superior a los USD 5.000 millones. El stock aumentará significativamente con el desembolso que realizará el FMI posiblemente la semana que viene, por el equivalente a USD 3.900 millones.
El organismo aprobaría tanto la segunda como la tercera revisión del acuerdo, en particular en relación al nivel de reservas. Esto habilitaría un desembolso adicional por casi USD 6.000 millones antes de fin de año.
Aún está en suspenso si se toma alguna decisión en relación con la balanza turística, que en agosto volvió a ser deficitaria en USD 7.500 millones. Las estimaciones de consultoras privadas alertaron que en noviembre y diciembre el rojo podría llegar a USD 2.000 millones cada mes, lo que le pegaría directo al stock de reservas que Massa quiere cuidar. Sin embargo, por el momento sigue en suspenso la aplicación de un posible “dólar Qatar”, o sea un tipo de cambio más alto para prevenir que el turismo se siga “comiendo” los pocos dólares que conserva el Central.
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